Capítulo XXVI

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Corro.

Corro como nunca he corrido por nadie.

Corro como si hubiesen miles de motivos por los que correr, pero a la vez ninguno. Corro como si volviese a tener piernas y necesitase comprobar si es verdad. Corro porque sé que nada lo es. Corro sin motivo, porque ese es mi verdadero motivo.

Y lo veo.

Una mezcla entre luz y oscuridad. Como dos copos de nieve que a la vista parecen iguales, pero que a la vez, son mundos completamente diferentes.

Y pienso en demasiadas cosas. En demasiadas estrellas que no puedo contar porque me estoy quedando sin números con los que perder la cuenta. Pienso en princesas sin caballeros y en sábanas que me protejan de los monstruosos caprichos de la vida.

Pero sobretodo pienso en puentes.

Un puente del que estoy siendo consciente. Estoy siendo consciente de que esta vez sé que no va a haber una rama a la que sostenerse y ningún saliente en el que caer para detener el golpe por unos instantes. Un puente que no quiero cruzar. Un puente del que quiero caerme para no tener que aguantar caída tras caída hasta llegar al golpe final.

La luz se hace más intensa pero no veo nada a parte de eso,  es ese instante en el que sólo eres consciente de una cosa. Tu vida, todo por lo que existes y existirás pasan a ser cosas sin importancia de las que uno se puede preocupar más tarde.

Porque sólo la ves a ella. Esa luz y esa oscuridad superpuestas.

La pieza de dominó que hace que todas caigan con ella. Esa pieza del puzle que necesitaba para encajar todas las partes del rompecabezas y entender, entender qué pasó.

Porque Noah había acabado por convertirse en eso: una pieza extraviada como yo, que luchaba por encajar en algún puzle cualquiera. Un puzle que nunca encontró pero que por fortuna, hizo que yo diese con mi puzle personal de piezas extraviadas.

Un puzle donde él, de alguna manera, también encajaba de manera crucial.

Dichosa y ansiada verdad, tantas veces pedida y tantas pocas aceptadas... Sé que tendría que haber llegado en algún momento, pero aquel momento me había destrozado y descolocado por completo.

La verdad dolía demasiado.

Salto hacia la nada, cayendo del puente lenta y fugazmente sin ramas ni salientes a mi alrededor. Pensando en todo y nada al mismo tiempo y perdiendo la cuenta de aquellas pequeñas esferas que parecían brillar como mil estrellas.

Estrellas que me engullían.

Tenía que admitir que era un gusto poder dejar caer las últimas fichas de dominó. Pero pese a todo, seguía maldiciendo a Murphy por tener tanta razón.

Sabiendo que todo puede salir mal si sabes que existe esa posibilidad.

Porque siempre la hay y yo siempre tendré la maldita suerte de dar con ella.


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