Despertar

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Por alguna razón las formas del techo en la oscuridad siempre me han fascinado, toman siluetas bizarras y poco convencionales según como las mires, cambian según la persona que las ve. Envidio esa habilidad de cambiar que poseen, si pudiese cambiar así, la vida sería mucho más fácil para mí. Todavía era bastante temprano para salir del cuarto, tal vez para alguien común las seis a.m. si serian una hora alarmante para despertar, sin embargo, yo ya estoy listo, mi uniforme ya se encuentra cubriendo mi cuerpo reluciente por el baño de agua caliente.

—Grey, levántate o llegarás tarde.

No sé porque a mi madre siempre se le olvida que a esta hora ya suelo estar listo, posiblemente la cantidad de trabajo la ha vuelto loca. Al levantarme de la cama recuerdo la primera regla que aprendí cuando comenzó mi miserable vida.

—Siempre escucha— giro la perilla de la puerta abriendola ligeramente para dejar entrar los sonidos familiares de las voces de mis padres.

—¡¿Crees que es fácil aguantarte?! Pareces una niña engreída.

—¡El único que se comporta como un niño aquí eres tú! Estoy harta de que compres esta basura inservible— escuche el sonido de algo medianamente sólido cómo de arcilla rompiéndose.

—¡¿Estas demente?! ¡eso me costó bastante dinero!— hubo un pequeño silencio.

—Estas enfermo— al final se escuchó un portazo.

Supe que ya podía salir, hace un tiempo cuando no esperaba lo suficiente era probable que saliera lastimado, no es exactamente violencia intrafamiliar, pero puedo terminar golpeado “accidentalmente”. Es mejor prevenir que lamentar. Salí del cuarto deslizándome delicadamente por el pasillo hasta llegar a las escaleras, bajo intentando hacer el menor ruido posible hasta llegar a la puerta, ya tenía la perilla en la mano, parecía que era una salida perfecta.

—Hey niño, ¿A dónde vas?— o tal vez no.

Me acerque sin articular palabra, pude ver el suelo lleno de pequeños pedacitos filosos de algo marrón y en mano de mi padre lo que parecía algún tótem de barro.

—Necesito que le hagas un favor a tu querido padre— acerco su mano hacia mí, por reflejo agache la cabeza —¿Recuerdas la tienda del chico que tenía pedazos metálicos en su cuerpo?

—Se le llaman piercings— rápido sostuvo mi barbilla con su mano haciéndome mirarlo a los ojos.

Mi padre no era demasiado atractivo a la vista, no diría que se viera viejo y demacrado, parecía más un obsesivo maniático descripción la cual se acerca mucho a la realidad, sus camisas siempre estaban llenas de algunos materiales húmedos y sus lentes me recordaban a esos profesores estrictos que veía en algunas pelis.

—Deberías aprender a no corregir a tu padre, pero si, el chico con piercengs de la tienda que queda a dos cuadras del auto lavado— soltó mi barbilla con algo de rudeza cosa que me hizo salir un pequeño quejido.

—S-si lo recuerdo— me extendió el pequeño tótem que agarre antes de que me dijera que lo tomase.

—Cómprale uno nuevo a papá, vale— me lanzo una sonrisa cariñosa y me acaricio la cabeza, una digna actuación de Hollywood, tan poco falsa que casi me la creo.

—Pero… en esa calle— casi no pude ver cuando me puso su mano en la cara apretando mis cachetes para que no hablara.

—¿Acaso quieres que mi amigo venga a jugar? Puedo llamarlo si quieres— saco su teléfono y me mostro su lista de contactos en la hilera donde estaba registrado el nombre de su amigo.

Mi respiración se agito por los recuerdos que mi mente me obligaba a ver, el infierno mismo pasaba rápidamente por mi mente haciéndome negar con la cabeza desesperadamente.

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