Capítulo 30

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-Nunca pensé que serías del tipo de mujer que desearía ser madre.-Dijo Emma arrepintiéndose.- Perdón... no me he explicado... es que quiero decir que... O sea...- Regina sonrió entonces y la corto.

-Tranquila, he entendido.- Aseguró ella.- Siempre he deseado ser madre, pero primero la muerte de mi madre, después mi trabajo me alejaron de esa idea pero hace unos meses me encontré con la fuerza para hacerlo.-Dijo Regina con un gran cariño en sus ojos.

-Vale, eso lo entiendo y lo respeto. No puedo negar que fue una sorpresa pero creo que puedo vivir con ello y, te ves tan hermosa, así embarazada...- Murmuró Emma cogiendo las mejillas de la morena y la acercó para tocar sus labios de forma cariñosa.

-Emma, necesito que entiendas que esto no es un juego.-Susurró Regina con sus labios pegados a los de ella.- Estoy en un momento de mi vida que necesito tranquilidad.-Añadió después de morder el labio inferior de la rubia.

-Lo entiendo y quiero ser la persona que te de esa tranquilidad.- Aseguró Emma ahora sí apoderándose de los labios de la morena.

El corazón de ambas mujeres latía a un ritmo desenfrenado, Emma sabía que no sería fácil y que debía de cuidar a Regina más que nunca, pero estaba dispuesta a hacerlo. Después de verla tirada en el suelo del baño, sintió el miedo de que le sucediera algo, y entendió todo lo que le decía Mary Margaret cuando estaba saliendo con David, entendía lo que significaba estar enamorada. Aunque era muy pronto para confesárselo a Regina sabía perfectamente lo que sentía, ahora estaba segura de que haría cualquier cosa por esa mujer que besaba más calmadamente que nunca.

Por su parte Regina no podía creer que eso le estuviese sucediendo, no podía creer que la persona que había ocupado sus pensamientos desde que la había conocido había vuelto a ella y lo había hecho convertida en una mujer segura de sí misma. La morena sentía su corazón explotar de felicidad, es cierto que esos años que no se habían visto había tenido otras relaciones y que incluso estuvo a punto de pasar por el altar pero hubo algo que la detuvo a hacerlo y hoy, en ese mismo instante, supo que era. Todo ese tiempo había estado esperando la vuelta de esa mujer que ahora la besaba.

-¿Te puedo invitar a cenar?- Preguntó Emma una vez que hubo detenido el beso.

-¿Es una cita?- Preguntó Regina coquetamente.

-Sí que lo es, como te he dicho voy a hacer las cosas bien. Primero unas cuantas citas, unas flores, unos bombones, unos besos robados discretamente...- Emma iba besando las mejillas de la morena mientras hablaba.- Te voy a cortejar como nadie lo ha hecho.

-Emma, no es un juego.- Dijo Regina separándose, aunque sabía muy bien lo que sentía no quería sufrir y menos en ese momento.

-No lo es.- Aseguró Emma.- Sólo déjame demostrártelo, déjame conocerte.

-Está bien.-Confirmó Regina que se había levantado para coger otro chocolate.

Antes de que ninguna de las dos pudiese contestar Anna entró como un huracán en la oficina quedando estática al encontrarse a la rubia sentada en el sillón mientras que la morena tomaba unos bombones.

-¿Cómo estás?- Preguntó ella.- Acabo de llegar y la secretaria me ha dicho que no te encontrabas bien. Hola Emma.- Soltó educadamente al darse cuenta de que no había saludado.

-Hola.- Contesto simplemente Emma.

-Estoy bien, sabes cómo es esto. Las náuseas me afectan día sí día también.- Le explicó la morena con una sonrisa tranquilizadora en su cara.

-Vale, me alegro... pero la próxima vez me llamas.- Soltó casi en una amenaza.- Ahora me voy que creo que he interrumpido algo.

-No, no.- Dijo Emma levantándose del sofá.- La que me marchó soy yo, tengo que ir a ensayar un rato. Nos vemos esta noche, paso por ti a las 9.- Aseguró acercándose lentamente a Regina, le tentaba volver a besar esos labios que tanto la provocaban pero prefirió dejar un suave beso sobre su mejilla.

-Pídele a la secretaria las llaves de tu casa, las tiene allí.- Aseguró Anna que se había quedado alucinada con lo que había visto.

Emma simplemente asintió y agradeció antes de salir y cerrar la puerta tras ella. Regina se quedó estática con una sonrisa tonta en los labios y su mano sobre la mejilla que había sido besada por la rubia.

-¿Qué me he perdido?- Preguntó Anna cogiendo un bombón para después sentarse a esperar una respuesta.

-Tienes razón, ya no puedo negar lo que siento.- Aseguró Regina que se sentó al otro lado del escritorio.

La morena le contó como Emma había entrado para reclamarle que la hubiese dejado plantada, como la había visto vomitando y se había preocupado por ella además de todas las confesiones que Emma le había hecho en ese corto periodo de tiempo además de los sentimientos confesados.

-¡Qué bonito!- Espetó Anna que había escuchado atentamente a su amiga.

-Tengo el corazón acelerado.- Dijo Regina colocando su mano sobre su pecho.

-Regina, creo que esa mujer te adora y me alegra que hayas decidido darle una oportunidad. Tal vez sea la persona que complete tu vida, y si ni siquiera le importa que estés embarazada significa que le importas y mucho.- Aseguró Anna.

-Lo sé... le dejé muy claro que esto no es un juego para mí y me dijo que tampoco lo era para ella.- Sentenció la morena.- Creo que ha cambiado, la mujer que yo conocía no me habría rechazado, es decir, no habría parado mis besos.- Explicó al ver la cara de incomprensión de su amiga.

-¿Os lo habéis montado aquí?- Preguntó Anna pícaramente.

-Te acabo de decir que no ha querido.- Soltó Regina.- Aunque agradezco que lo haya hecho, porque demuestra que quiero algo más que sexo, mis hormonas cada vez están más revolucionadas y no sé si no me traicionaran cuando menos me lo espere.-Espetó algo frustrada.

-No creo que la señorita Swan sea capaz de decirte dos veces que no.- Aseguró Anna que ya se había levantado para marcharse.- Vuelvo para almorzar.-Dijo antes de salir.

Regina se quedó sola en su despacho contemplando el bonito ramo de flores que Emma le había regalado así como la caja de bombones que ya estaba casi vacía. La morena no pudo evitar que una sonrisa naciera en sus labios al darse cuenta como su vida había cambiado de un momento para otro. Darse cuenta de que su vida se volvía impredecible, por primera vez en la vida, había dejado de darle miedo para sentirse más viva y dueña de su vida que nunca. 

Juego de SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora