El inicio del fin

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Detrás del mostrador salió el anciano que se encargaba de Byto’s.

—Oh, buenos días joven, ¿Acaso no vio a una hermosa damisela por aquí?— observaba a su alrededor buscando a Saya.

—No, disculpe las molestias.

Di media vuelta para luego salir de la tienda. Camine por la acera para volver a mi casa, una gran cantidad de pensamientos surgían por mi cabeza. ¿Ya me había vuelto loco?

Debo mantener la cabeza fría, después de todo tengo un enorme poder en mis manos, nadie puede vencerme. Nadie.

Llegue al cruce y pase por la calle que daba a mi casa. Una extraña sensación me invadió al pasar, pero no le di importancia. El sol quemaba más de lo habitual arruinando mi concentración.

Seguí caminando hasta encontrarme cerca de mi casa, vi a la izquierda la casa de Gabriel. Muchas ideas y sentimientos de combinaban bajando hasta mi estómago, enredándose y moviéndose.

—¡Maldito!— grite mientras me precipitaba a la casa.

Al encontrarme en su patio, empecé frenéticamente a despedazar cada una de sus plantas, mastique cada uno de los tomates cereza, pisotee cada uno de los claveles que había y para culminar forme una bola de barro que estrelle contra su ventana. Luego de liberar toda esa carga negativa, fui en dirección a mi casa cruzando la calle. Al estar en frente de la puerta la intente abrir pero se encontraba cerrada con llave, toque dos veces con mi mano izquierda que no se encontraba embarrada. Una voz distante me dijo “ya voy” seguido de algunos sonidos y quejidos. La puerta se abrió dejándome ver a una señora de mediana edad con una bata, cabellos alborotados y pantuflas de conejo.

—Grey, ¿Cómo te fue hoy en casa de tu amigo?

—Bien.

Pase de ella llegando a las escaleras.

—Oye, acabo de preparar el desayuno, es un poco tarde para eso pero, ¿Quieres desayunar?— hizo el mismo intento de sonrisa que siempre hacia, decepcionante.

—No, no tengo hambre.

—Bueno, si quieres podemos hablar de cómo pasaste la noche, ya sabes, tiempo en familia.

Familia era un concepto que nunca había procesado y que no iba a procesar ahora.

—Pase una linda noche, eso es todo, me iré a mi habitación.

—¿Por qué tienes una mano llena de barro?

—Eso no es de tu incumbencia.

—La verdad si lo es, me preocupas.

Mi respiración se cortó por un momento y la sangre empezó a hervir de nuevo, apreté con fuerza el barandal de las escaleras intentando contenerme.

—No quiero hablar al respecto, punto.

—No creo que sea tan malo, ¿Tanto te cuesta expresar algo tan simple?

—Es antinatural tu manera de actuar tan preocupada, antes te pasabas casi todo el día trabajando y ni siquiera te preocupabas por mí, no empieces a actuar como una madre ahora… no es algo que yo necesite.

Voltee mi cara hacia las escaleras y al momento las subí, ese silencio que tanto anhelaba se hizo presente, ninguna palabra más. Pase al final del pasillo para abrir la puerta del baño, ya dentro abrí la llave del lavabo y con fuertes estregadas logre quitarme el barro de la mano. En ese momento al ver el agua fluir me hizo recordar aquel momento en el que intente usar la marea y esta se volvió de un rojo opaco, tal vez si intentaba hacer que me mostrara parte de los acontecimientos futuros posibles podría estar preparado para enfrentar a esa desgraciada.

Me apoye con fuerza en el lavabo mirando como el agua fluía por este hasta que se tragaba el pequeño riachuelo de agua, la marea comenzó a fluir a mi alrededor. Pensé en la diosa y al momento la marea se iba tornando en un rojo opaco que acompañaba a algunos dolores de cabeza. Intente concentrarme lo mejor que podía y en ese momento la marea respondió con rabia hacía, arremetiendo en mi contra como un animal salvaje, intentaba apartarla desesperadamente de mí, en ese momento las imágenes fluían en mi mente. Yo me inyectaba algo, la diosa aparecía mientras yo corría lejos de ella, una persona misteriosa al lado de la diosa me acorralaba en un acantilado. La marea se hizo paso en mi boca pasando con fuerza hacia mi garganta y causándome un dolor punzante.

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La marea seguía atacándome por dentro, intentaba gritar tocando desesperadamente mi garganta, sin embargo la marea se encontraba en otro lugar, en mis pulmones.

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Caí al suelo intentando rebobinar fuera del baño, pero solo logre quitar mi apoyo del lavabo. Las palabras no salían porque mis cuerdas vocales habían sido dañadas, me contorsione con fuerza intentando alivianar el dolor pero al instante pude ver como mi pecho era azotado desde dentro…

Respire hondo para luego tocar mi cuello. Todo parecía estar normal, ya no sentía ningún tipo de dolor, pero la ansiedad no se había ido. El lavabo temblaba por como yo lo hacía. Al parecer no era buena idea usar la marea para adivinar los posibles resultados en mi pelea contra Saya, pero pude ver que no será nada fácil.

Intente abrir la puerta del baño cosa que me costó porque todavía mis manos temblaban, ya al abrirla me fui a mi cuarto tirándome en la cama. Ver las sombras que se forman en el techo cuando esta oscuro siempre me tranquilizaba, antes me daban esperanza de ser cambiantes como ellas y ahora me dan esperanza de que tener tantas posibilidades como la cantidad de formas que pueden tomar de vencer a Saya.

Tome el teléfono de mi padre que ahora me pertenecía, abrí la aplicación de mensajería y escribí un texto a Roy inventándole una excusa de porque tuve que venir a casa, nunca pensé que esto de las relaciones sería tan complicado. Luego abrí el reproductor, pase el dedo por la pantalla y elegí una música aleatoria que se mostraban en la barra. Una melodía enigmática invadió la sala, dejando que la ansiedad acumulada se volviera pequeños estímulos negativos dirigidos a mi cuerpo. La ansiedad fue disminuyendo hasta volverse nula y pasar a un estado de calma.

Las sombras me envolvieron lentamente en su cálida manta, pues ellas siempre han sido el único consuelo que he tenido.
 
 

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