Capítulo 27

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Capítulo 27:

Iris:

La cara de Sol era un verdadero poema. Casi podían verse pasar en sus ojos todos esos detalles sutiles de cariño que mi hermano tenía con ella. Le estaban empezando a encajar cosas. Mientras tanto Loreto estaba al borde de la lágrima también, pero como siempre lo disimulo con su aire falsamente despreocupado.

- En realidad no me importa tanto, es solo un amor de verano, se me pasará en septiembre, como siempre… - tragó y dibujó una sonrisa forzada. Sus ojos verdes estaban cubiertos por una tela oscura.

- Pero… no es… no es posible… es… Damián… - Sol seguía atónita.

Victoria, por su parte había dejado el llanto rabioso de lado, y en su mirada castaña-verdosa se adivinaba entre confusión, culpa y deseos de venganza. Algo muy malo debe haberle hecho otro chico, previo a Fran, para que tenga tan mala concepción de los hombres en general. Y solo tiene 16 años. Eso sí, este hecho no la excusa de haberme herido con el comentario de Felipe… pero no se lo tendré mucho en cuenta.

- Si, bueno, es mi hermano, pero lo cierto es que la única que no te dabas cuenta eras tu Solecillo… - dije apartando la mirada de Vic, para volverla hacia Sol.

- ¿Lo sabíais todas? – Asentimos las tres - ¿Desde cuando?

- Desde siempre, Sol. – Suspiró Victoria – desde hace años…

La sorpresa de Sol iba aumentando y aumentando a cada minuto. Y yo sentía la angustia de Loreto crecer también, aunque esta permaneciera callada.

- Bueno… íbamos a ir al salón, a jugar a las cartas ¿no? Mejor nos olvidamos de todo lo de hoy, y nos lo pasamos bien las cuatro, y si quiere Sol, puede contarnos que ha estado hablando con Edu, ¿eh? – dije para cambiar de tema y quitarle tensión al ambiente.

Lo que no sabía es que Sol iba a ponerse así de roja, lo cual nos hizo reír a todas, y empezamos a bombardearla a preguntas que le resultaban claramente incómodas, mientras salíamos del cuarto de Loreto.

- Bueno, bueno ya vale eh, que ni me ha dicho nada, ni ha pasado nada – se defendió, ya en el salón, mientras Lors barajaba y repartía los naipes.

- Ya, ya, ¡disimula tomate con patas! – Le atacó su prima, entre risas.

- Shhh, ¡a callar ya, y concentraos en el juego! – le contestó riendo también

Y así transcurrió el resto de la noche, pasándolo bien y dejando lo malo al otro lado de la puerta del salón del ático de Loreto.

Sol:

Estábamos Victoria, Iris y yo en el salón, esperando que Loreto volviese con las cartas, cuando llamaron a la puerta. « ¿Otra visita? ¿Tanta lástima doy?» pensé. Iris se levantó a abrir, y únicamente acertamos a escuchar un murmullo en el recibidor.

De repente la muchacha se asomó por la puerta y dibujó con los labios, sin sonido alguno, la siguiente frase: “Son Edu y Fran, me voy adentro, suerte”. Como movidas por un efecto dominó nos erguimos en nuestros asientos, y después aparecieron en el quicio de la puerta.

¿Cómo íbamos a hablar así? ¿Los cuatro juntos en el salón? No me parecía buena idea realmente, y sabía de buena tinta que Fran no estaba aquí por mí, sino por Vic. De repente y sin necesidad de más discusión, Victoria se puso en pie, me abrazó y me susurró al oído “suerte y a ver si nos va mejor ahora”. También añadió en voz alta:

- ¡Al final no voy a ser tan gafe! – comentario ante el cual los chicos se quedaron con cara de póquer, pero que yo entendí perfectamente, justo por la conversación que habíamos mantenido minutos atrás.

Arrastró a Fran a la cocina, suavemente, con la sutileza que la caracteriza. Y Fran, como un autómata, cerró la puerta del salón tras de sí, para dejarnos a Edu y a mi completamente solos. Solos ante el peligro.

No sabría describir lo que su simple presencia hace conmigo. Se me derrumba todo esquema, todo plan de actuación, y al mismo tiempo me siento segura y tranquila, como si nada pudiese salir mal cuando él está a mi lado. Me noté ruborizar al darme cuenta de que me miraba con atención, no creo que haya visto a muchas más chicas en pijama, y el mío es especialmente entallado. Comenzó a hablar atropellándose.

- Yo, esto, lo siento, quizás no me haya comportado de la mejor manera posible esta noche, pero Dios, tengo tantas ganas de matarlo, en serio, es que no se como ha podido el muy miserable, es… ¿estás bien?

No, no lo estaba, justo cuando había dejado de llorar llega Edu a derrumbarme como un castillo de naipes, frágil y delicado. Comencé a sorber y a frotarme los ojos con las manos, para evitar que las lágrimas cayeran, y Edu se sentó a mi lado, en la cama que habíamos improvisado con un colchón en medio del salón.

- Sí, sí, e-estoy bien, una pestaña, en el ojo.

- ¿En los dos? – Su comentario me hizo reír, mientras una torpe lágrima se deslizó por mi mejilla, delatándome.- No tienes que fingir conmigo Sol.

Me abrazó dulcemente, y yo a él, rodeándole la cintura con los brazos, mientras él me acariciaba el pelo y apoyaba su mejilla en mi cabeza. Terminaron de caer las últimas dos lágrimas que derramaría a causa de Miguel, por mi rostro, y Edu me besó la frente. Realmente no pensaba que fuera un cerdo, como le grité en las escaleras y esto corroboraba que no lo era. Nos separamos un poco, y me miró largamente a los ojos.

- Dios, adoro tus ojos, eres… guapísima…- nos sonrojamos ambos, no esperaba que fuese a darle otro arranque de sinceridad, pero supongo que así es Edu, una caja de sorpresas. – Mierda, perdón, no es el mejor momento para decirte estas cosas…

- No te preocupes, a nadie le amarga un dulce, y la verdad es que no me sorprende después de lo que he oído en las escaleras- reí levemente.

- Ya… pero no es un dulce, ni por cumplir, es lo que realmente pienso, lo que me llevo callando desde que te vi, esto tan extraño y fuerte que jamás había sentido, quizás no sea el momento, quizás necesites tiempo y quizás me lleve un guantazo por ello, pe-pero…¿puedo besarte?

« ¿Qué? O sea, me está pidiendo permiso, y declarándoseme por segunda vez, pero… ¿por qué es así? ¿Por qué no puede parar de ser tan… tan él? Dios… no acabo de salir de una, cuando me voy a meter en otra igual… ¿estaré volviéndome a enamorar? No sé, lo que sí sé es que no soy capaz de decirle que no, es Edu.»

Sin necesidad de palabras, y ante la ausencia de una negativa, o un guantazo por mi parte, Edu empezó a aproximarse a mí lentamente. Estábamos tan cerca ya, que notaba su cálido aliento en mi piel y mis labios a punto de rozar los suyos.

Pero entonces se oyó jaleo en la cocina, seguido de un portazo, un golpe y una exclamación de dolor de Fran. Después silencio y otro portazo, pero esta vez de la puerta exterior. Edu y yo nos miramos con pesar, mi corazón aún latía desbocado por su cercanía.

- Creo que tengo que irme – asentí sin más palabras, y Edu abandonó la vivienda.

Tormentas de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora