-Aquí esta, aquí la tengo.- Murmuró el médico con una pequeña ensangrentada entre sus manos.
El llanto de la pequeña fue el sonido más maravilloso que los tres pudieron escuchar. El hombre cortó el cordón y lio a la pequeña en una manta que allí había. Tras tapar un poco a la morena le dio a la pequeña que manoteaba y lloraba escandalosamente.
-Podemos continuar.- Le pidió al conductor de la ambulancia con una sonrisa en su cara.- Creo que para ser la primer vez no ha estado tan mal.- Soltó el hombre ganándose una mirada de reproche de ambas.
-¿La primera vez?- Preguntó Regina ya que Emma estaba perdida mirando a la pequeña.
-Soy cirujano.- Contestó él.- Pero no os preocupéis, cómo médico estoy preparado para casi todo.- Aseguró entonces él para tranquilizar a la mujer.
Regina iba a decir algo pero la ambulancia se paró y la puerta se abrió. Varias enfermeras llegaron y tras bajar la camilla se la llevaron para revisarla así como a la niña.
Emma estaba totalmente estática en la puerta de la habitación que le habían asignado. Anna llegó unos segundos después cargando una bolsa que tenían preparada para cuando eso sucediera. La morena se acercó hacía ella asustada por la falta de expresión que tenía la rubia en su cara.
-¿Qué ha pasado? ¿Por qué estas llena de sangre?- Preguntó mirando el pijama de la rubia. - ¡Emma!- Le gritó para no abofetearla.
-Es preciosa.- Aseguró Emma.- Es perfecta.- Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Cómo?- Preguntó nerviosa Anna.
-Nació en la ambulancia, antes de que pudiésemos llegar aquí.- Aseguró entonces ella.- La sangre no es mía, es que la cogí en brazos. Es tan pequeña.- Sus ojos no dejaban de llorar.
-Felicidades.- Soltó Anna abrazándola con fuerza con su ya abultado vientre.
-Gracias.- Emma se recuperó y tomo aliento.
La rubia se quitó la camiseta del pijama quedándose con una pegada camiseta de tirantes blanca y los pantalones del pijama. Emma se acomodó entonces en el sillón esperando a que las enfermeras volviesen con su novia o con su hija.
-¡Emma!- Espetó Mary Margaret que había sido avisada por Anna.
-Mary.- Dijo entonces Emma levantándose para saludarla.
-¿Cómo estás? ¿Cómo esta Regina?- Preguntó entonces ella.
-Estoy bien, y Regina también. Esa niña quería ver el mundo cuanto antes.- Aseguró entonces la rubia abrazándose a su amiga.
-¿Ha nacido ya?- Preguntó sorprendida.
-Así es, en la ambulancia. Me ha dado un susto de muerte.- Aseguró entonces la rubia.
-Creo que es igual de impaciente que su madre.- Dijo Anna que entró pinchando a Emma.
-O que su madrina.- Soltó siguiéndole el juego.- Gracias.- Emma cogió el café que la morena le ofrecía.
-¿Dónde están?- Preguntó entonces ella.
-Las enfermeras aún no las han traído pero el médico me ha dicho que están bien.- Aseguró entonces la rubia.
-Se te ve cansada.- Murmuró Mary Margaret acercándose a Anna para acariciarle la barriga.
-Simplemente me he asustado.- Aseguró la mujer dejándose caer en el sofá.
-Déjame, cariño.- Dijo Graham entrando detrás de ella, había tardado mucho en aparcar el coche. - ¿Cómo están?- Preguntó mientras le quitaba los zapatos a su mujer para darle un mansaje.
-Están bien.- Aseguró Emma bebiendo el café.- ¿Dónde está David?- Preguntó mirando a la morena.
-Lo he avisado, vendrá en un rato.- Aseguró Mary Margaret.
Mary Margaret y David habían programado la boda para dos meses después. Tenían en mente haberlo hecho antes pero con el embarazo de Regina había preferido esperar, querían que tanto Emma como Regina pudiesen acudir a la boda en perfecto estado.
Emma aunque había intentado convencerla no lo había conseguido, la morena estaba tan ilusionada con que fuese su madrina de bodas que no había dudado ni por un momento en aplazar la boda.
Las enfermeras hicieron su aparición unos minutos después. Trajeron la camilla donde descansaba Regina junto a la pequeña a la que venía dándole el pecho. Emma se levantó precipitadamente, tanto que se echó el café encima de la camiseta limpia.
-¡Joder!- Gritó Emma que se había quemado.
-Esa lengua, Swan. Ahora tienes una hija que educar.- Le regañó Regina con una sonrisa tonta en su cara.
Emma no pudo responder nada, simplemente se acercó a la cama donde descansaba Regina y la pequeña. Con las manos temblorosas acarició el rostro de la bebe que se removió y alcanzó a coger el dedo con su manita. Las mejillas de Emma estaban llenas de lágrimas, lágrimas de felicidad.
-Es preciosa.- Aseguró entonces Emma.- Gracias.- Murmuró acercándose para dejar un beso sobre los labios de la morena que respondió al gesto encantada. – Te amo.- Añadió ella cuando se separó de los labios de su prometida.
-Yo también.- Contestó Regina que volvió en si unos segundos después viendo la cantidad de gente que había en la habitación.
-Sentimos interrumpir.- Dijo en tono de broma Anna.- ¿Nos presentas a...,? ¿Cómo dices que se va a llamar?- Preguntó la morena que llevaba varios meses intentando interrogar a la pareja para que les dijese cual era el nombre.
-Regina, se va a llamar Regina.- Aseguró Emma que no dio lugar a duda.- ¿Verdad Gina?- Preguntó mirando a la pequeña que solo se movió para colocarse mejor contra el pecho de la morena.
-Gina, me gusta.- Aseguró Anna.
-A mí también.- Soltó Mary Margaret.
Emma se giró y los miro con una gran sonrisa en su cara, disfrutaba enormemente viendo a todas esas personas reunidas allí, con ellas. Gina no había soltado el dedo de la rubia desde que lo había cogido y esta estaba encantada. Amaba enormemente a la morena y se había enamorado también de esa pequeña unos minutos después de haberla visto.
-Creo que ya no quiere más.- Dijo entonces la morena que noto como la niña soltaba el pecho.
La morena se cubrió y le dejó a Emma que la cogiese en sus brazos con mucho cuidado. A la rubia le daba miedo cogerla en sus brazos, le daba pánico pensar que se podía caer o que podía hacer algo más.
-Tranquila.- Murmuró entonces Regina.
-¿Puedo?- Preguntó entonces Graham que se acercó a ella.
Emma le dijo que sí y le tendió a la pequeña que parecía estar cómoda en los brazos del hombre que sonrió como un tonto al verla en sus brazos. Regina hablaba con Mary Margaret mientras que Graham, Anna y Emma disfrutaban mirando a la niña que ahora descansaba en la cuna.
-Hola.- dijo David apareciendo en la habitación con un peluche de conejito y un ramo de flores.- Esto para ti.- Le tendió las flores a Regina que se lo agradeció con la mirada.- Y esto para el nuevo miembro de la familia.- Puso el conejito en la cuna.
-Muchas gracias.- Dijo Emma abrazando a su amigo que estaba muy feliz de verla.
Todos los allí presentes estaban felices, la escena que había provocado esa situación había quedado en el olvido. Regina se quedó dormida unos minutos después y los demás se quedaron charlando y disfrutando de la niña que también dormía.
¿Os ha gustado? Estamos llegando al final de esta historia.
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Juego de Seducción
Hayran KurguEmma Swan y Regina Mills son dos mujeres con una vida completamente diferente que comenzarán un juego de seducción donde no habrá una ganadora. A veces jugar con fuego es inevitable.