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Siempre vamos a la misma cafetería, la que se encuentra en el centro. También pedimos los mismos cafés y nos sentamos en la misma mesa, la que tiene una ventana mirando a la calle. La única cosa que hace que nunca me cansé de esto, es que siempre tienes algo nuevo que comentarme.

No soy de hablar mucho. No sé sacar conversación. Por eso, cada que me comentas algo nuevo, estoy tan complacido de verte tan entusiasmada por decirme lo último que te ha pasado a lo largo de la semana.

Y agradezco tanto varias cosas de esto. Por ejemplo, agradezco de que seas tú quien sea capaz de dar el primer paso para hablar. A mí nadie me pregunta cómo fue mi día, sí me fue bien ayer en la noche, o si me pasó algo nuevo para hablarlo. Te has preocupado en saber si estoy bien, y aunque me sigue extrañando esta clase preguntas, me hace sentir de importancia nuevamente. Aunque igual no me lo digas con mucha frecuencia, pero por ahora no me importa.

Otra cosa que agradezco es que muchas veces sólo seas tú quien hable por varios minutos, y pueda simplemente contemplarte. Como dije, no soy de hablar mucho, ¿Qué se supone que te podría contar, aparte de cuando cepillé a uno de mis perros esta mañana y que me cambie de corbata porque estaba sucia? Tú cuentas tu vida como si realmente la vivieras. Las partes buenas, las partes malas, y yo inclino mi cabeza levantando ligeramente uno de mis oídos para escucharte mejor. Y si no fuera por el café que tomamos allí, tal vez no podría escuchar con atención todo lo que me dices. Pero aunque estuviera cansando y sin nada que me recomponga por esa tarde, estaría feliz y dispuesto a estar ahí

Me acuerdo de otros detalles: no todos los días vamos allí sólo para hablar.

Hay ocasiones, en la que me quedo mirando la misma calle en la que tus ojos se posan, intentando buscar lo mismo que tú ves en la acera. Tu sonrisa se dispersa y simplemente se pierde entre los transeúntes. Donde tus ojos se desvanecen por un momento y apoyas tu barbilla en la palma de tu mano.

Tu otra mano queda lejos de ti, en el centro de la mesa y en frente mío. Cuando esto pasa, cuando te desahogas, y te quedas mirando a nada en especial, dejo mi taza en la mesa y agarro tu mano entre las mías. Nunca te has quejado, y cuando te volteas para mirarme, yo sonrío, así sea nerviosamente.

Me encanta cuando retorna tu sonrisa.

🌾;; Flufftober Marindy | 31 MinutosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora