Capítulo VIII

1.9K 141 10
                                    

Cuando alguien muere todos dicen lo mismo, "era tan bueno" o "tenía toda una vida por delante, no se merecía morir tan joven". Nunca he entendido por qué se acostumbra a decir eso ya que, ¿realmente pensaban eso antes de su muerte?

La respuesta es no. La muerte de alguien te hace reflexionar, te hace cambiar. Incluso cuando te has pasado media vida intimidando a la persona que ahora yace en su lecho de muerte, la persona dice que eran tonterías,que esas "niñerías" iban a quedar en su memoria. Falso. Pocas personas se dan cuenta de que cometen un error sin necesidad de tenerlo delante de sus narices. Cuando alguien muere, los demás no se arrepienten de lo que han hecho. Creen que se arrepienten, pero después de todo pasa a ser un recuerdo sin importancia en tu memoria, de ésos que hace falta describir para que te recuerdes de un pequeño detalle.

Los humanos somos una panda de narcicistas, sólo pensamos en nosotros mismos a fin de cuentas. De una manera u otra, el tema tiene que verse forzado a girar a nuestro alrededor. Siempre pensamos que tenemos la razón, de hecho, cuando alguien dice algo sin ninguna segunda intención retorcida, intentamos hacer ver a los otros que sí que hay algo malo en sus buenas intenciones.

Sé que no he de excluirme de este gran grupo, pero me gustaría hacerlo. Todos nos excluimos del grupo, pensamos que en realidad, somos puros. Creo que eso demuestra que no lo somos.

El acto que acabo de cometer demuestra que realmente siempre pensamos en nosotros mismos. Ante mis ojos es simplemente una manera de aliviar el dolor con más dolor, ante otros, un intento de suicidio. No creo que cortarse sea necesariamente un intento de suicidio, en la mayoría de los casos lo es pero, ¿acaso no hay variaciones en todas las ecuaciones?

Puede que eso también sea pensar demasiado en mí misma. Puede que no sea nada, puede que vuelva a pasar pero no tengo intenciones de morir, aún. Algunas heridas tardan en cerrarse más lentamente que otras.

Alzo el brazo. La sangre que mana de mis heridas parecen pequeñas lágrimas teñidas de un rojo intenso. No ha dolido tanto cómo esperaba, se te quitaba la picazón en cuanto te hacías el siguiente. Había tenido tan pocas fuerzas que al principio simplemente eran marcas blancuzcas en la piel, después de varios intentos conseguí que de los cortes manara sangre.

De alguna forma era lo que quería. Observar como la sangre caía...como si eso fuese a demostrar que soy una humana de carne y hueso y que esto no es un sueño.

No sé qué hora es, pero estará a punto de amanecer, no quiero enfrentarme a un nuevo día, no quiero salir para darme cuenta de que mi rutina se ha roto y que esto no es un sueño. Podría faltar al instituto pero, ¿de qué iba a servir? Tenía que ser fuerte, tengo y tendré que serlo.

Intento dormir aunque sean cinco minutos y sin quererlo lloro en silencio. Hay veces que las lágrimas pueden ser el mejor somnífero.


-Hope...despierta- la voz que oigo me resulta familiar ¿habrá sido todo un mal sueño? No, los sueños no te hacen sentir un dolor literal, era demasiado real para serlo.

Abro los ojos con pesadez, temerosa de que me ciegue una luz.

Por costumbre espero ver una sonrisa y unos ojos que me observen a diez centímetros de la cara, pero lo que encuentro es a Christina con una expresión en la que no se distingue si está preocupada, triste o ambas cosas a la vez.

- ¿Estás...bien?- tiene un aspecto demacrado-. Si no quieres...puedes...puedes quedarte aquí...no pasa nada.

- No, no importa - intento buscar una excusa rápida-.Tengo que coger unos apuntes importantes para los exámenes finales de este trimestre.

En otra ocasión, no me habría creído porque soy una pésima mentirosa pero necesita estar sola y desahogarse. Tal vez no me haya creído, pero ambas sabemos que necesita oír esas palabras.

-Claro...no pasa nada- se me queda mirando unos segundos, perdida en sus pensamientos-. Necesitarás tiempo para vestirte.

Asiento y se marcha con una sonrisa forzada.

Aunque nos encontramos a pocas semanas de la primavera, el tiempo se ha puesto de mi favor. Hace el frío suficiente como para llevar una sudadera de manga larga.

Ni siquiera me molesto en entrar el baño para mirarme en el espejo, por instinto esperaría que Noah estuviese recostado sobre la puerta con una bolsa de tortitas para mí. Era mejor reescribir la rutina.

Es bastante temprano y decido ir andando, hay algún que otro charco en la entrada de casa y los evito. Me gusta la lluvia, la lluvia es para las personas reflexivas, las que se esconden en un rincón de su habitación a observarla desde una ventana mientras leen un buen libro.

Es increíble cómo en un momento parece que se te acaba el mundo, tienes la intuición de que de un momento a otro algo va a acabar con él.

Te das cuenta de que aunque vivamos en el mismo planeta, todos nos encontramos a galaxias los unos de los otros. Te preguntas si tu problema es lo suficientemente grave, ya que sólo para ti la vida es distinta. Los demás permanecen ajenos.

Cruzo el paso de peatones que me separa de la institución.

Por una vez no tengo miedo, por una vez sé que quejarme no servirá, nadie me va a escuchar ni ayudar.

Por una vez tengo que nadar sí o sí.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora