Capítulo X

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Cada uno interpreta el tiempo a su forma.

Muchos rezan para que las manillas del reloj se muevan más rápido y otros, rezan para que el tiempo no se les escape de entre las manos. No sé en cual de esos grupos estoy, ni siquiera sé si verdaderamente me encuentro en uno de ellos.

Puede que rece para que el tiempo pase rápido pero sin que se me escape de las manos.

No sé qué pasó ayer y tampoco quiero tener demasiados detalles sobre el asunto. Pero me hubiese gustado emplear mi tiempo, ese que pasa tan rápido y lento a la vez, de otra manera.

Pensaba que empezar de cero desde el mismo sitio iba a ser bueno, que iba a poder empezar una nueva vida en el mismo sitio donde había acabado otra.

Ahora veo que no, que nadie puede cambiar lo que era si aún está presente su antiguo yo.

¿Y cuál es mi antiguo yo?

Puede que no haya solo uno, que mi antiguo yo sea una mezcla de mis otros antiguos yo, ésos que en un día me planteé cambiar.

Todos hemos querido cambiar alguna vez.

Lo que quiero cambiar ahora es esta resaca que me impide mover cada centímetro de mi cuerpo sin que sienta que pesan una tonelada más de lo normal y este insoportable dolor de cabeza parecido a miles de abejas taladrando mi cráneo.

Costosamente consigo incorporarme con la cabeza dándome vueltas.

Mierda.

Ésta no es mi habitación, no puedo vislumbrarla bien pero no hay estrellas en el techo y las paredes son de color de rosa, yo nunca pintaría mi habitación de rosa.

- ¿Hope?

- Eeeeh...¿si...? - siento la boca pastosa y no consigo articular nada más que monosílabos.

- Uf, ya era hora de que te despertaras, me tenías preocupada.

- ¿Qué...?¿hora...?

- Estás más borracha de lo que pensaba, dios mío.

Señalo mi muñeca simulando un reloj imaginario.

- Oh, son las...- enciende la pantalla de su móvil- Son las 4 de la tarde.

- ¿Queeeeeé? ¿Cuaaantoo tieempo...lleevo?¿...doormida?

- Pues...cuando te encontré llamando al timbre de mi casa gritando que habías visto serpientes que se convertían en farolas y muñecos de jengibre mutantes eran las tres de la mañana - puso cara de estar recordándolo todo como algo cómico - Después de que tranquilizaras te desplomaste en la entrada de mi casa y te llevé a mi habitación.

- Oooooh, Aaapriil...gracias - vuelvo a acostarme en la cama con los brazos abiertos.

- No hay de qué, esta mañana he llamado a tus padres y les he dicho que habías decidido quedarte a dormir en mi casa porque no tenías ganas de fiesta. Y mi madre no estaba. - me mira y suelta una carcajada- Hope, si sigues haciendo la croqueta te vas a caer de la cama.

- Noooo, sooy fueerte como una roca... sobreviviiiré...

- Hope, levanta del suelo.


Después del incidente tortita, porque mi cara se estampó como una tortita en una sartén cuando le das la vuelta, bajé a la cocina donde April, toda generosa ella, me hizo un desayuno/almuerzo/merienda catastróficamente delicioso.

Catastrófico. Porque me pasé el resto de la tarde vomitándolo.

Llamé a Alexis desde el teléfono de April porque el mío estaba apagado y sin batería pero tampoco lo cogía, así que cuando no vomitaba tomaba pastillas para el dolor de cabeza.

Cuando se hizo de noche April llamó a mis padres y les dijo que me iba a llevar a casa andando, y así podía despejarme antes de entrar en mi casa.

- Gracias, April.

- Oh, no hay de qué Hope, somos amigas - sonríe.

- Ya, pero no todas las amigas te salvarían de semejante lío - juego con las llaves de la puerta y la miro - Sé que esto también es duro para ti.

Se le borra la sonrisa de la cara y me mira porque sabe a qué me refiero.

- Sí, lo es.

No sé qué más decir así que me doy la vuelta e introduzco las llaves en la cerradura pero antes de que pueda entrar April me para.

- Te quiso hasta el último momento, Hope - esboza una sonrisa triste- Incluso cuando sabía que no había esperanzas intentó quedarse por ti.

Asiento y susurro un gracias aunque por dentro me acaba de doler como mil puñales en la espalda.


Cuando entro en la casa subo las escaleras sin saludar y me encierro en mi habitación. Enchufo el teléfono al cargador y lo enciendo.

Siguen ahí, los tres mensajes que no he podido borrar porque es lo único que me queda de él, sus últimas palabras. Pero hay algo nuevo, un reluciente uno indica que tengo otro mensaje de un número desconocido.


Número desconocido:

Al final la Srta. Borde sí que sabía bailar después de todo.



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