Capítulo XIX

815 80 0
                                    

Tras pasar el cartel de bienvenida a la ciudad el coche se para. Maia y yo resoplamos, siendo conscientes del largo camino que nos queda antes de encontrar la gasolinera más cercana. Para asegurarse de que al coche no le queda ni una pizca de gasolina, Maia gira la llave varias veces sin éxito y suelta un bufido.

Nos iba a tener que tocar empujar.

- ¿Crees que podrás aguantar unos kilómetros? - asentí mientras me deslizaba fuera del coche y comenzaba a empujar.

Nos había llevado más tiempo del que pensábamos llegar hasta la ciudad sin que los policías no viesen pero tras despistarlos tomando caminos llenos de piedras y matorrales, dejaron de perseguirnos. Aun así seguían teniendo nuestra matrícula - era poco probable que después de tanto tiempo detrás nuestra a nadie se le hubiese ocurrido apuntarla - pero no iba a ser un problema demasiado grande, en cuanto repostáramos o arrastrásemos el coche a un chatarrero todo quedaría atrás.

Después de este viaje me había planteado muchas cosas. Era consciente de que mi vida necesitaba más energía como la de ese fin de semana y para ello necesitaba mantener a Maia cerca. Y no solo a Maia.

Supongo que tendría que decir "la vida es demasiado corta para desperdiciarla", pero es algo de lo que todos somos conscientes lo queramos o no. Tanto como si decidimos vivir con esa frase o como si se la aconsejamos a los demás.

Me valía con ser consciente de que debía centrarme en ello.

Paro súbitamente calles después.

- ¿Qué pasa? - pregunta Maia -. Si necesitas un descanso sólo tienes que decirlo, podemos parar. Tranquila.

- No es nada de eso, no estoy cansada.

- Entonces, ¿tienes que ir al baño? - me río, negando.

- Verás, me gustaría comentarte algo... - tras explicarle lo que pretendo a Maia, su ceño fruncido cambia y sonríe, volviendo a empujar de nuevo  - ¿Eso significa que lo harás?

- Significa que lo haremos - contesta -. Vamos, su casa no está lejos de aquí.

Vacilo antes de llamar a la puerta. Maia me mira arqueando una ceja, a la espera.

- Creo que deberíamos irnos, no ha sido una buena idea venir - digo girándome.

- ¡No digas tonterías! Si has llegado hasta aquí debes hacerlo - tras varios segundos vuelve a hablar -. No me has hecho empujar ese maldito coche en vano, porque si es así me meteré dentro y lo empujarás tú solita mientras yo me como un paquete de patatas.

- Vale, está bien. Dame tiempo.

Calculo mis posibilidades de escapar sin darle tiempo a Maia de agarrarme del brazo, ella parece percatarse de lo que pretendo ya que se coloca delante de las escaleras, que es mi única vía de escape a excepción de las ventanas que dan a la calle. Bueno, tres pisos por encima de la calle.

¿Dónde estaban las arañas radioactivas y los rayos mágicos cuando uno los necesitaba?

No podía marcharme pero, ¿qué podría decir cuando el abriese la puerta?¿"Siento haberte dejado tirado en medio de un parque, espero que entiendas que me enfadase tras haber acusado a mi hermano de su suicidarse. Amigos para toda la vida"?

En el peor de los casos él podría estar enfadado conmigo y no querer dirigirme la palabra por huir sin darle explicaciones, ¿cómo se siente una persona una la deja así sin más sin dar señales de vida durante días y sin contestar a sus llamadas? Recuerdo que tengo la respuesta a eso.

Destrozada. Devastada. Total y completamente desolada.

Aunque pensando de manera positiva no era el mismo caso... pero sí similar. Todo lo similar que pudiese ser que al menos esta persona estuviese viva. Dios, necesitaba dejar de pensar tanto las cosas.

- Está decidido - comenta Maia, acercándose a la puerta -. Si no lo haces tú, lo haré yo. Y créeme cuando digo que será mucho peor.

- Para, no llames - suplico -. Por favor. Por favor.

- Está bien - dice cruzándose de brazos aparentemente descontenta -. Pero no entiendo de qué tienes miedo, ese chico te adora y en cuanto te vea se abalanzará sobre ti y será él quien pida disculpas. Aunque en parte tenga la culpa - enarco una ceja -. Bueno, la mayor parte de la culpa.

- Ni siquiera yo lo sé explicar, simplemente me aterra que me ignore - como yo he hecho con él - o que acepte mis disculpas pero no realmente. No como si estuviésemos en paz. Más bien como si estuviese deseando deshacerse de mí y no le quedase más remedio que asentir para luego cerrarme la puerta en las narices.

- Dios, Hope - escucho el sonido de su risa, estupefacta -. ¿No me has escuchado? Ese chico te adora. Estará deseando verte y poder tener una charla extraña sobre todas esas cosas extrañas de la que vosotros habláis. En serio, sólo has estado fuera un par de días teniendo un viaje espiritual conmigo. Lo típico.

- Claro, súper lógico.

- Llama de una vez - noto cómo su mano se estampa contra mi espalda haciendo que mi nariz casi toque la puerta. Por no decir estampar.

Resoplo y me aparto para alargar el brazo, haciendo sonar el timbre una sola vez. Pasan minutos sin que nadie aparezca.

- Bueno, aparentemente hay alguien en la casa - comenta Maia -. Esos ruidos son totalmente humanos, parece que discuten.

- Te dije que no era una buena id...

Me quedo en medio de la frase ya que la puerta se abre, mostrando un rostro inesperado.

- ¿Hope?¿Maia?

- Mierda, siempre se me olvida que Aiden vive con Will.


ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora