Codicia de un forajido

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Hoy al fin saldré del hospital, la comida desabrida ya me estaba hartando y aunque me gustara terminaba vomitándola por el efecto de la adelfa. Nota mental, nunca más envenenarme con adelfa.

—¿Ya te vestiste pequeño?— la enfermera que me cuido por estos días me esperaba del otro lado de la puerta.

Me encontraba ya vestido con ropa que si tapaba mi desnudes. Nota mental, si entro de nuevo en un hospital lo mejor será rebobinar.

—Ya estoy listo.

Abrí la puerta del baño y salí para encontrarme con esos lindos ojos castaños mirándome, desvié la mirada para evitar que notara mi sonrojo.

—Te queda muy bien esa camisa que te trajo tu madre, eres un pequeño galán.

—G-gracias.

Me sentía extraño, no sabía responder bien a esa clase de halagos porque no los recibía mucho o simplemente los ignoraba.

—Ven sígueme, te llevare con tu madre.

La seguí silenciosamente por la habitación pasando por la puerta hasta el pasillo, en una banca de metal se encontraba mi madre cerca de un lugar de registro. Me miro, camino hacia mí y me abrazo.

—Grey… lo siento— su voz estaba entrecortada y ronca, posiblemente había llorado.
Se despegó de mí y fue a anotar algunas cosas que le pedían en el registro.

—Fue agradable tenerte aquí pequeño— mire a la enfermera y le sonreí.

Pensé en sentarme pero mi madre ya me hacía señas para irnos, fui con ella y salimos del hospital. Mis ojos eran lastimados por el sol después de no verlo por tres días.

No duramos ni dos minutos caminando cuando mis preocupaciones volvieron, ¿Habrá funcionado mi plan? No quería que Marcus volviera y tuviera que hacer todo de nuevo. Mi poder es fascinante pero el agotamiento mental es demasiado grande.

—¿Quieres descansar?, aún queda algo de camino— mi madre irrumpió en mis pensamientos.

—Estoy bien, sigamos.

—Bueno.

No me ubicaba, pues nunca había recorrido esta parte de la ciudad, nunca tuve la necesidad.

—Grey.

—¿Qué ocurre?

—Perdón por no estar ahí… pudiste haber muerto.

Las palabras de mi madre me dejaron asombrado en ese momento, casi nunca me dirigía la palabra y menos de esa forma.

—No te preocupes.

—Tuvimos mucha mala suerte como para que nos tocara una carne que estuviese envenenada, los oficiales dijeron que eso suele pasar cuando el ganado come la planta.

—Qué mala suerte.

—Lo sé.

—Oye mamá.

—Dime Grey.

—¿Puedo quedarme con el garaje?

Necesitaba algo más de espacio si quería descubrir todo el potencial de esta extraña habilidad. Ella asintió con la cabeza.

Mire a un lado y vi el museo al que quería ir Lily, al fin un punto de referencia. El olor de la zapatería Byto’s me devolvía parte de la energía perdida dándome fuerzas para seguir caminando.

En ese momento se me ocurrió que no le había puesto un nombre a esta habilidad que poseía, ni siquiera me había preguntado de donde vino o si soy el único que la tiene. Por ahora antes de hacer eso será mejor darle un nombre. Pensé en algún nombre genial o significativo pero no se me vino nada a la mente.
Ya nos encontrábamos cerca de la casa de Gabriel que me hizo recordar algunas líneas temporales anteriores, en ese momento se me vino una idea a la mente que representaba de manera perfecta esta habilidad que había obtenido.

—Codicia de un forajido.
 

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