Capítulo IV

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Despierto con el atronador sonido del despertador. Busco a tientas por la mesa el dichoso aparato, que parece sonar cada vez un poco más fuerte. En vez de eso encuentro algo parecido a un papel.

Me incorporo y abro los ojos lentamente, acostumbrándome a los rayos de sol que entran por mi ventana. Vislumbro letras al azar y distingo la letra de Noah.


Hope,

Faltaré las primeras dos horas de clase. Resulta que a la profesora de Historia se le ha muerto uno de sus veinte mil gatos. Debido a su luto ha decidido faltar a clase durante no sé cuánto tiempo y el centro le ha dejado (sigo sin poder creerme que lo hayan hecho, pero tal vez ellos estén tan hartos como nosotros de ella). Como también es mi tutora y da la casualidad de que Historia y Tutoría van seguidas en mi horario nos dan vía libre para quedarnos en casa.

No estaré en casa. April y yo hemos hecho planes.

Nos vemos en la cafetería,

Noah.

PD: Siento no poder ayudarte a matar a ese ser del demonio al que te atreves a llamar despertador.


Suspiro y doblo la nota lentamente. Lo increíble era que el despertador seguía funcionando así que le pegué un manotazo irritada. Lo observé desde el suelo durante un rato hasta que me fijé en la hora que era y tuve que salir corriendo hacia el baño para no volver a llegar tarde.

Cuando al fin llegué al instituto, despeinada y sin apenas aire en los pulmones de tanto correr, el timbre estaba sonando. También tuve la mala suerte de que por una vez en la vida mi profesor de Biología se había dignado a llegar temprano por lo que lo interrumpí mientras pasaba lista. Algo que no le gustó nada.

- Llega usted a tiempo, señorita Lewis - comentó con su habitual voz ronca -. Tendrá usted la inmensa suerte de no perderse una entretenida clase sobre el comportamiento de las morsas.

Y en efecto, fue la clase más aburrida de mi vida. Incluso me llegué a preguntar para que querían las morsas que supiéramos cómo se comportaban. POSIBLEMENTE A NADIE LE INTERESASE CUANTO LLEGABA A PESAR UN MORSA.

Casi grité de alegría cuando llegó la hora de ir a la cafetería.

- Dios, ¿soy la única que casi se muere en clase de Biología? - comentó Alexis. Que caminaba a mi lado.

- Al fin he comprendido la expresión "tan aburrido como una morsa" - contesté -. Lo peor de todo es que para el profesor era el tema más apasionante del mundo - me paré en la entrada de la cafetería, intentando divisar con la mirada a Noah  - ¿Ves a Noah o a April por algún lado?

Alexis negó con la cabeza.

- Se suponía que ya tendrían que estar aquí. Noah me dijo que llegarían a la hora del recreo.

- Tal vez han decidido escaparse juntos - dijo Lexis resoplando -. Sería lo normal. Están todo el rato juntos. Y ahora, paremos de hablar de amor y comamos algo.

- Está bien. Está bien.


Es curioso cómo todo tiende a ir mal en los mejores momentos. 

La vida siempre se presenta como un puzzle fácil de resolver que luego se convierte en una guerra de piezas que no encajan en ninguna parte. No tengo ninguna duda de que mi puzzle es el más difícil, esa clase de puzzles en las que uno no sabe cómo empezar y cuando al fin tiene una estrategia para encajarlo todo, algo falla. Ya que todo en esta vida falla. 

Trato de hundirme lo máximo posible en el sofá donde estoy sentada. Tal vez así nadie note lo mucho que me cuesta contenerme en estos instantes. Christina, mi madre adoptiva, me aprieta la mano con tristeza y los ojos llenos de lágrimas. Ewen, su marido, aún no ha llegado a casa pero en cuanto le sea posible vendrá a casa. Según me han dicho.

- Así que tu hermano tenía dos horas libres esta mañana - volvió a repetir el hombre trajeado que nos interrogaba.

- Tengo una nota que lo corrobora - contesto enfocando la vista hacia la mesa -. Ya se lo he dicho, me dijo que iba a estar con su novia y que me vería a la hora del almuerzo.

- ¿No notaste ningún comportamiento extraño en él o algo parecido? - insistió mientras escribía algo en un cuaderno de notas -. Es de vital importancia.

- Mire, mi hermano seguía igual que siempre. Estaba feliz y no mostraba indicios de que quisiese morirse - dije toscamente -. ¿Puede decirnos de que ha muerto?

- No soy forense pero por lo he entendido le ha dado una especie de crisis al no inyectarse la dosis de insulina que debía de tomarse. Llevaba varios días sin hacerlo, algo extraño. No es muy frecuente encontrarse con una muerte de este tipo.

- ¿Está diciéndome que mi hermano está muerto por no inyectarse un líquido?

- No pudieron salvarlo. La ambulancia no llegó a tiempo y aunque hubiese llegado, la presión fue tal que no podía respirar. Siento su pérdida.

- Yo también lo siento.

Me levanto y suelto la mano de Christina, que llora desconsoladamente junto a mí. Subo las escaleras y me encierro en mi habitación, chillando y sin poder aguantar más.


ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora