Capítulo 32

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Capítulo 32:

Loreto:

La cercanía de Damián me desconcentraba hasta el punto de hacerme bajar la guardia en absolutamente todo, de ahí que lo hubiese tenido fácil para tirarme al agua, cosa que por otra parte me encantaba, porque significaba obtener su atención. Además por un minuto me hizo olvidarme de la cuestión de que Lara se mudaba, y que quería hablar con ella, de amiga a amiga; como ataño, de hermana a hermana.

Sin embargo mi pequeño remanso de paz no tardó mucho en disiparse y los problemas comenzaron a venir solos. De repente y como usualmente hacía, Damián cogió a Sol por las piernas, haciendo que ella perdiera el equilibrio, y que automáticamente tuviera que agarrarse a su cuello, para no ser ahogada. Bien, es lo de todos los años, hasta ahí puedo soportar.

Normalmente, Sol le habría dado juego, quizás zafarse rápidamente y devolverle una ahogadilla, poco más. Pero esta vez era diferente. No intentó eludir la sujeción del rubio, y él ni siquiera hizo por ahogarla, simplemente se quedaron mirándose intensamente, hasta que Edu reaccionó.

Seguramente movido por los celos que a mí me comían las entrañas, aprovechó la situación para ahogar suavemente a Sol echándola hacia atrás y separándola de Damián, mientras que se abalanzó contra el de los ojos azules, como advertencia de que no lo hiciera más.

 Sol salió del agua francamente divertida, mientras yo la miraba con incredulidad, al girarse hacia mí se encogió de hombros, como si nada. Damián le propinó un leve empujón a Edu, seguramente el moreno le había hecho daño en el hombro que se estaba frotando.

Mientras Victoria tomaba el sol triste y escuchando música en su toalla, e Iris y Felipe se deshacían en arrumacos, nosotros decidimos jugar a la pelota en la piscina. Aquello se convirtió en el segundo episodio de la odisea.

 En los tiros a matar del famoso juego 1x2, los balonazos de Sol iban directamente a Damián y viceversa. Edu y yo estábamos simplemente allí como dos maniquíes viendo como aquellos jugaban prácticamente solo entre ellos. A ratos intercambiábamos miradas desesperadas. En una ocasión, no muy clara, Damián habría matado a Sol, lo cual ella negaba dando lugar a la siguiente discusión:

 - Has perdido Sol, salte fuera de la piscina – dijo Damián con una sonrisa de oreja a oreja, enseñando parcialmente su perfecta hilera de dientes blancos, colocados estratégicamente en su sitio gracias a la acción en el pasado de sus aparatos.

-¡Sí, claro!, ¡si ni me has rozado con el balón! – Sol se acercó un poco a él entre risas también, Damián tenía la pelota, así que supongo que iba a quitársela.

- No, no, no, venga no seas tramposa- él se echó un poco atrás jugando con ella, mientras yo veía a Edu tensarse poco a poco. En cuestión de minutos saltaría como un resorte, es así, lo noto.

- Para ya Dam, dame el balón, en serio – dijo Sol soltando el aire en una carcajada.

- Cógelo si puedes, guapita- la morena se aproximó al torso desnudo y perfectamente definido de Damián, el cual levantó el balón sobre su cabeza a una altura a la que Sol era incapaz de llegar.

 Sol rodeó con uno de sus brazos el cuello de Damián, apoyándose a intervalos de tiempo con su otra mano en el hombro libre del chico para no caerse, al tiempo que intentaba quitarle la pelota. Mientras, él pasó a agarrar dicho balón con una sola mano, para asir a mi mejor amiga por la cintura. Sus rostros quedaron tan próximos que todos pensamos que llegarían a besarse, incluso aquellos que ni siquiera prestaban atención. Pero debía evitarlo. Sé que Sol en realidad no quiere hacerme esto… espero.

 - Chicos, cuando queráis seguimos jugando – dije con el gesto torcido.

 - Sí Sol, ya habéis dado el espectáculo, podéis dejar que corra un poquito más el aire - Edu empleó un tono demasiado frío incluso para él, y más teniendo en cuenta que se dirigía directamente a Sol, con quien normalmente se deshacía en delicadezas.

La muchacha de ojos negros se quedó pensativa mientras se separaba de Damián. Yo por mi parte miré alternativamente a ambos chicos, Edu tenía en su semblante marcado el rastro de la decepción, Damián se notaba triunfal en el leve chispeo de sus ojos azules. Sentí una punzada de rabia, celos y agónica tristeza en mi interior.

 -¿Se puede saber qué te pasa conmigo Eduardo? – le espetó Sol recomponiéndose.

 -¿Y a ti? ¿A ti qué coño te pasa?- le contestó el muchacho

 - Cuidado con el tono que estás usando con ella, Edu – intervino Damián

 - ¡Vamos hombre! Me vas a venir tú ahora a darme lecciones de cómo tratar a las mujeres, pedazo de imbécil – dijo Edu subiendo el tono.

 - A mí no me faltes al respeto, chulo de mierda – Todos los allí presentes teníamos los cinco sentidos puestos en aquella conversación, si podía llamarse así, presintiendo que iba a suceder algo malo.

 - ¿“chulo de mierda”? Te voy a…

 - Edu, basta. No merece la pena, déjale en paz – dije para evitar que entraran en conflicto físico además de verbal.

- Tienes razón, me voy a comer, aunque visto lo visto creo que se me ha quitado el hambre – terminó Edu saliendo de la piscina por el bordillo, y aún empapado cogió sus cosas y se marchó. Yo le seguí sin mediar palabra.

 - Hasta luego, Lors – me dijo Sol desde donde estaba secándose envuelta en su toalla, levanté la mano en señal de despedida.

Los demás fueron abandonando la piscina poco a poco, Iris y Damián tomaron camino a su casa, Sol y Victoria a la casa de la primera, y mi hermano subió también solo a la nuestra. Al llegar vi un WhatsApp de Victoria en mi móvil: 

- Increíble

- Lse tía, nse q hacer…

 Contesté.

 Damián:

 Subí a casa más feliz de lo que lo había estado nunca antes. Las cosas habían cambiado, Sol me miraba como la había visto mirar a Miguel antes. La cuestión era que Loreto y Edu parecían muy empeñados en destrozarme aquella perfecta mañana.

 Edu lo entiendo, está tan enamorado de Sol como yo, pero ¿Loreto? Lo de Loreto no alcanzaba a comprenderlo.

 - ¿Qué hermanito? ¿Una mañana productiva? – me escupió mi hermana, ya en casa, con un deje asqueado en la voz, ¿qué pasaba hoy con todo el mundo?

 - Metete en tus cosas, Iris

 - Tranquilo eh, que yo solo te estoy avisando, no te metas en terreno desconocido, que puedes acabar de barro hasta las cejas.

 - ¿Qué quieres decir con eso?

 - Que no quiero que te hagan daño Dam, pero tampoco quiero que dañes a nadie, tú hazme caso.

Ahora sí que no podía entender nada. ¿Por qué estaba todo el mundo tan críptico? ¿Por qué cuando parecía irme todo bien, al resto le parece que todo está yendo al revés?

Decidí no darle más importancia, era mi momento e iba a aprovecharlo a tope. En esta vida no existen las segundas oportunidades, y yo no iba a desperdiciar la mía. Seguía teniendo que hablar con Loreto. Ahora con más urgencia incluso.

Me arrellané de nuevo en el sofá, buscando una comodidad que sin embargo se me escapaba en mi fuero interno, y no sabía bien por qué. Cerré los ojos, para descansar un rato la vista, antes de que me avisaran de que la comida estaba lista.

Soñé con una mirada, pero no cualquiera, era la de Loreto. Sin embargo el rostro que vi en mi sueño no era el suyo, si no el de Sol. De mi sueño me arrancó una húmeda caricia. Mi perro Neo estaba lamiéndome la cara, para variar.

 - Neo, Dios que asco… perro malo, anda quítate de en medio- El animal se fue por donde vino meneando la cola feliz igualmente.

 «Qué raro… Loreto en Sol» reprimí un escalofrío y finalmente me levanté para irme a comer.

Tormentas de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora