Capítulo XXII

777 77 2
                                    

- Sólo tú eres capaz de colarte en casa de alguien a estas horas - comento abriéndole la puerta a Aiden.

- Sólo tú eres capaz de llamarme a estas hora y no contar con que fuese a hacer algo parecido - contesta él con una sonrisa mientras le miro con los ojos en blanco -. ¿Sabes que se te cae la baba a verme?

- Claro, lo hago a propósito para ver tu reacción. A lo mejor te da por huir algún día.

- Te harán falta algo más que babas para alejarme de tu lado.

Me quedo callada y aparto la mirada sin saber qué responder. Aprovecho la excusa de cerrar la puerta para quedar de espaldas a él y hago el gesto lo más lentamente posible. Por desgracia sólo me lleva un maldito instante.

Giro sobre mis talones de nuevo y me encuentro con Aiden a varios centímetros de mi cara. Casi podríamos estar respirando el mismo aire.

¿Qué demonios digo?

Pues claro que estamos respirando el mismo aire.

Me vuelvo a sonrojar e intento rehuir su mirada. Luego me doy cuenta de que estoy apoyada con la puerta y que él invade mi única salida coherente. No creo que darle con la puerta por la cara o huir gateando sean una buena idea.

Aiden tenía razón en algo, sólo a mí se me ocurría invitar a un chico a mi casa. Aunque no lo hubiese invitado yo y fuese solo Aiden.

¿Solo? ¿Si solo fuese Aiden estaría tan nerviosa?

- Bonito pijama - dice él interrumpiendo mis pensamientos y acercándose un poco más. Dios, veía mis ojos reflejados en sus ojos -. ¿Qué hacemos ahora?

- No lo sé - para mi sorpresa comenzó a reír y se apartó.

- Tengo una idea.

Giró sobre sí mismo como había hecho yo hacía unos momentos y comenzó a avanzar por la casa. Cuando al fin mi aturdimiento finalizó y salí en su busca estaba sumergido en uno de los armarios, buscando qué sabe qué.

Una maraña de pelo rubio y unos bonitos ojos azules se asomaron entre el barullo de cosas que había esparcidas por la mesa y me miraron con un aire divertido. Me acerqué a la mesa y observé lo que había.

- ¿Planeas alguna clase de excursión o solo quieres verme limpiar este desastre?

- Aunque me gustaría verte limpiar todo esto sólo por mi culpa, no es el caso - contesta -. Deja de hacer preguntas tontas y ayúdame a buscar unas linternas.

- ¿Esas que están justo al lado tuya? - digo señalando un par de cilindros oscuros junto a su mano -. Luego soy la despistada yo...

- Shhh, cállate. Haz como si esto fuese una expedición súper secreta.

- ¿Expedición a dónde?

- A el cuarto de tu hermano- asiento y sonrío. A pesar de lo tarde que era seguía queriendo ayudarme. No podía creérmelo.

Volvemos a recorrer la cocina, esta vez en completo silencio y con las linternas encendida como farolillos. Hubiesen sido de más ayuda si todas las luces del salón y el pasillo hubiesen estado apagadas, pero decidí no protestar más. Si Aiden escuchaba algo más en contra de su juego estaba completamente segura de que me daría con la linterna en la boca para hacerme callar.

Aiden empieza a subir los escalones de uno en uno cantando alguna estúpida canción y pongo los ojos en blanco. No tenía remedio.

Al llegar a la habitación de Noah me paro a mirarle. Él empieza a husmear con la linterna tranquilamente, enfocando todo lo que le parece interesante. Suspiro y me siento apoyada contra la pared más cercana a la puerta. Puede que haya algo importante entre estas cuatro paredes pero cuanto más me esforzaba en buscar más me hundía en la miseria.

Yo era la que más deseaba saber la verdad, lo deseaba con todo mi corazón. Pero, a mi pesar, estos últimos meses estaban siendo... únicos. Sin quererlo había conocido a gente guay que me entendía. Gente a la que yo también entendía.

Pero cuanto más me acercaba hacia la verdad más me repetía a mí misma que en cuanto el misterio se resolviese todos desaparecerían. Como si sólo hubiesen estado ahí porque había un misterio que resolver.

Y prefería mil veces no resolverlo a perderles.

- No creo que desde ahí vayas a encontrar nada interesante - comentó Aiden apuntándome con la linterna -. ¿O lo has resuelto ya?

- Todo sería más fácil sin encendiésemos la luz y buscásemos como personas normales...

- Te equivocas - dijo acercándose y sentándose a mi lado -. Lo único que hemos hecho hasta ahora es buscar como personas normales. Tal vez no haya que pensar como personas corrientes. Tal vez haya que pensar como Noah. El dueño de la habitación.

- Increíblemente, no tengo nada que objetar a esa conclusión - digo sorprendida -. Pero tengo sueño y no creo que Noah hiciese esto a estas horas.

- Eres una aburrida.

Lo ignoro y me levanto, sintiendo la llamada del sueño. Agarro la linterna y apunto hacia el pasillo, que no está iluminado, para guiarme hasta mi habitación. Cuando entro salgo disparada a la cama como si fuese mi mayor tesoro.

Justo cuando me estoy acomodando Aiden aparece en el umbral de la puerta. No pregunta si quiera si puede entrar y me aparta a un lado de la cama para hacerse un hueco. Yo lo miro sin comprender.

- Yo también tengo sueño y me da mal rollo dormir en el cuarto de Noah - dice encogiéndose de hombros -. Hay demasiadas fotos tristes y dibujos que no entiendo. Además de la presencia de una caja fuerte que podía guardar una bomba en su interior. ¿No te has parado a pensar en...?

- Oh, cállate de una vez - digo poniéndome boca arriba -. Observa las estrellas.

- ¿Qué estrellas? Casi está amaneciendo... - le tapo la boca con una mano a Aiden y le señalo con la otra el techo de mi habitación, que brilla con luz propia.

Escucho como cuenta y me uno a él con una pequeña sonrisa. Cuando contamos la última Aiden me mira seriamente. Me asusto un poco y pestañeo, tal vez el sueño me esté engañando y vea cosas imposibles.

Pero no, Aiden sigue frunciendo el ceño.

- ¿Pasa algo? ¿Tengo algo en el pelo o...? - él niega.

- Estas cosas se me dan muy mal. Puede que deba hablar sobre estrellas y cosas por el estilo pero no sé para qué servirá todo esto la hora de la verdad - contesta. Enarco una ceja sin comprender -. Me gustas, Hope Lewis. Es lo único que sé con certeza.

Palidezco y le miro, esperando a que me diga que es una broma. Cosa que no hace después de cinco minutos. Él se pone de espaldas a mí y lo miro, aunque no pueda ver su cara.

Respiro hondo y susurro palabras que ni yo misma entiendo, palabras que nunca me atrevería a pronunciar.

Y caigo rendida.



ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora