Emma se encontraba una vez más en ese escenario, en ese teatro que tantos recuerdos le traía. Regina se encontraba sobre el piano, mientras que Emma tocaba, solo para ella. La música hacía que ambas se encontrasen completamente relajadas.
-Te amo.- Dijo Emma levantándose una vez que había terminado de tocar.
-Yo también a ti.- Murmuró Regina atrayendo a su esposa hacía ella.
Las dos se besaron apasionadamente, los años no había hecho menguar ni una pizca el amor y la devoción que cada una sentía por la otra. Las manos de Emma, como siempre que estaban cerca de la morena, se volvían inquietas y deseaban acariciarla hasta cansarse.
-Vamos a cenar.- Murmuró separándose con toda la fuerza de voluntad que había sacado.
-Esto es increíble.- Dijo Regina que se había sorprendido al ver como Emma había preparado el teatro para celebrar su cumpleaños.
-Te mereces todo esto y mucho más.- Aseguró Emma sonriendo.- Además quería que tuviésemos un rato para estar solas, además de para poder dedicarte esa canción. Llevo meses componiéndola.- Explicó la rubia.
-¿Por eso has dejado de ensayar en casa?- Preguntó con curiosidad Regina que ya estaba sentada en la silla con la mesa que allí había delante.
-Exacto.- Contestó Emma sirviendo el vino.- Quería que fuese una sorpresa.
-Lo ha sido, como siempre.- Aseguró entonces la morena.- Por nosotras.- Dijo alzando la copa para brindar.
-Por el amor.- Dijo Emma siempre tan romántica.
La rubia sirvió los platos que había mandado preparar y ambas cenaron entre besos y caricias. Emma quería que ese cumpleaños fuera especial, quería que Regina se sintiese querida y amada. En los últimos meses ninguna de las dos había tenido mucho tiempo para dedicarse la una a la otra así que quería con ello recompensar todos los viajes que había tenido que hacer para poder actuar y las noches de trabajo donde casi no podían ni verse.
-Ha sido una noche magnifica, cariño.- Aseguró Regina que ya se estaba bajando del coche en la mansión.
-Me gustaría haberla terminado en un hotel...- Murmuró pero antes de poder besar a su esposa la puerta de la mansión se abrió y se escucharon gritos por todo sitios.
-Felicidades.- Escucharon las dos mujeres que se sorprendieron.
-¿Qué hacéis todos aquí? –Preguntó Emma que no sabía nada y estaba igual de sorprendida que Regina.
Mary Margaret cogió a ambas mujeres del brazo y las metió dentro de la casa que estaba llena de gente. En el centro de la gran mesa había una hermosa tarta de chocolate con dos velas marcando los 48 años que cumplía la morena.
Regina se vio abrazada y felicitada por todos los presentes. Anna, Graham, Sophia y Alan junto con Mary Margaret, David y Neal. Además, se encontraba Gus junto con su marido, Rick. Pero la morena solo podía mirar a esos pequeños, no tan pequeños que llenaban sus días de alegría y felicidad.
Gina era una preciosa joven de 15 años, era igual a la morena pero compartía la afición por el piano con la rubia. Además, estaban los gemelos, Oliver y Matt, Emma había cumplido su sueño y algunos años después de que naciese Gina, la rubia se había quedado embarazada dando a luz a esos dos pequeños terremotos que había convertido la casa en un campo de batalla constante. Por último, estaba Alex, una pequeña de cinco años que habían adoptado cuando tan solo tenía unos meses.
Regina sonrió al verlos a todos allí reunidos, eran una familia. Siempre lo habían sido pero cada día se daba cuenta de la suerte que tenía de tener a tanta gente a su lado. De cómo su vida había cambiado hacía ya tantos años y de cómo día a día tenía que dar gracias por todo lo que había conseguido.
ESTÁS LEYENDO
Juego de Seducción
أدب الهواةEmma Swan y Regina Mills son dos mujeres con una vida completamente diferente que comenzarán un juego de seducción donde no habrá una ganadora. A veces jugar con fuego es inevitable.