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–¿Ahora sí me dejarás prepararte la cena?-preguntó y la castaña negó con una sonrisa.

–Yo solo quiero quedarme aquí contigo-besó la punta de su nariz–quedarnos aquí acurrucadas y esperar a que todo se calme para hablar con Nini-suspiró aferrándose a la mayor quien cerró los ojos ocultando su rostro en el cuello de su novia.

–¿Crees que lo podamos resolver antes de sus cumpleaños?-inquirió en voz baja y sintió el pecho de la menor llenarse de aire.

–Claro que sí, podremos celebrarlos el mismo días como decidimos, se hará una gran fiesta y la disfrutaremos en familia como queremos-aseguró peinando el cabello negro de la chica sobre su cuerpo, esta dejó un beso en el cuello de Rosé haciéndola estremecer, sus manos se detuvieron por un instante hasta lograr retomar el ritmo normal de su respiración.

–Así será, pero ahora quiero dormir un poco, no me he levantado de este sofá en toda la tarde y aún tengo sueño-comentó reincorporándose–usaré el baño principal, si quieres puedes utilizar el de nuestra habitación-una sonrisa creció en el rostro de la castaña al escucharla, le gustaba que las cosas fueran de ambas, como un matrimonio. Cada una tomó una dirección y se dieron la tan preciada ducha que estuvieron anelando después de lo sucedido, una extremadamente preocupada por dos de las personas que más ama, y la otra quedándose sin lágrimas al intentar sacar todo el dolor que está sintiendo por la «pérdida» de su hija–Creo que se han cambiado los papeles-rió recostando la cabeza en el pecho de su chica mientras la adolescente rodeaba el cuerpo de la abogada con sus brazos.

–De eso se tratan las parejas, de cambiar los papeles cuando es necesario, de apoyarnos la una a la otra cuando más lo necesitemos-capturó sus labios en un pequeño beso para reafirmar su punto de vista siendo bien recibido por su contraria. La noche pasó más rápido de lo que pensaron mas sus cuerpos seguían extremadamente cansados a la hora de levantarse, desayunaron juntas y después de que Lisa se dirigió al bufete la castaña regresó a casa, hoy ninguna de las dos asistiría a la escuela–¿Qué tal está Jennie?-le preguntó a su madre llegando a la cocina.

–Se la pasó llorando toda la tarde y noche y por más que intenté hacerla entrar en razón sobre lo que ocurrió con Lisa no quiso escucharme, ayer no comió y hoy tampoco lo ha hecho, no ha salido de su habitación y tampoco permite que entre, ya no sé que más hacer-suspiró derrotada, la impotencia de no poder protegerla la estaba matando, es como su hija, prácticamente la vió nacer, la vió crecer, sacar de quicio a su madre, convertirse en una adolescente inteligente y hermosa, y ahora verla en ese estado la desesperaba de una forma inimaginable.

–Está bien, haré que coma algo e intentaré arreglar las cosas, Lisa no está para nada bien y realmente no me gusta verlas así, a ninguna de las dos-confesó al mismo tiempo que preparaba una bandeja con el desayuno, unas tortitas de plátano y leche con chocolate, el favorito de la pelinegra menor. Subió después de darle una mirada a su madre en busca de apoyo, esta asintió con una sonrisa, al estar arriba golpeó la puerta ganándose un «no quiero ver a nadie» de parte de Jennie–Soy yo Nini, ábreme la puerta-pidió guardando silencio escuchando movimiento dentro de la habitación para al final oir el pestillo ser quitado y la cama hundirse otra vez, tomó una bocanada de aire antes de ingresar y ver a Jen hecha bolita bajo las mantas, dejó la comida en el escritorio y se sentó a su lado comenzando a acariciarle el cabello en un intento de consolarla.

–No lo soporto Chae ¿por qué tuvo que mentirme?¿por qué es tan egoísta?-musitó sollozando creando un gran hueco en el pecho de Rosé.

–Creo que deberías escucharla, oir su versión de la historia, hacerle todas las preguntas que necesites y hacer que todo vuelva a ser como antes-susurró con dulzura observando a la menor temblar soltando gimoteos descontrolados.

–¡No lo haré, ella no se lo merece, no debió mentirme de esa forma!-se exaltó saliendo de la cama, Rosé se paró frente a ella tratando de que recobrara la compostura.

–No sabes por qué lo hizo y no lo sabrás hasta que hablen, dale esa oportunidad, se la merece después de todo lo que ha pasado, date tú también la oportunidad de sanar y conocer la verdad-sugirió acercándose y envolviendola en sus brazos.

–¡No se lo merece!-exclamó alejándola–¡no se merece nada, la odio y nunca la escucharé!-gritó golpeando la pared con su puño, la mayor perdió por completo la paciencia y la empujó al centro de la habitación dispuesta a cantarle todas sus verdades.

–¡Esa mujer que no quieres ver, esa que dices odiar-señaló la casa de al lado por la ventana–es la misma que a los trece años se enteró que estaba embarazada de ti-le golpeó el pecho con su dedo índice–la misma que cuando se lo contó a su novio este le dijo que solo volviera a buscarlo cuando se hubiera desecho de ti-otro golpe haciéndola retroceder–la misma a la que sus padres echaron de casa al saber la noticia pero que solo le importaba una cosa-levantó un dedo frente a sus ojos ahora cristalizados–que su bebé nazca bien, la misma que pudiendo abortar y no complicar su vida decidió enfrentar a todos sus conocidos y tenerte-las primeras lágrimas se deslizaron por las mejillas de ambas–esa misma que entró con ocho meses al hospital sangrando y lo único que pedía era que salvaran a su bebé, esa mujer a la que rechazas es tu madre!-un sollozo ahogado salió de la boca de la menor y se dejó caer sobre la cama totalmente derrotada.

Entre sombras y sombras me faltas tú (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora