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Conocer a los padres normalmente es un martirio. Tratar de caerles bien para así estén bien con la relación de tu pareja es solo una tontería, pero aun así sientes, en el fondo de tu corazón deseas caerle bien. Mi desgracia fue tratar de caer bien a todo el que podía, que como describían mi personalidad no era posible. Eso me dejaba algo decepcionada, porque en serio no quiero causar problemas a las personas. No todo se puede en esta vida.

Mis padres no ha sido gran problema, pero aun así habría que tener un poco de cuidado como siempre. El principal problema era mi papá, porque es que es un hombre de apariencia seria: muchas veces a intimidado a Tulio, pese a que él le lleva como tres cabezas más de altura. Sólo era alguien con el cabello revuelto y una falta de dientes de dos dientes frontales, que creo que termine con ellos para considerarme una ardilla. En el fondo, él era un animal: un oso abrazable; me cuidaba a mí y a todos, siendo un gran hombre con su gran corazón. Igual un oso puede intimidar a un chimpancé, o a un perro.

Mi madre, por otro lado, era la lechuza blanca, a pesar de ser ella de por sí una ardilla. Era una mujer bastante sabia, no en el sentido da saber cualidades de físicas y resoluciones matemáticas, si no porque su intuición de empatía va más allá de lo que alguna vez pude comprender. Ya sabía que podías estar sintiendo antes de que incluso se lo dijeras, y sus palabras eran más compresivas al no caer en el buenismo de «Tú puedes en esta vida. Sólo tienes que echarle ganas». Fue esa majestuosidad lo que me hizo entender el poder de la empatía en las personas, que, lamentablemente, me hizo caer en la preocupación de caerle bien a todos. Si ella me viera, de seguro me consolaría, pero ya estoy a varios kilómetros como para tener su preciado consejo y calor.

Es realmente extraño cuando pregunte por tus padres, imaginándome situaciones embarazosas para mí que me incluyeran la vergüenza, y tu respondiste con:

—Técnicamente, diría que me considero un huérfano. En el peor de los sentidos, ellos están muertos porque me los comí.

—¿Pero cómo se supone que te los comiste?

—Es una historia extraña: me criaron unas verduras.

—¿Verduras?

—Verduras. Lo que pasa es que me abandonaron en una verdulería y entonces esas verduras me criaron. Un extraño hombre vino un día y compro la tienda, lo que nos obligo a desalojarla, y en esos días donde tratábamos de sobrevivir, hice una sopa; y me sentí solito.

—Eso es...

—Te dije que es una historia extraña. Igual actualmente encontré a mi madre biológica, pero ahora solo es una conocida para mí. Igual no hay que prestarles atención a esos detalles si no quieres romperte la cabeza pensando en vegetales cuidando a un perro. Hay cosas más extrañas en esta vida y no las cuestionamos; por ejemplo, Juanín.

Igual no todo el mundo puede estar convencido. Ya era la primera vez que escuchaba de alguien que dijera que su madre biológica es más una «conocida», pero las relaciones siempre han sido extrañas. Tal vez ni siquiera son extrañas, sino simplemente las consecuencias de los eventos ya ocurrido lo que lleva a esto.

Cuando por fin fuimos a conocer a mis padres en Titiritalca, te encontrabas nervioso nuevamente. Expresaste que querías que ellos te quisieran y que querías agradarles, mientras que tus manos sudaban y se escurrían. Sonreí, y sequé tus manos en tu ropa para agarrarla: «Vas a estar bien. No te preocupes», fue lo que te dije, y estuviste mejor por el camino.

🌾;; Flufftober Marindy | 31 MinutosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora