Capítulo 11

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Regina había llegado temprano a la obra, quería revisar los planos de la terraza que tenía pensado construir en la habitación principal de ese ala. Quería que las vistas del jardín fuese lo primero que se viese al entrar a la estancia.

Al llegar se encontró que Emma estaba abrazada al empleado que había conocido el día del accidente. Por alguna razón que no podía conocer le había molestado ese gesto, no entendía porque tenía esa posesividad con la rubia, pero sí sabía que los sueños que había tenido esa noche no eran normales.

Desde la sesión de sexo en el baño no había parado de pensar en ello, había sido un buen polvo pero no por eso podía explicar todas esas sensaciones. Además del enfado que le proporcionaba cruzarse con la rubia a cada momento.

La morena se dirigió directamente hacía la caravana donde se debía encontrar Graham, no quería seguir presenciando esa imagen que tenía delante.

-Buenos días.- Dijo Regina nada más entrar.

-Hola.- Contestó el hombre sin levantar la cabeza de lo que estaba leyendo.

-¿Qué es tan interesante?- Preguntó entonces la morena que no entendía porque su amigo estaba tan enfrascado en lo que leía.

-Swan tenía razón.- Concluyó él mirando por fin a Regina que se había acomodado en el sillón con los planos sobre la mesita que tenía delante.

-¿En qué?- Preguntó confundida.

-He estado revisando las hojas de material y no vienen de la empresa que yo había contratado.- Dijo él tendiéndole los papeles.- Realmente no me había percatado hasta ahora, he tenido mucho ajetreo y el jefe de obras nunca me había ocasionado ningún problema.- Comentó él dejándose caer al lado de su amiga.

-¿El jefe de obras es ese tal Leroy?- Preguntó Regina cogiendo los documentos.

-Así es.- Contestó él.- ¿Cómo he podido ser tan tonto?- Preguntó pasando sus manos por los ojos.

-No hables así, sabes que confió en ti y estoy segura de que no tienes nada que ver- Aseguró Regina leyendo por encima los papeles.- Llevas la misma ropa que ayer.- Notó Regina que no le había prestado atención antes.

-He pasado la noche revisando todos los papeles.- Explicó él.- Y gracias por la confianza.

-Vamos a hablar con ese hombre, nos debe una muy buena explicación.- Concluyó Regina.- Lávate primero la cara, llevas tinta de bolígrafo por todos lados.

Regina y Graham salieron unos minutos después camino a la mansión donde se debería de encontrar Leroy con sus empleados. La morena miraba a su alrededor con cierta nostalgia, esa casa había sido su hogar durante muchos años, le dolía profundamente verla tan destruida.

-¿Regina?- Preguntó Graham al ver que la morena se quedaba parada.- ¿Tienes algo?- Preguntó él.

-No, sólo estaba recordando.- Dijo dejando ver una pequeña sonrisa en sus labios.

-¡Leroy!- Gritó Graham para llamar la atención del hombre, sabía que Regina no era una mujer de sentimentalismo y que si le preguntaba en que pensaba evitaría responder.

-Arquitecto, embajadora.- Dijo mirando a uno y a otro a modo de saludo.- ¿Qué necesitan?

-¿Por qué los materiales no están siendo comprados a nuestro proveedor habitual?.- Preguntó Graham una vez que estaban alejados de los oídos de los demás empleados.

-Esto... es que...- Leroy comenzó a ponerse nervioso.- Esa empresa ha subido mucho los precios...- El hombre estaba bastante perturbado.

-¿Esa es su excusa?- Preguntó Regina con altanería.

-No es una excusa...- Dijo él enrabietado pero bajando la cabeza al ver la mirada penetrante que le acababa de echar la morena.

-Vamos a hablar en el despacho.- Concluyó Graham que no quería montar un espectáculo ahí en medio.

Regina se encaminó siguiendo a los dos hombres pero se quedó algo rezagada al mirar uno de los baúles que estaba tapados por una manta, pensaba que habían sido destruidos por el fuego pero al ver la parte descubierta tuvo que acercarse para comprobarlo. Al abrirlo se encontró todos y cada uno de los libros que a su madre tanto le gustaba leer, una sonrisa nostálgica nació de sus labios.

La morena no tuvo tiempo de reaccionar cuando noto que una mano la cogía por el brazo y la metía en una de las habitaciones de la zona que se había mantenido intacta después del incendio.

-¡Suélteme!- Espetó y al girarse se dio de bruces con la penetrante mirada de la rubia.

-Es hora de resolver ese empate.- Soltó Emma abalanzándose contra los carnosos labios de la morena que no tuvo tiempo ni de reaccionar.

-¿Qué se cree que hace?- Preguntó Regina sacando fuerza de voluntad para separarse de la rubia.

-Resolver el problemita del empate, ya se lo he dicho.- Dijo Emma intentando besarla de nuevo pero Regina reculó un poco para no dejarla.

-No hay nada que resolver.- Soltó Regina que se dirigía a la puerta para marcharse.

-Claro que sí. – Aseguró Emma que no la dejó salir de allí cerrando la puerta con su mano y acorralando a la morena con su cuerpo.- Además no es mi culpa que me ande provocando por ahí.- Soltó entonces la rubia.

-Yo no provoco a nadie, señorita Swan. Ahora si me disculpa tengo trabajo que hacer.- Soltó Regina intentando abrir la puerta de nuevo. Realmente le apetecía dejarse llevar pero su orgullo pesaba demasiado en esos momentos.

-¿Entonces porque me mataba con la mirada mientras abrazaba a Gus? ¿Por qué se quedó embobada cuando pase por su lado?- Preguntó Emma con una sonrisa de superioridad en la cara.

-Es usted demasiado pretenciosa, querida.- Espetó Regina que se sentía cada vez más acorralada.

-Y usted demasiado estirada.- Dijo Emma provocando que Regina alzase una ceja.

-¿Sabes con quién estás hablando?- Preguntó Regina que ya no quería seguir con el juego.

-Con la embajadora Mills, además de la dueña de todo esto y mi supuesta jefa. No crea que eso sea un problema, al contrario. Me excita muchísimo.- Aseguró acercándose rápidamente a los labios de la morena que no tuvo tiempo de reaccionar antes de notar como la besaba. Su plan de ignorar que conocía la verdad sobre Regina quedó relegada a un segundo plano cuando se le presentó la ocasión de provocar un poco más a la morena.

Emma pasó sus manos por la cadera de Regina y la atrajo hacía su cuerpo haciendo que no quedase ni un centímetro entre una y otra. La morena no podía negar que estaba excitada aunque su cabeza le decía que parase eso ahora mismo. Emma por su parte solo podía pensar en ese cuerpo perfecto que estaba deseando disfrutar.

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