Prologo

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Mamá saca una cazuela, su posición no me permite ver que hace, sin embargo el sonido metálico me indica que la pone en la estufa, el frio de la nevera invade la habitación para que mi madre pueda sacar una cebolla, pequeños cortes uniformes y precisos dejan afuera la ardiente sensación encebollada que termina posándose en los ojos de mamá. Segundo sonido, el cuchillo en el suelo cae firme mirando al techo mientras mi madre se revuelve en el lugar por la picazón, por el ajetreo resbala. Un tercer sonido se hace presente en la sala, un carmesí intenso y el sonido de carne rasgada invitan al pánico a la sala, intento levantarme pero…

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Mamá saca una cazuela, su posición no me permite ver que hace, rápido me precipito a la nevera, saco una cebolla y empiezo a picarla de tal manera que la odiosa sensación de ardor no se haga presente. Ella me sonríe cálidamente por mi esfuerzo y pone la cazuela en la estufa para después poner algunos tomates en el horno, abre la tapa que rechina apuñalando mis oídos haciéndome apretar los ojos, se detuvo pero mantenía mis ojos cerrados por si volvía a rechinar al cerrarla, mi predicción fue acertada y el sonido hizo acto de presencia otra vez, pero este fue ahogado rápidamente por unos gritos que me hicieron abrir rápido los ojos, su piel se derretía entre burbujas de calor que me hicieron gritar desesperadamente, intente sacarla pero el calor era sofocante, era el infierno.

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Mamá saca una cazuela, me acerco a ella y apago la estufa.

­­­­—Mejor pidamos pizza— hace una mueca de felicidad y molestia.

Se dirige al teléfono para realizar el pedido a la pizzería más cercana, papa entra a la cocina ocupado con su teléfono por la cantidad de trabajo que tiene. Arrimo mi silla para sentarme mientras sigo observando a mi padre paseándose de un lado a otro, su frustración se va convirtiendo en ira lentamente, sus venas se tensan cada vez más y su mirada derrocha estrés acumulado, una vaga idea pasa por mi mente haciéndome levantar para tomar a mi madre por el brazo y alejarla dejando colgado el teléfono con la voz chillona de un hombre algo frustrado. Mi padre tiro el teléfono por la ventana rompiéndola, agarro un pedazo de vidrio y se apuñalo la garganta.

¿Cuantas veces lo he repetido ya?, ¿Cuántas veces mamá a prendido la estufa?, ¿cuantas veces escuche el rechinar del horno?, por más que intento todo termina igual, entonces si nada de lo que hago afecta el resultado, yo debería…

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Mamá saca una cazuela, rápido abro la nevera y saco una cebolla, el ardor se hace presente y mi madre se frota los ojos, clavo el cuchillo en su corazón de una manera limpia y perfecta, casi como si hubiese practicado una y otra vez la técnica correcta, corro a la sala para ver que mi padre sigue hablando por teléfono, perforo su pecho por atrás pasando hacia su cuello inutilizando su voz que tanto me hartaba escuchar.

—Si todo lo que hago no es suficiente… entonces solo queda una opción… repetir este momento ya es devastador, nadie podría soportarlo. Dos días para que descubran los cuerpos, cinco para que empiece la búsqueda del asesino y según la última línea de tiempo ocho para que me encuentren a punto de zarpar a una isla lejana, si no lo hago bien ahora… me volveré loco… ¿o acaso ya lo estoy?

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