Capítulo 36

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Emma se había metido en la cocina mientras que Regina había subido a su habitación para darse una ducha y ponerse algo más cómodo para estar por casa. A Emma le hubiese gustado poder llevarla a un restaurante y además al teatro como tenía pensado pero la idea de pasar la noche en la mansión también le gustaba. Sabía perfectamente que no iría a dormir a su casa esa noche.

La rubia había puesto su móvil sobre la encimera y de él salían canciones aleatorias, siempre que cocinaba lo hacía. Había decidido prepararle unas pechugas de pollo a la sidra con champiñones y de postre un helado, por suerte había encontrado todo lo que necesitaba en la enorme cocina de Regina.

-Huele muy bien.- Dijo Regina que había entrado en la cocina al escuchar la música desde el pasillo.

-Soy una buena cocinera.- Soltó Emma con superioridad pero echándose a reír al ver la cara de escepticismo de la morena.

-Eso solo lo puedo juzgar yo.- Espetó Regina cogiendo un vaso de agua.

-Entonces vamos a la mesa.- Dijo la rubia colocando sus manos en las caderas de la morena por la espalda para dirigirla al comedor.

Emma había colocado dos servicios sobre la mesa además de unas flores que había encontrado en el jardín para adornar la mesa. Además había colocado un par de velas que había encontrado en la cocina mientras preparaba la cena.

-¿Cómo te ha dado tiempo a montar todo eso?- Preguntó mirando a la rubia.

-Tu jardinero, John, me ha ayudado con las flores.- Contestó Emma apartando la silla para que se sentase.- Marian, me ha ayudado a poner la mesa y el resto lo he preparado yo.- Aseguró la rubia.

-¿Has conocido a todo el servicio?- Preguntó con sorpresa.

-A casi todo, sí.- Contestó Emma.- menos a la cocinera.- Dijo la rubia.

-No tengo cocinera.- Aseguró entonces Regina.

-¿Y eso?- Preguntó sirviendo dos vasos de refresco.

-Me gusta cocinar.- Concluyó Regina.-Y no soporto que nadie entre en mi cocina.- Dijo lanzándole una mirada a la rubia que sonrió.

-Me alegra ser la excepción.- Aseguró Emma dejando un beso en el cuello de la morena para marcharse a la cocina a por los platos.

Regina sonrió, en su mente jamás imaginó encontrarse en esa situación. Emma se mostraba amable y cariñosa con ella y eso derretía su corazón, además de que aliviaba toda la ansiedad que le generaba la idea de estar sola durante su embarazo.

-Aquí estoy.- Dijo Emma entrando con dos platos en sus manos.

Emma los colocó en medio de las dos, tras servirle un poco de ensalada a la morena se sirvió también y comenzaron a cenar.

-¿Cómo te ha ido el día?- Preguntó Emma para aliviar el silencio que se había instaurado entre ellas.

-Aburrido, muchas reuniones y mucho papeleo.- Soltó Regina comiendo con gusto.

-¿Te encuentras mejor ya?- Preguntó aunque el apetito de la morena le confirmaba que sí.

-Sí, son cosas normales. Hasta que no cumple al menos tres meses no se me aliviaran.- Aseguró entonces ella.

-Supongo que sí pero tengo que reconocer que me he asustado.- Confesó Emma cogiendo la mano que la morena tenía sobre la mesa.

-No tenías porque, aunque me alegra que así sea.- Confesó también Regina.- De verdad que quiero que esto salga bien.- Añadió después apretando los dedos de Emma con su mano.

-Yo también quiero que salga bien y pondré todo de mi parte para que así sea.-Aseguró la rubia con una sonrisa en la cara.

Emma se acercó y dejó un beso sobre los labios de Regina que correspondió al gesto colocando su mano sobre la mejilla de la rubia.

Las dos siguieron comiendo tranquilamente mientras charlaban del trabajo de ambas, Emma le contó su mañana ensayando y luego preparando la mudanza junto a Mary Margaret.

-¿Te gusta tu casa?- Preguntó Regina terminando su plato.

-Claro que sí.- Sentenció Emma.- Gus, mi ayudante, conoce perfectamente mis gustos, así que está bien.- Concluyó ella.

-Me alegra mucho que así sea.- Dijo la morena mirando a la rubia.

La charla había sido tan agradable y amena que no se habían dado cuenta del tiempo que pasaron cenando. Fue Emma la que se percató de que ambas habían terminado la comida.

-Te la puedo enseñar cuando quieras.- Aseguró la rubia levantándose para ir a buscar el postre.

-Te recuerdo que he sido yo la que la he renovado.- Dijo la morena ayudándola con los platos.

-Cierto, pero aun así le voy a dar mi toque personal.- Soltó la rubia metiendo los platos en el lavavajillas.

-En ese caso me encantaría verlo.- Dijo Regina sentándose en un taburete esperando a que Emma terminase.- Hay helado en el congelador.- Añadió una vez que terminó.

-¿Antojo?- Preguntó entonces Emma sacándolo aunque ya lo había visto antes.

-Algo así, adoro el chocolate y normalmente no lo como.- Contestó Regina.- Digamos que el embarazo es una buena excusa.- Soltó después.

Emma comenzó a reír mientras sacaba el helado del congelador mientras Regina la observaba. La rubia abrió el frigorífico y sacó un bote de nata que había visto mientras preparaba la cena.

-Vete al comedor, ahora te llevo el postre.- Dijo Emma mientras se movía con confianza por toda la cocina.

-¿Por qué no lo tomamos aquí?- Preguntó Regina mirando lascivamente a la rubia que estaba de espaldas.

-Venga vale.- Contestó Emma sacando dos bolas de helado para colocarlas en una copa.

El silencio se estableció entre ambas, un silencio cómodo en la que ninguna de las dos tenía que decir nada para sentirse bien. Este silencio fue roto por unos golpecitos en la puerta que daba al jardín. Regina se levantó y caminó hacia la puerta donde se encontraba la pequeña perrita de la morena.

-Hola, me había olvidado de ti.- Dijo la morena cogiéndola en sus brazos.

-¿Has visto que dueña más mala tienes?- Preguntó Emma abrazando a Regina por la espalda dejando un beso en su cuello.

-¿Perdón?- Preguntó Regina haciéndose la ofendida.

-Te perdono.- Soltó Emma besando cariñosamente su cuello mientras acariciaba a la perrita que ladraba feliz. –El postre está listo.- Dijo Emma soltándola para que le echase de comer a la perrita.

-Podemos tomarlo en el jardín, hace muy buena noche.- Sentención Regina cogiendo el cuenco de la comida de Tina.

-Claro, adelántate. – Dijo entonces Emma.

La rubia se quedó en la cocina terminando el postre. Además de la bola de helado de chocolate había puesto un poco de nata y unas virutas de chocolate que había sacado de un estante de la cocina de la morena. Una vez que había terminado cogió dos cucharitas y salió al jardín.

Regina estaba sentada sobre una tumbona que había cerca de la piscina con la perrita corriendo a su alrededor. Emma se acercó y se sentó rodeando el cuerpo de la morena con sus piernas. Regina se reclinó y apoyó su espalda sobre el pecho de la rubia que sonrió. 

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