Rewinding...

Herencia familiar

La bala impacto en la pared, Marcus nos miró algo confuso.

—¡Levántate!— grite a Roy haciéndolo entrar en razón.
Me levante rápido jalándolo del brazo haciendo que torpemente se levantara del suelo, me sujete mejor de su brazo y salí corriendo.

¡BAM!

Se escuchó otro disparo pero no impacto en ninguno de los dos, seguimos corriendo, mire hacia atrás para ver a Marcus siguiéndonos a lo lejos, por suerte no era tan rápido. Vi un callejón con contenedores de basura y no dude en cruzar. Abrí la tapa del contener y le hice señas a Roy para que entrara, una vez adentro yo salte dentro y deje caer la tapa, suspire aliviado.

—El sigue buscándome— Roy parecía afectado por la situación.

—¿Conoces a Marcus?

—Mi padre hizo tratos con su mafia, lo mataron hace unos meses y ahora busca la familia que mi padre dejo atrás.

—Así que tu padre también hizo tratos con la mafia.

—¿El tuyo igual?

—Marcus y mi padre eran amigos, venia regularmente a…— los recuerdos azotaron mi mente.

—Umm ya veo, aun así no quiero estar en esta situación contigo, lo mejor será que nos olvidemos de que esto paso y cada quien a su casa.

—Deja de ser tan tonto— me miro molesto —nos busca una mafia, lo mejor que podemos hacer es buscar la manera de deshacernos de ellos.

Roy se rio en mi cara.

—Deshacernos de una mafia, ¿Y cómo haremos eso? ¿Pidiéndole a la policía que nos ayude?— se aclaró la garganta —hola policía, estamos siendo perseguidos por una mafia con la cual claramente están relacionados, ¿Pueden ayudarnos?— puso ojitos de perro para mejorar su actuación —y BAM nos matan.

—Podemos ganarles…

—¡¿Cómo?!

Le daba vueltas al asunto de si decirle a Roy sobre la codicia de un forajido, pero no sabía cómo se lo tomaría, al final necesito un aliado con un enemigo en común, aunque ese aliado sea mi enemigo.

—Porque yo puedo rebobinar el tiempo.

Roy me miro sarcásticamente y se puso las manos en la cabeza.

—Genial, te golpee tanto que terminaste loco.

—Hablo enserio y puedo probártelo.

—¿Cómo?

—Piensa en tres números pero no me los digas.

—No seas tan estúpido, no creeré esa porquería.

—Hazlo y te prometo que hare lo que tú quieras si fallo, ¿Ok?

—Tch— se tomó un tiempo antes de darme su respuesta —ya lo hice.

—Bien, ahora tratare de adivinar, si fallo me dirás los números— asintió fastidiado.

—Tres, once y cuarenta.

—¡Ves, perdiste, eres un niño estúpido!— me agarro del cuello de la camisa.

—Los números.

—Trece, siete y nueve.

<<
 
Volví antes de responder.

—Trece, siete y nueve.

Roy me miro sorprendido, intento hablar pero se trababa.

—Ves, te estoy diciendo la verdad.

—E-es imposible.

—Debes creerme.