Anastasia
No recordaba como había llegado allí, pero si pude reconocer que no estaba en el viejo sótano donde estaba amarrada.
Al abrir los ojos tuve que cerrarlos con la misma rapidez por la intensidad de la luz que golpeaba mis párpados. Tardé en recomponerme, pero lo hice. Estaba en una habitación blanca de hospital, con flores en una esquina sobre la mesa, y un pelinegro que reconocí al instante, dormido sobre el sofá, que no parecía nada cómodo.
Christopher estaba con los brazos cruzados y sumergido en un profundo sueño que me hacía preguntarme.. ¿hace cuánto no dormía bien?. Su cabello desaliñado y la camisa blanca arrugada me hizo sentir nostalgia. Había pensando por minutos que no lo volvería a ver, ni a mi familia y amigos. Ya me había hecho a la idea de que no había forma de que pudiera salir de ese lugar, y fuera cuál fuese mi salvador, estaría agradecida toda mi vida.
Pero eso me llevó a preguntarme, ¿dónde estaba Patrick?. ¿Lo habrían atrapado?. ¿Christopher sabrá todo?. El momento de confesarle toda la verdad estaba cerca y debía prepararme para ello. No sería fácil para ninguno de los dos pero.. ya era hora. No sabía cómo íbamos a salir de esa gran mentira pero esperaba que pudiera perdonarme algún día.
La puerta de la gran habitación donde me encontraba fue abierta y por ella ví la silueta de Olimpia entrar. La ví agrandar sus ojos y le regalé una sonrisa que apenas forcé, pero fue decayendo poco a poco. No tenía los ánimos muy altos. Detrás de ella, Dafne entraba, sonriéndome y recordándome a la madre cariñosa que una una vez tuve y me quitaron de la forma más cruel y vil.
—Mi amor, despertaste. —alzó la voz mi madre, caminando en mi dirección. Inevitablemente, Christopher se removió en su lugar y acabó despertando.
—Estábamos muy preocupados. —Dafne llegó a mi lado, tomando mi mano derecha mientras Olimpia tomaba la izquierda—. ¿Te sientes bien?.
—Solo.. me duele un poco la cabeza, pero ya se me pasará.
—Hija.. fuiste secuestrada, tienes una gran herida en la cabeza y no creo que sea normal que te duela si te dieron analgésicos para el dolor. Lo mejor ser que llame al..
—No, mamá. Estoy bien, tranquila. —no fue hasta que Dafne rozó mi muñeca que noté la venda que las cubría. Ahí entendí porque ambas estaban acariciando dicha zona. Me ardía la piel cuando intentaba darles la vuelta.
—No hagas muchos esfuerzos, tenías la piel de las muñecas en carne viva. —susurra mi.. ¿tía?. ¿La podría llamar así a partir de ahora?—. ¿Quieres que los dejemos solos?. —señaló con la cabeza al guapo hombre que esperaba de pie frente al sofá dónde había estado durmiendo. Había esperado pacientemente que tuviera un momento a solas con ambas mujeres.
Asentí con la cabeza y Olimpia dejó un beso en mi frente antes de darle una última mirada a Christopher. Dafne acarició mi mejilla antes de marcharse, el gesto me pareció todavía extraño por lo poco acostumbrada que estaba a la idea de tener alguien de mi familia de sangre a mi lado, más si se parecía tanto a mi madre, pero se sentía bien. Cálido, reconfortante.
Lo ví caminar hacia mi soltando un suspiro que me removió en la cama. Tenía ganas de estrecharlo entre mis brazos. Lo había extrañado demasiado.
—¿Cómo te sientes?. —fue lo primero que dijo, sentándose con delicadeza en la parte de la camilla que quedaba libre. Tomó mis manos entre las suyas y acarició con el pulgar cada espacio de piel.
Asentí con cabeza, dándole con eso una respuesta. No sabía que decirle, ¿estaría enterado de todo ya?. El silencio en el que nos quedamos no me gustó para nada, menos cuando solo se concentraba en tocar mis manos como si fueran sensibles pétalos de una flor.
ESTÁS LEYENDO
AGRIDULCE © [COMPLETA]
RomanceCuando la sed de venganza es incontrolable, solo hay una manera de apagar su llama: haciendo justicia por nuestra propia cuenta. Anastasia Rumsfeld lo sabe más que nadie, por eso no podría vivir en paz hasta hacer pagar al culpable de la muerte de...