Capítulo XIII

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Salgo corriendo del parque con lágrimas en los ojos, a lo lejos puedo oír cómo Maia grita mi nombre y me dice que vuelva, pero mi cuerpo solo responde a huir, a alejarme lo máximo posible de todo : de mí, de ellos, de mis recuerdos...

- ¡Hope! ¡Hope espera, por favor!

Sigo corriendo y me obligo a aumentar el ritmo. Parece que lo consigo, ya no oigo sus gritos lejanos, solo el sonido de mi respiración entrecortada.

¿Puede ser que Aiden se haya caído? Me giro para comprobarlo y doy con él justo a tres centímetros de mi cara. Paro en seco, pero él frena tarde y nos hace caer a ambos entre un revoltijo de piernas y brazos humanos.

- Ay - grito-, ¿sabes lo que es el espacio personal?

- ¡Lo siento! No pensé que al frenar me fuese a caer encima de ti. Ni siquiera pensé que fuese a caerme.

- ¿No pensabas?¿sabes lo que es la gravedad, Aiden?

Me levanto dispuesta a irme mientras él sigue en el suelo, así tendré más ventaja por si se le ocurre volver a correr detrás de mí, pero él me para

- Para, no te vayas.

- ¿Y qué quieres que haga?

- Explicarme qué te pasa - no contesto -. Hope, no puedes huir así, no puedes llegar y desaparecer. Tienes y necesitas ser escuchada por alguien, una persona no puede cargar con todos sus problemas.

- Yo siempre lo he hecho - pienso en Noah y me obligo a no llorar -. Posiblemente sea lo que todos hacen ¿no? Todos cargamos con nuestros problemas, todos nos llevamos la vida intentando encontrar a alguien que nos ayude a repartir la carga, pero nadie piensa que la otra persona también tiene problemas. Probablemente tú los tengas.

- Claro que lo piensan, para eso están. Se reparten sus respectivas cargas entre los dos, uno piensa en el otro, se preocupa por él.

Tiene razón y eso me duele. Yo ya no tengo a nadie que compense mi balanza, que incline mis problemas y miedos hacia el lado bueno.

- Mírame, Hope - me giro en su dirección -. Yo también tengo problemas, yo tampoco tengo a nadie que me ayude a repartir la carga, por eso quiero ayudarte, yo quiero que tu carga sea un poco menos pesada.

- Apenas me conoces, ¿cómo sabes si eso es lo que quieres? ¿cómo sabes si ayudarme lo hará mejor?

- No lo sé, pero sé que eres extraordinaria, déjame ayudarte - no parece convencido, de hecho, lo dice cansado y rendido. ¿Realmente me podrá ayudar?

- Está bien, pero tengo una condición.

- ¿Cuál? - se pone de pie de un salto y esboza una sonrisa de oreja a oreja.

- Tú me tienes que contar los tuyos antes.


Le doy un mordisco a la hamburguesa haciendo que el queso derretido chorree por los lados. Agarro el pan con más fuerza, haciendo que parezca una masa deforme de carne y bacon con migas de pan.

- Estás muy graciosa cuando tienes la boca manchada - dice Aiden desde el otro lado de la mesa, entre risas.

- Lo dice el que tiene toda la camiseta manchada de mostaza - cojo una servilleta y trato de quitar los restos de queso de mi boca, mientras Aiden se frota la camisa extendiendo la mancha aún más -. Así no consigues nada, bueno, parecer mucho más tonto de lo que eres.

- Me estoy arrepintiendo de haberte invitado a comer, Señorita Borde.

- Vete a la mierda.

Veinte minutos después salimos del local demasiado llenos para insultarnos.

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