Capítulo [2]

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MIÉRCOLES ── 16 DE ABRIL, 2008


Solo había pasado un día del accidente que conmocionó a todo su barrio. Y un día había sido necesario para que su vecina chismosa hubiera recolectado la información suficiente para divulgarla.

—¿En serio? —había preguntado Nanami que llegaba cansada de otro día de clases. Su plan ese día era llegar a su casa a comer, pero la vecina la estaba esperando para conversar.

—Sí mi niña —confirmó la mujer y se acomodó los lentes—. Mi nietecito me lo contó, dijo que se llamaba Sano Shinichiro y que estaba en el centro médico de la cruz roja.

Nanami no pudo ocultar su sorpresa.

—¿Y cómo supo él eso?

La viuda se encogió de hombros, restándole importancia.

Así fue como a ella se le ocurrió la ingeniosa idea de entre sus ventanas en la universidad ir a visitarlo el día siguiente. 

¿Por qué lo hacía? No tenía idea, pero solo necesitó la aprobación de Chifuyu y unas palabras de apoyo por parte de Kyomi para hacerle una modesta canasta con aperitivos. Al ser pequeña no tuvo problemas para llevarla a la universidad y guardarla en los casilleros para los estudiantes de arquitectura.

Estuvo confiada durante toda la mañana y el trayecto en tren, hasta le compró flores camino al hospital, pero se arrepintió en el instante en que estuvo enfrente. 

Lo único que la detuvo de escapar fue el saber que ya había gastada dinero tanto en la canasta como con el viaje hacia el hospital. 

Entró a la edificación con la confianza de la que carecía yendo hacia el centro de atención. No había fila, pero cuando ella se ubicó frente a la mujer que estaba atendiendo sintió a una persona pararse detrás de ella. 

—Hola, vengo a visitar a una persona. —saludó con la canasta todavía colgando desde sus manos.

—Buenas tardes, claro, ¿cuál es el nombre del paciente y su relación con ella?

Algo tenía que salir mal.

Se tragó las maldiciones: —Bueno... en realidad no tenemos ningún tipo de relación, yo fui quien lo encontró —la mujer se la quedó mirando sin entender—, solo quería saber cómo estaba y dejarle estas cosas —se apresuró en decir—. Se llama Sano Shinichiro.

—¿Huh? ¿Tú lo encontraste? —ante el comentario ella se giró, encontrándose con una joven rubia de baja estatura que llevaba colgado un bolso deportivo. Está segura de no haberla visto nunca antes.

—Huh, sí...  —Nanami miró a la mujer en busca de respuestas, pero ella parecía igual de confundida por la intromisión.

—¡Muchas gracias! —agarró con emoción su única mano desocupada—, ¡yo soy Sano Emma, su hermana! ¡Muchas gracias por salvar al hermano Shin!

 —¡Qué coincidencia! —dijo aliviada, que la echaran hubiera sido el colmo después de todo lo que le costó por decidirse a entrar.

—Venga, vamos juntas a verlo, yo le traía algo de ropa —explicó, y ahora que Nanami pasó la primera etapa se sintió más nerviosa de lo que ya estaba.

Emma le presentó sus papeles a la enfermera y con una facilidad impresionante logró que dejaran pasar a Nanami, que igual debió mostrar su cédula de identidad y firmar un papel.

Junto a Emma caminaron hacia el ascensor. Nanami se estaba exprimiendo el cerebro en busca de algo para decir, pero la rubia se le adelantó.

 —Shinichiro insistía en que una chica lo había salvado, pero no le creíamos nada —contó con diversión la rubia—, nadie le creyó. Suerte que no aposté con los demás.

THE CHILL PILL; s. shinichiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora