Cuenta regresiva

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Podía sentir los cambios mínimos del clima en mi piel que me erizaban cada capa de mi cuerpo. La sangre me hervía al compás de una sensación de miedo. ¿Acaso estaba alucinando?

Respire hondo pensando en lo que había ocurrido para luego encaminarme a las escaleras, comencé a bajarlas lentamente. No quería que me arrebataran la codicia del forajido, es lo que me ayudo a conseguir una mejor vida. Toque piso y al instante me moví fuera del callejón. Me quede estático por un momento sin saber qué hacer. Por un lado si iba a casa de Roy probablemente pensaría que estoy loco, no quisiera incomodarlo… si, definitivamente no quiero.

Camine por la acera de vuelta a casa, las calles a penas se encontraban transitadas por alguna que otra personas, por alguna razón luego de que la mafia se disolvió otras zonas empezaron a ser más transcurridas. Extrañamente era algo que no me molestaba, me acostumbre a escuchar solo cuando debía hacerlo.

Todavía sentía una sensación desagradable en el cuerpo, como si algo me recorriera desde los pies a la cabeza.
Mientras caminaba por la zona de mi escuela recordé las extrañas cosas que me mostraba la marea antes. Eureka.

—Umm— me concentre pero no lo suficiente como para rebobinar.

La marea fluía a mí alrededor tocándome ocasionalmente. Podía sentir que sabía lo que quería e iba a mostrármelo, pero su color azul cristalino se tornó en un rojo opaco que me desoriento totalmente. La disipe y me apoye de la pared de mi escuela.

—Hey chico— levante la mirada viendo que el portero se encontraba en frente de mí, parecía curioso —¿Te ocurre algo?

—N-nada, estoy bien.

Golpeo con fuerza la pared cosa que me asusto haciéndome retroceder, su expresión había cambiado a una furiosa.

—¡¿Así que soy un cerdo?! ¡Tú eres un mocoso irrespetuoso que…

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—Hey chico.

—Estoy bien no se preocupe, no le quitare más tiempo— apure el paso pasando de largo al portero.

¿Qué mierda había sido eso? Antes de que rebobinara parecía furioso de repente, pero en ningún momento le dije cerdo… al menos no en este reinicio.

Seguí por la acera hasta llegar al cruce, al pisar cerca de este la sensación se intensifico aún más provocándome un escalofrió.
Del otro lado de la calle se encontraba Lily, que al verme se acercó sin siquiera ver el semáforo.

—Grey.

—Deberías ver los semáforos antes de cruzar, a no ser que seas suicida.

—Oh, cierto, eso fue muy distraído de mi parte— soltó una risa tonta.

—¿A dónde te diriges?

—Voy a buscar un dinero de mi abuelo, lo estoy ayudando con sus negocios, si tengo suerte podre reunir para ver el museo con él.

—¿Todavía quieres ver ese museo? La entrada es carísima.

—¿Fuiste al museo?

—Ehhh… digamos que hice una consulta en la entrada.

—Oh, entiendo, pues la verdad si sé que es cara, pero quiero hacerlo por él.

—No creo que debas esforzarte tanto por alguien, generalmente las personas no agradecen este tipo de cosas.

—Indirectamente lo hago por mí, me gusta verlo feliz, ¿no es razón suficiente para hacer algo que le guste?

Su amabilidad era… detestable. Siempre pensé que me agradaba la forma en que era esta chica, pero la verdad le tenía celos. ¿Cómo es posible que ella sea feliz sin haberse esforzado en nada? Yo debería tener esa felicidad… yo debería tenerlo todo.

—No lo es, en este mundo o lo tienes todo o no tendrás nada, apréndetelo Lily, no vivimos en un cuento de hadas.

Parecía sorprendida por mi respuesta, tal vez era algo que no se esperaba, no pude evitar soltar un bufido burlón por la expresión de vergüenza en su cara. Cruce a la izquierda sin despedirme de ella, ya me tenía harto, sin embargo, me hizo notar esto que me faltaba para seguir adelante en contra de esa diosa habladora. Que yo lo merezco todo.

Seguí avanzando por la calle ya deseoso de llegar a Byto’s. Ya entiendo a que se refería esa diosa con que no parezco humano, claro que no lo soy, yo estoy por encima de todo.
El olor a suela gastada me gustaba mucho más de lo normal, mire de reojo por la vidriera los zapatos relucientes que había en la tienda. Empuje con decisión la puerta entrando al lugar, se encontraba totalmente vacía, ni siquiera el vendedor estaba dentro.

—Llegaste antes de lo esperado.

Unas zapatillas rosadas volaron al centro de la tienda y desde ellas se materializo la diosa.

—He venido a decirte mi decisión.

—Bien, me alegra que hayas entendido tu lugar como mortal y…

—No te daré nada de nada.

La diosa me miro con detenimiento para luego relamerse el labio.

—¿Sabes a lo que te estas enfrentando?

—Eres un intento de diosa que perdió uno de sus poderes más interesantes, ya con eso veo que dios no es perfecto.

Me miro con rabia.

—Bien, entonces me declaras la guerra.

—Sí, eso mismo— saco la navaja de mi bolsillo y le apunto con ella.

—Lamentablemente no puedo hacerte ninguna clase de daño, los registros akásicos no me lo permiten— chasqueo los dedos —pero puedo conseguir muy rápido alguien que si lo haga.

—La mayoría de mis enemigos o están muertos o están enamorados de mí, dudo que puedas poner a alguien en mi contra y menos con la fama que tengo.

—Recientemente acabas de sentenciarte, Grey Hóncros.

—¿Qué?

—Sera mejor que estés atento, la próxima vez que nos veamos, tirare a matar.

—Te esperare con ansias para demostrarte quien es el verdadero dios aquí.

Saya toco talón en una mesita para luego desvanecerse en el aire dejando una extraña clase de polvo en el ambiente.
Esta vez no pelearía por necesidad, esta vez no seré la víctima, yo seré el rey.
 
 
 

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