Capítulo 30:
Felipe:
Después de comer bajé con Iris a la playa, antes que los demás, para tener algo de intimidad y estar lejos de las miradas de vecinos curiosos. Estuvimos hablando durante el trayecto de casa a la playa a cerca de lo acontecido aquella mañana, yo le puse al día de lo que habíamos hecho los chicos en la playa y ella me narró el encontronazo con Celia. Incluyó la noticia de que Lara se mudaba, hecho que me pilló por sorpresa.
- Tengo que hablar con ella, me dijo que quería que aclarásemos las cosas… - me contó, mientras se quitaba la camiseta y los pantalones cortos para quedarse en bikini.
-Yo también debería hablar con ella, quizás nunca he sido demasiado justo con ninguna de las dos, y créeme que lo siento, Iris… - al decir esto tomó mi cara entre sus manos y me dio un tierno beso, al tiempo que acariciaba mis mejillas.
- Lo se, no te martirices más, anda – intentó tranquilizarme – y no me tienes que pedir perdón, ni permiso para nada, confío en ti.
Aún así, se que a Iris todavía le resulta amargo este tema, y se que recela de lo que hable con Lara, porque sinceramente, yo también lo haría. Es innegable lo bien que nos llevamos, y que hemos sentido algo el uno por el otro, por lo que Iris podría sentirse algo amenazada. Pero la he elegido a ella, y eso debería bastarnos a ambos… ¿verdad?
Nos tumbamos en nuestras toallas mirándonos, las palabras sobraban. Le retiré un mechón rubio rebelde que le caía surcándole el rostro y aproveché para acariciarla. Ella sonrió mientras, y se aproximó aún más a mí, hasta rozar cariñosamente su nariz con la mía. La abracé a pesar del calor, y así nos quedamos un buen rato, adormecidos el uno junto al otro hasta que llegó un momento en el que se hizo absolutamente necesario ir a darse un refrescante chapuzón a la orilla del mar.
Cuando estábamos nadando, vimos llegar a los demás con sus cosas y les saludamos batiendo las manos en la lejanía. Loreto nos devolvió el saludo efusivamente y Sol perseguida por Damián simplemente corrió a lanzarse al agua con nosotros. Edu y la alicaída Victoria llegaron por detrás de Loreto y la ayudaron a organizar las toallas mientras dejaban las suyas propias. Al poco, ya estábamos todos juntos jugando en el agua al veraniego 1x2 fusionado con una guerra de ahogadillas.
En el momento en el que comenzamos a asemejarnos a un puñado de garbanzos, salimos del agua. Era la hora perfecta para merendar y todos gastábamos un hambre atroz. Nos encaminamos al chiringuito más cercano, y cada uno compró lo que más le apetecía. Al volver nos sentamos en corro en las toallas.
- Oye… ¿Por qué está Fran tan esquivo últimamente? – preguntó Loreto dando buena cuenta de su bocata vegetal. Victoria dio un respingo apenas perceptible y su mirada, jovial hasta ahora, se tiñó oscura por el recuerdo del muchacho.
-¿Quién sabe?, siempre ha sido un tío muy raro – contestó Edu, encogiéndose de hombros pero sin retirar la mirada del sándwich de nata que estaba disfrutando. Aún así, me dio la sensación de que sabía algo más.
- Venga ya Edu, prácticamente te pasas la vida con él, no mientas. – dije.
-Ya, pero de verdad, últimamente vive encerrado hasta en sí mismo, él y su guitarra, su guitarra y él. – todos volvimos la mirada instintivamente hacia Victoria, si alguien sabía algo a parte de Edu, era ella. Pero no se lo tomó muy bien…
- ¿Qué? ¿Por qué me miráis a mí? ¿Acaso he de saber yo algo a la fuerza? Si es un imbécil y no viene pues ya está.- La respuesta cortante de Victoria nos dejó helados.
Acto seguido Victoria recogió sus cosas y volvió sola a casa. Los demás terminamos nuestra comida en silencio, pensando cada uno en nuestras cosas, pero especialmente en el problema Fran-Victoria. Todos sabemos que son el uno para el otro, me atrevería a decir que incluso ellos lo saben… entonces, ¿qué habría pasado entre ellos para que acabasen así?
En ese momento me di cuenta de la tremenda suerte que había tenido con Iris. Aunque aún tuviese que hablar con Lara… Al rato de que Victoria se hubiese ido, Sol comenzó a revolverse incómoda en su toalla y angustiada por su prima, nos pidió que regresásemos con ella. Y así hicimos, más temprano que de costumbre.
Fran:
En cuanto llegué a la casa, solté mis cosas en un rincón y corrí como un crío hacia la ventana del balcón, sabía que la vería si lo hacía. Una conducta rastrera y cobarde, porque tan solo estaba a unos veinte metros de mí, pero no quería encontrarme con la fría Victoria que anoche me abofeteó por mi impaciencia.
Sentía una mezcla entre rabia, impotencia, tristeza y creo que, aunque suene raro y quizás algo masoquista por mi parte, amor. Amor como jamás lo había sentido, loco, incontrolable, apasionado e increíblemente fuerte e intenso.
Descorrí la cortina con la mano, levemente, para ver como se saludaban mis ahora amigos, y contemplé como se tiraban al agua los unos a los otros. Y entonces Victoria, ajena a todo, me miró. O al menos miró hacia mi balcón. Empezaron a sudarme las manos y me dio un vuelco al corazón, pero allí me quedé, congelado observándola. Entonces Damián se le acercó para susurrarle algo, y le odié momentáneamente por distráela y hacerla girarse de manera que ya no podía ver su precioso rostro. Damián se alejó y ella echó una última mirada triste en mi dirección, que me desgarró algo en el interior.
Acto seguido, solté la cortina y me dirigí a mi cuarto. Gracias a Dios mis padres y mi hermano pequeño seguían en la playa, y podría tocar un rato tranquilo. Cogí mi guitarra acústica, la afiné, y con mi teléfono busqué los acordes de una de las canciones favoritas de Victoria. Me propuse que no saldría de mi casa hasta que pudiera tocarla y cantarla de memoria. Si había hecho el imbécil a lo grande, ahora me tocaba arreglarlo a lo grande ¿no?
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Tormentas de Verano
Teen FictionHa llegado el verano, y con él todos los amores de años pasados. También hay cosas nuevas y cambios, muchos cambios. Descubrimientos inesperados, mentiras, errores, amores que matan, sol y playa, todo ello mezclado en una tormenta veraniega que te m...