Capítulo 31

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Capítulo 31:

Sol:

Después de formular la pregunta me volví de espaldas a Victoria, simplemente por comodidad, para poder sacar mi toalla de la bolsa de playa. Sin embargo ella, bien por que estuviese pensando en sus cosas o bien porque le sorprendiese mi ignorancia, permaneció en silencio, vuelta hacia mí y mirándome.

- No puedo creer que lo hayas hecho inconscientemente – dijo al fin.

- Si no me lo cuentas seguiré si saber de qué hablas, por cierto ¿has visto que raros han estado Loreto y Edu hace un rato? Sobre todo Edu…- le dije extrañada, no hacía más que repasar lo que había ocurrido desde anoche y no le encontraba conexión lógica al habernos casi besado, y al comportamiento frío de esta mañana.

Al tiempo que hablaba comencé a caminar por el pasillo del apartamento, hacia la terraza, con el propósito de tender nuestras empapadas toallas. Victoria me siguió.

- Es que me parece perfectamente normal que estuvieran raros- frené en seco, parando mi prima a unos pasos de mí, me giré para mirarla.

- Pero, ¿se puede saber qué he hecho tan malo?

- Dios, Sol has estado la mañana completa ligando con Damián a muerte, Loreto estaba celosísima con razón y Edu también, es que no sé por qué lo has hecho.

- ¿Qué yo he hecho qué? Imposible, os lo habréis imaginado, a mi Damián… ya sabes… no- dije no muy convencida, ¿Damián no? O ¿quizás Damián sí?

- Pues no parecía que te diera mucho asco en el momento, la verdad, ahora sí, él estaba contentísimo. – dijo frunciendo el ceño a la vez que hacía aspavientos con las manos

- Que va Victoria, simplemente he sido simpática, como siempre - dije reanudando mí camino a la terraza - no le voy a poner mala cara, no me quiero llevar mal con él.

- En exceso simpática diría yo, pero bueno, si dices que es eso solo…

- Claro que sí, anda ve a poner la mesa mientras tiendo, tu tía tiene que estar ya casi de vuelta con la comida.- dije quitándole importancia al asunto.

Sin más palabras Victoria se dirigió a la cocina y yo continué camino hacia la terraza. ¿Podía ser posible? Ahora que sabía lo que Damián sentía por mí, ¿mi manera de actuar con él y pensar en él había cambiado? Si, era cierto que jamás me habría fijado en él por mis propios medios, aunque el rubio no era precisamente lo que se dice un desperdicio. Mi mente y mi corazón acababan de hacerse un lío.

Por un lado tenía al tierno y paciente Edu, que me quería con locura y siempre ha estado a mi lado desde que le conocí, y por el otro estaba el tentador Damián, siempre en la sombra, un poco loco pero atrayente y misterioso también, ¿qué más secretos podía esconder? Una cosa estaba clara: no podía quedarme con los dos.

Un ruido de llaves me sacó de mis pensamientos a la vez que terminaba de colgar las toallas en el tendedero, pero el ruido no venía de dentro de mi casa, por lo que no era mi madre. Oteé como siempre solía por encima de la barandilla, y vi lo que me había acostumbrado a ver durante los últimos años. Era Miguel.

Sin embargo algo en él había cambiado. Ya no le vi lo guapo que solía verle, ahora cada cosa que tenía que ver con él me hacía estremecer cada vez menos de dolor y más de absoluta repulsa. Miró hacia arriba con semblante lastimero, sin embargo no me conmovió, ni le retiré la mirada. Observé un pequeño moratón en la comisura de sus labios. «Edu» pensé de forma automática. Se lo merecía; estaba mal, sí, pero otra persona no lo habría hecho por mí. Otra persona no habría hecho ni la mitad por mí.

Volví dentro, dejando a Miguel atrás intentando abrir la puerta del patio de su bajo. En otras circunstancias, le habría dado conversación hasta verle desaparecer en su domicilio, tan solo por retenerle unos segundos más conmigo. Ahora me daba cuenta de que esos segundos nunca habían valido nada.

En cambio los sustituí por seguir dándole vueltas a todo, comparando a Edu con Damián y viceversa, hasta que por fin llegó mi madre. Ya no tenía que pensar más por un rato, era hora de comer.

 Iris:

Con las últimas luces del día, un rato antes de cenar, y tras ducharme, cambiarme y dejar atrás el cansancio del intenso día de playa y piscina, reuní el valor para pasarme por el bajo de Lara. Si no lo hacía ahora probablemente no lo haría nunca, ya que sabía que Felipe y Loreto cenarían tan solo unas horas más tarde allí, y ya no daría lugar a hablar tranquilamente con ella, con el revuelo que causa una mudanza.

Estuve lo que me parecieron siglos ante el timbre, sin atreverme a hacerlo sonar. El pelo rubio me caía en cascada sobre los hombros, haciéndome sentir pesada y poco ágil, como si pesara toneladas. Lo aparté, aún frío y húmedo de la ducha, tras mi oreja izquierda, e inspiré el suave olor de mi champú para intentar relajarme. Apreté una última vez los puños y toqué.

A mi encuentro salió un niño pequeño de unos seis o siete años, y me ruboricé pensando automáticamente que me había confundido. Miré la placa de la puerta, pero no, era ese bajo, estaba cien por cien segura. El pequeño, cerebralmente más ágil que yo gritó:

- ¡Lala, ha venido una amiga tuya! ¡Es rubia y tiene el pelo largo y bonito! – me reí automáticamente por el comentario, no sabía que Lara tuviese un hermano.

- Voy Toni, dile que pase, enseguida salgo – escuché la voz de Lara desde el fondo del pasillo.

Toni, por toda respuesta cogió mi mano y me deslizó por la casa hasta el salón. Luego salió corriendo a cerrar la puerta, y acto seguido volvió a correr, pero hacia el interior de la casa, supongo que a su habitación.

Eché una ojeada a mi alrededor, la mayoría de las cosas estaban ya embaladas, la casa parecía estar perdiendo vida poco a poco. Me dio una punzada de tristeza al corazón, ¿cómo podíamos haber pasado este hecho por alto?, ¿cómo había logrado mantener Lara el secreto?,  seguramente todos estábamos demasiado ocupados con nosotros mismos para siquiera darnos cuenta.

Minutos después, Lara apareció en el marco de la puerta del salón, se estaba colocando unos aros plateados en las orejas. Se notaba perfectamente que aquello era una cena más bien formal, de despedida. Estaba guapísima con un vestido de gasa azul eléctrico, de vuelo en la falda y de corpiño ceñido, lo acompañaba elegantemente con una media caña de plata en su muñeca y unas bailarinas.

A su lado me sentí insignificante, con mi blusa verde, mis shorts de flores y mis deportivas de paseo. Igualmente, no había venido aquí a competir por nada, sino a hablar con ella. Pero no tenía ni idea de por dónde empezar.

- Ala, que guapa estás Lara – la primera frase acompañaba a mi sorpresa al verla.

-¿Sí? Oh, gracias Iris, tú siempre estás guapísima, a mi hermano lo has enamorado creo - los ojos café del pequeño Toni asomaron por detrás de la puerta, para acto seguido desaparecer entre risas pasillo adentro.

- Qué gracioso es, no sabía que tuvieras un hermano, la verdad.

- Ya… es que no suele venir mucho, normalmente viaja con mis padres o se queda con mis abuelos, mientras yo estoy aquí con vosotros.

- Ah, entiendo, a propósito ¿y tus padres? – pregunté al reparar por primera vez en la ausencia de estos.

- Han salido a comprar los últimos detalles de la cena, deben estar al volver… pero supongo que no has venido aquí a preguntar por mi familia, ¿me equivoco? – Apuntó hábilmente Lara

- En absoluto, y estoy casi segura de que ya sabes de lo que vengo a hablarte.

Tormentas de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora