Capítulo XII

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Aiden: ¿Dónde estás?

No me digas que me vas a dar plantón después de TRES SEMANAS insistiendo.

Yo: Estoy aquí...

Aiden: ¿Dónde?

Yo: Justo detrás de ti, tonto.

Aiden se la vuelta y se encuentra conmigo. Sonríe y me mira durante unos segundos que me parecen eternos, el contacto visual no se me da demasiado bien así que aparto la vista y doy un pequeño respingo.

- ¿Qué vamos a hacer?- pregunto.

Comienza a caminar y me deja atrás. No dice nada. Sólo anda con paso rápido hacia algún lado. Veo cómo se detiene a sacar su teléfono móvil y llama a alguien, intercambia algunas palabras con él y cuelga entre risas.

Yo: ¿Se puede saber qué pasa?

Aiden: Vaya, la Señorita Borde vuelve a la carga.

Yo: No estoy siendo borde, sólo quiero saber qué pasa, ¿por qué insististe tanto en verme si luego te ibas a ir?

Aiden: No me voy a ir.

Yo: Estoy viendo cómo te ríes desde el otro lado del parque.

¿Por que te ríes?

Aiden: Porque me hace gracia que te enfades.

Yo: ¡No me enfado!

Observo cómo vuelve a reírse y resoplo irritada, ¿ cómo puede ser alguien tan idiota?

Estoy a punto de irme y dejarlo solo en el parque cuando de repente aparecen un chico y una chica, ambos riendo, sujetando un monopatín. Antes de que Aiden se dé cuenta de que los tiene detrás, el chico levanta el monopatín y le da con éste en la espalda, pero en vez de gritarle y enfadarse Aiden comienza a reírse y a saludar a los dos chicos.

La chica tiene el pelo negro como la tinta y largo, muy largo. Me fijo en que lleva unas botas negras hasta por debajo de las rodillas y por encima de estas una falda negra pequeñas motitas blancas. Alta y guapa.

El chico es alto y moreno, con los ojos brillantes y la dentadura blanca. Mira a la chica encantado y feliz, como si fuese su mayor tesoro.

Aiden señala hacia donde me encuentro y ellos asienten, cuando me quiero dar cuenta se están presentando alegremente.

Maia y Will.


Aiden y yo nos sentamos en un banco cercano a un puesto de helados y observamos cómo Will ayuda a Maia a subirse al monopatín con una sonrisa, al parecer le está enseñando a manejarlo.

- ¿Cuánto tiempo llevan juntos? - pregunto.

- ¿Quiénes?

- Maia y Will - Aiden comienza a reírse y yo enarco las cejas pidiendo respuestas.

- No están juntos - dice un poco más serio.

- Vaya, pensé que estaban juntos - asiente-. Parece que se gustan.

- Se gustan - dice él -. La cuestión es que alguno de los dos se dé cuenta de lo que siente.

No volvemos a hablar el resto de la tarde sobre ellos. Maia y Will se llevan dos horas con el monopatín, riéndose, noto la decepción de Will cuando Maia comienza a tener equilibrio sobre él y ya no le hace falta que él la sujete por la cintura y que la coja de la mano.

Y Aiden resulta ser un chico bastante amable y gracioso, ¡increíble!

- Vamos a por unos batidos, ahora volvemos - me dice Aiden acercándose a Will.

- Vale.

Maia se sienta en el banco junto a mí y me sonríe.

- Con que tú eres la famosa Hope - dice observándome -. Aiden no paraba de hablar de ti.

- Bueno, Aiden nunca para de hablar.

- Tienes razón, es la primera vez que veo un caso de hombre que no se queda sin palabras.

Pasamos un rato hablando y riendo, descubro que Maia toca el piano desde que es una niña y que le encanta Artic Monkeys.

- ¿Y tienes hermanos? - pregunta. No sé si estoy preparada para contarlo, para que a partir de ahora todas las personas que conozca nunca sabrán quién fue Noah, pero Maia se merece la verdad.

- Tenía, murió hace unos meses - contesto mirando mis zapatos.

- Oh, lo siento, ¿ se lo has contado a Aiden? - niego con la cabeza, no he llegado a hablar con Aiden de nada relacionado con la familia -. Pues deberías, Hope, él puede entender por lo que has pasado.

No me molesto en preguntarle por qué debería de entenderme, aparto la vista y miro hacia unos columpios donde un niño empuja a su hermanita mientras ella chilla de felicidad.

Recuerdo cuando Noah y yo solíamos ir al parque. Siempre iba directo a los columpios, haciendo que yo tuviera que correr para alcanzarle.

- ¡Más alto, Hope!

- ¡Si sigo empujando te caerás! - le respondía yo.

- ¡No, Hope, no lo entiendes! - gritaba -. ¡No me caeré! ¡ Tocaré las nubes y volaré como un pájaro! Además, te tengo a ti para que me sujetes si caigo.

Nunca se cayó. Aunque tampoco voló. No tocó las nubes. No se convirtió en un pájaro. Tampoco amortigüé su caída.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora