Capítulo XIV

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Existe una línea. Una línea gruesa, aunque fina al mismo tiempo. Una línea que se nos hace grande a la hora de cruzarla, como un abismo por el que te cuidas de no caer demasiado pronto aunque sepas que en algún momento vas a caer. Sólo se les hace fina a los que ya no tienen miedo ni nada que perder, a los que han asumido que va a ocurrir, que en cualquier momento vamos a morir y sabe que ya no tiene nada por lo que quedarse.

Mi línea es una mezcla de estas dos dimensiones, un pequeño gran abismo del que puedo caer en cualquier momento, pero yo escojo ese momento.

Inspiro profundamente y balanceo las piernas, suspendidas en el vacío. A Noah le hubiese gustado esto, este abismo lleno de vida que se extiende bajo mis pies, este cielo estrellado sobre mi cabeza que tantas veces contamos en la diminuta réplica de mi habitación. Pero Noah ya no está.

¿Qué he de hacer?¿Olvidar o dejar de poder olvidar?

Quiero olvidar. Necesito olvidar. Pero no sé cómo.

Me levanto lentamente del alfeizar del edificio y lo contemplo todo de pie, con el viento azotando cada extremidad de mi cuerpo, con los coches diez pisos más abajo pitando, como si me invitasen a saltar y unirme a el cúmulo de gente.

Respiro hondo y camino lentamente en equilibrio. Voy poniendo los pies uno delante de otro, consciente de que cada paso que doy podría hacerme caer estrepitosamente. Aunque tampoco me importa.Vuelvo a respirar, estiro los brazos para tener más equilibrio y avanzo, pero una fuerza invisible me hace tropezar.

Siento que caigo, rápido y lento al mismo tiempo, también siento como todo mi cuerpo se estrella contra el tejado de este edificio viejo y destartalado. Una vez más el destino ha querido que vaya por el camino contrario al que deseo.

Qué más dará ya qué desee, los deseos son para las personas que tienen a alguien que les haga desear y que los cumpla.

Cuando sollozo me invade una amarga tristeza y se me inundan los ojos, impidiéndome ver. Me levanto lentamente, todavía sin ver demasiado y bajo las escaleras del alto edificio al trote. Al salir a la calle comienzo a correr, alejándome de la acera donde su cuerpo yació.


Entro jadeante por la puerta de mi casa. Las luces están apagadas y no se oye la típica actividad que llena las casas a estas horas, por muy mínima que sea. Paseo por el salón y mi habitación, luego bajo a la cocina y me encuentro una nota pegada en la nevera.

No están. Christina y Ewen se han marchado de la ciudad durante unos días debido a unos asuntos familiares.

Vuelvo a subir las escaleras y enciendo la luz de mi habitación. Busco mi teléfono y lo enciendo. Encuentro llamadas perdidas de Christina y me dispongo a llamarla cuando el sonido seco que me avisa de que tengo un mensaje suena, veo que es de Aiden. Ya llamaré a Christina por la mañana, a una hora decente.

Aiden: ¿Tienes algo que hacer?

Yo: ¿No deberías de estar durmiendo?

Aiden: Yo no te he preguntado qué haces llegando a tu casa a estas horas.

Y no respondas con otra pregunta.

Yo: No, no tengo nada que hacer.

Y ahora me toca a mí preguntar.

¿CÓMO DEMONIOS SABES QUE ACABO DE LLEGAR A MI CASA?

Aiden: Pues porque estoy enfrente de tu casa, lógicamente.

Yo: ¿Te parece lógico estar espiándome a las dos de la madrugada?

Aiden: Claro.

¿Cómo si no te iba a recoger para nuestro fantástico plan nocturno?

Yo: No me digas que piensas robar una tienda.

Aiden: Siento decepcionarte.

Yo: Entonces, ¿ qué vamos a hacer tan fantástico que no es delictivo a tales horas?

Aiden: Ven conmigo y lo verás.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora