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–¿No crees que esto es demasiado?-preguntó la castaña mirando la entrada del lugar.

–Claro que no-salió abriéndole después la puerta a la menor.

–Buenas noches señoritas-el valet hizo una reverencia en señal de respeto y Lisa le entregó las llaves del auto entrando con Rosé al restaurante.

–Si antes lo pregunté ahora estoy segura, esto es demaciado-los colores blanco y negro predominaban en la decoración, mesas y sillas de roble oscuro con manteles de seda blanca, copas y cubiertos bien lustrados, y candelabros dorados colgaban del techo dándole un ambiente más romántico aún–Tía no podemos quedarnos aquí, debe ser demaciado caro-la pequeña intentó tirar de ella pero el fuerte agare de la pelinegra se lo impidió acunando luego su rostro.

–Nada es demaciado si es para ti, ahora entrarás conmigo de la mano y disfrutarás de la noche-la vió asentir con las mejillas coloradas por su cercanía, amaba cuando la mayor le hablaba así, dulce pero con autoridad, una convinación que solo tiene ella.

–Acompáñeme por aquí señorita Manoban-las guió hasta su mesa, Lisa le retiró la silla a la castaña y el mesero lo hizo por la pelinegra–En un momento les traeré la carta-el silencio reinó en los treinta segundos que estuvieron a solas–¿Ya saben que pedirán?

–Lubina a la plancha y ensalada mixta para acompañar.

–Les puedo sugerir un vino Burdeaus de la cosecha de 1940-asintió con una sonrisa y volvieron a quedarse solas.

–¿Hoseok te ha seguido molestando?-preguntó porque aunque no quería arruinar su noche la duda le carcomía la conociencia.

Negó mirando el plato recien puesto delante de ella–Intentó hablar conmigo el otro día pero no estaba de ánimo para lidear con él-suspiró frunciendo sus labios–mis compañeros de escuela estaban inventando historias sobre lo que pasó el jueves en la tarde.

–¿Qué estaban diciendo?-se llevó un pedazo de lubina a la boca.

–Qué... tú... estabas celosa, que... siempre espantas a todos los que se me quieren acercar y que seguro tenemos algo... que estamos saliendo y que les daba asco y les parecía enfermo la relación que supuestamente mantenemos-su voz se fue apagando con cada palabra y la expresión de Lisa era una mezcla de tristeza y culpabilidad.

–Al parecer te estoy causando muchos problemas-habló por lo bajo.

–No lo haces, son lo estúpidos del colegio los que no tienen nada más que hacer que estar pendiente de la vida de los demás-se encogió dándole un sorbo a su vino–además no me molesta que piensen esas cosas, solo..-se cortó al no saber como continuar ¿qué le diría?¿qué se ponía mal porque lo que decían no es cierto?¿qué daría lo que fuera para que estuvieran juntas de verdad?¿qué quería besarla ahí mismo frente a todos y mostrarle lo que siente?–Bueno ¿cual era la sorpresa que tenías?-cambió de tema habilmente para evitar seguir con lo anterior.

La mayor aunque se dió cuenta del cambio prefirió no indagar en el tema y seguirle la corriente–Solo debes prometerme algo antes-la castaña asintió–que no lo rechazarás por nada del mundo-la menor aunque dudosa hizo un ademán para aceptar, sacó la cajita del bolso dejándola frente a ella sobre la mesa–Tal vez no hay ningún motivo especial para este regalo pero quería dártelo-la abrió sacando el anillo de esta, tomó la mano de Rosé ahora temblorosa y lo colocó en su dedo anular dejando un beso en su dorso después.

–Ahora no podré salir con nadie más-sonrió nerviosa calentando el corazón de Lisa por su ternura, no buscaba eso al darle el regalo pero le gusta que piense así–Es muy hermoso, seré la envidia de todas las chicas de mi segundaria-le guiñó un ojo mordiendo su labio inferior mientras reprimía una sonrisa.

–Propongo un brindis, por este día tan maravilloso y por la hermosa compañía que tengo esta noche-levantó su copa y su contraria hizo lo mismo, las chocaron y bebieron de ellas. Después de aproximadamente veinte minutos pagaron la cuenta y salieron del restaurante parando en un parque de camino a la casa.

–Este es el parque a donde nos traías de pequeñas-comentó Rosé mirando alrededor–recuerdo los algodones de azúcar que vendían en esa esquina-señaló al lugar donde antes solía estar el carrito de golosinas–recuerdo también cuando no me acoplaba bien a los demás chicos y me tomabas de la mano-hizo lo que decía y siguió caminando mirando al frente–y me llevabas al mirador para que me animara-cuando lo único que me hacías falta eres tú, sopesó escapándosele un suspiro. Llegaron al lugar apoyándose en la baranda aún sin soltarse.

–Me siento vieja cuando hablas así-bromeó mirando las estrellas en el firmamento.

–No lo eres, eres muy jóven y guapa, cualquier chica podría enamorarse de ti, solo hay que mirar a la idiota de mi hermana-bufó lo último mirando el horizonte.

–Pero a mi no me interesa gustarle a ninguna otra chica y mucho menos me interesa Yuna-aclaró buscando su mirada pero solo encontró sus ojos cerrados.

–¿Entonces por qué nunca le dices nada?-inquirió aún sin abrirlos.

–Porque aprecio a Bom y estoy agradecida por todo lo que ha hecho por Jennie y por mi, y a pesar de que Yuna se ha puesto pesada con lo de que le gusto también la quiero, es como una hermana para mi-aclaró girando su cabeza para que la mirara pero seguía sin abrir los ojos–Mírame por favor-besó la punta de su nariz cortándole momentáneamente la respiración–si no lo haces te volveré a besar-sus ojos se abrieron de golpe, no creía poder aguantar ese tipo de emoción otra vez–No me interesa Yuna, nunca lo ha hecho y nunca lo hará, te lo aseguro-por alguna razón necesitaba que le creyera, necesitaba que le dijera que confiaba en ella y en lo que le dice.

–Está bien, te creo, siempre creeré en ti.

Entre sombras y sombras me faltas tú (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora