No sé si recuerdas la vez que nos quedamos estancados en una parada de autobús porque hubo una llovizna de vuelta a casa. Fue aquella vez donde fuimos por unas bebidas para tomar juntos, pero como ninguno de nosotros tenia dinero, nos devolvimos. Sí: esa fue una ocasión muy inoportuna.
Quedamos resignados bajo el techo de la estación, y poco a poco la llovizna se volvía un diluvio. Me sequé la cara las gotas de rocío con mi mano, y me senté en el banco que había ahí, en la esquina con el único poster promocional que tenía. Ya más pasaba los minutos, se veía que no iba a escampar pronto, por lo cual suspiré frustrada.
—Maldición —dije—. Mañana tenia que llegar temprano al trabajo
—¿Qué tenías mañana?
—No es mayor cosa —junte mis rodillas hacia mi pecho, evitando no mojarme—, sólo era una reunión de trabajo.
—¿Cosas bobas de oficina?
—Cosas bobas de oficina.
Te reíste por el chiste estúpido, y seguiste mirando la lluvia. Yo hice lo mismo en mi asiento.
—¿Crees que el autobús pasé pronto?
—No —respondí—, ya es muy tarde. Pasaban a las nueve y ya son las diez.
Las luces rojas y amarillas de la calle resplandecían en los charcos. El clima formaba sus hileras de agua que se espacian en la acera, y el brillo se posaba ahí, para que tú lo miraras hincado de puntillas.
Te levantaste y te sentaste a mi lado, y nos quedamos otro rato viendo las cascadas que se empezaban a formar por las tejas del techo, cayendo chorros y salpicando. Para me extraño bastante cuando, sin avisar o algo por el estilo, te quitaste tu gabardina para ponerla en mis hombros, y me dijiste:
—Ya puedes irte.
—¿Irme? Pero no puedo irme. No puedo llevarme tu...
—Sí puedes —Sonreíste un poco—. No me importa mucho el frio, o la lluvia.
—¿Y si no se va la lluvia?
—Dije que no me importaba la lluvia, no que sabia cuando se iba. Ven un momento.
Me agarraste de la mano y me llevaste a la orilla donde las cascadas se formaban. Agarraste el doblez para ponerlo y ajustarlo encima de mi cabeza, al igual que abrochaste los botones del cuello para que no se pudiera deslizar.
Miré a los lados de la calle, al igual que tú, y agarré las mangas que colgaban a los lados de mi cabeza para tenerlas en mi pecho. Ya la temperatura empezaba a bajar tanto que tu aliento empezaba a formar parte de la neblina, y mi nariz se enfriaba.
—Está bien —dijiste una vez que terminaste de ojear—, no hay nada en la calle. Ya te puedes ir.
—¿Pero en serio estás seguro que puedo irme, con tu gabardina, que usas para trabajar? ¿Posiblemente la única que tienes? ¿Realmente estás seguro de eso? Porque recuerda que empieza a hacer frio.
—Dije que no me importaba el frio, y menos la lluvia. Además: igual tengo más de esas para ir a trabajar mañana. Bueno: buenas noches, Cindy.
No dije más nada por esa vez. Después de volver a inspeccionar ambos lados de la acera, levanté la mano para despedirme de ti y me encaminé por mi rumbo devuelta a mi casa. Ya para cuando estaba muy lejos me di la vuelta para verte, y vi como tu mirada se posa en las orillas del riachuelo de la calle, y volvías a ver las hileras de rocío en el cielo nublado. Sólo esperabas ansioso de que el clima escampará.
...
La vez que nos quedamos varados en una estación de autobús, y medio de una lluvia estorbosa. Está bien, te mentí: esa sí era mi única gabardina de trabajo. Los perros destrozaron la otra de color beige, por lo cual no tenia más que la de color azul que te di.
No me importó mucho. Logré llegar seco a casa a la hora y media de llovizna, cuando el clima finalmente mejoró. Por el contrario, llegué muy cansado, así que despertarme al día siguiente fue todo un martirio.
Al menos me alegra saber que tú si lograste llegar mejor que yo.
...
La ropa que me diste llego demasiado mojada como para entregártela. Fue por eso que no te la di al día siguiente.
La lavé y la planché. Cuando fui a entregártelo en persona a tu casa, noté que realmente te sorprendió la visita que te hice, y que te diera en tus propias manos tu ropa limpia. Oliste la ropa y la respiraste profundamente, con cara de éxtasis cuando por tu nariz quedo el perfume.
Después de eso me invitaste a pasar a tomar un café, como en otras ocasiones.
ESTÁS LEYENDO
🌾;; Flufftober Marindy | 31 Minutos
Fiksi PenggemarMario Hugo y Cindy Miraflores tiene pensamientos algo íntimos acerca del uno y del otro. Aunque no se lo digan de frente, ellos saben que es cierto. Aunque no todo el mundo lo sepa, aún así saben que florece algo entre nosotros. 🌾;; -------- Colecc...