Capítulo 33:
Victoria:
Después de volver de la playa me negué en redondo a bajar a las zonas comunes, ni a la piscina, ni a nada. No tenía ganas de cruzarme con absolutamente nadie que me recordara a Fran. En cambio, me dediqué a deprimirme aún más con la música triste de mi teléfono y a cantar a pleno pulmón, sabiendo que la pared del cuarto de Fran daba con la pared del de Sol y mío. Me pareció escuchar al otro lado de la pared una serie de maldiciones y el rasgueo de una guitarra en ocasiones, pero no le hice más caso.
Tras haberme casi peleado con el grupo en la playa, y con mi prima por su comportamiento, ella no hacía otra cosa que enviarme mensajes para que bajara. Supongo que tenía sentimiento de culpa, pero la culpa no era suya, era mía. En el fondo es un dulce aunque a veces actúa sin sentido. El móvil volvió a sonar con la entrada de otro mensaje.
Para mi sorpresa, no era Sol, tampoco Fran, ni Loreto, ni nadie que soliera hablar conmigo, era un número no identificado por mi libreta de contactos, pero sí por mi memoria, un número que me era inconfundible. Si hubiese sido el título de una película habría sonado similar a: “El retorno de la pesadilla de mi vida”. Era Carlos.
Edu:
Llegué a comer a casa, aún sin poder creer lo que habían visto y vivido mis ojos. Tenía que hablar con Sol, en persona, a la cara. No entendía nada de su comportamiento después de la noche anterior, parece otra persona totalmente distinta.
Aquella tarde, antes de ir a la playa, no me molesté en ir a buscar a Fran siquiera, sabía que no saldría y yo opinaba que así lo único que estaba haciendo era perder a Victoria, pero allá él. No quería pelearme con nadie, no estaba de humor para ello.
Para completar el día alguien llamó a la puerta, justo tras la sobremesa, cuando estaba a punto de irme con los demás. Mi sorpresa fue palpable al abrir y ver a los ojos violetas de Celia.
- Hola – dijo antes de que me hubiera recuperado de mi asombro.
- ¿Qué quieres? – dije intentando sonar lo menos brusco posible, pero no lo conseguí.
- He venido a despedirme, tú y Lara sois las únicas personas que me importáis en este sitio, mis padres salen mañana de viaje y me embarco con ellos.
Me mantuve en silencio, tenía cierta gracia ver a Celia tan vulnerable ante mí, daba también bastante lástima que estuviera arrastrándose de esta manera después de lo mal que la había tratado anoche.
- Sé que no tengo derecho a pedir que me perdones por lo que he hecho y sé que no es contigo con quién debería disculparme, debería haberlo hecho antes con Soledad, pero solo quería que supieras que lo hice porque no sabía cómo más hacer que te olvidaras de ella, y lo único que he hecho es arrojarla en tus brazos…- suspiré, pero no tan pesadamente como ella.
- Ajá… en fin Celia, comprenderás que perdonarte no soy yo quién debe, por mi parte no hay nada que perdonar – aprecié un leve destello en su mirada, esperanzado, sabía que si yo se lo pedía se quedaría – pero no voy a olvidar lo que has hecho, no sé si debería sentirme halagado por esto, pero lo cierto es que…
Lo cierto era que no sabía cómo acabar aquel discurso sin herirla más, no me parecía justo. Por suerte no me hizo falta acabar.
- Lo entiendo, solamente quería irme con la conciencia tranquila contigo – hizo una pausa pensando en si debía decir lo que iba a decir – y con un abrazo tuyo al menos… si puedo pedirlo…
Los goznes de la puerta que daba a las zonas comunes crujieron por la acumulación de sal marina traída por la brisa en el invierno, y advertí pasos ascendentes en la escalera, livianos, de mujer. Alguien había entrado, pero como de costumbre hice caso omiso del ruido y abracé a la expectante, vulnerable y en aquel momento pequeña Celia, sin saber que quienes me miraron hacer tal gesto, fueron los ojos negros que me volvían loco.
Los pasos se pararon, para luego acelerarse escaleras abajo, la puerta crujió de nuevo y me separé de Celia, que me había estrechado entre sus brazos como quien llevaba deseándolo siglos.
- Gracias, significaba mucho para mí, Edu yo te juro que soy mejor que esto, de veras… tan solo déjame…
- No te confundas Celia, sabes de sobra a quién amo, lo he hecho solo por ti.
- Bueno, supongo que esto es un adiós…
- Espero que todo te vaya bien, Celia.
- Y a ti también.
Bajando los ojos hasta el suelo se marchó grácil y elegante como una gata, como solía ser. No volvimos a vernos desde entonces, pero su persona no dejó de causarme problemas por ello.
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Tormentas de Verano
Teen FictionHa llegado el verano, y con él todos los amores de años pasados. También hay cosas nuevas y cambios, muchos cambios. Descubrimientos inesperados, mentiras, errores, amores que matan, sol y playa, todo ello mezclado en una tormenta veraniega que te m...