"El vecino inmaduro"
Sonó por toda mi casa el timbre.
No le tomé importancia y retomé mi lectura. Cuando mamá abrió la puerta y hasta mi habitación se escucharon los saludos de todos, las voces se me hicieron muy familiares.
No puede ser. Se me olvidó el pequeño detalle de que mi madre es inseparable con la vecina.
La madre de Aster.
Lo más probable es que la Señora Glen le haya contado la llegada de su queridisimo hijo a mi mamá.
Abrí la puerta de mi habitación con cuidado de que no hiciera ruido y me asomé por las escaleras para poder escuchar mejor.
-Adelante, están en su casa.
-Muchas gracias Betty no tenías porque preocuparte.
-No digas tonterías Lynda, es un bello placer poder saludarlos... y mira a tu hijo está tan alto y grande me acuerdo cuando era tan solo un crío.
-Buenas tardes, Señora Blake.
-Oh Aster querido, dime Betty.
Mierda él está aquí.
-¡Ale! ¡Baja a saludar!
Carajo.
-¡Voy mamá!
Intenté arreglarme aunque sea un poco el cabello, un intento fallido por cierto y baje muy lentamente las escaleras esperándome lo peor.
Al bajar el último escalón todo los presentes en la sala se dieron vuelta para poder mirarme.
La Señora Glen avanzó y estiró sus brazos para poder atraparme en un gran y apretado abrazo.
-Ale, te ves preciosa mi niña.
-Gracias Señora Glen.
-Querida ya te dije mil veces que me digas Lynda- sonrió calidamente como una mamá lo haría, volteó la cabeza e hizo una seña con la cabeza para que Aster se acercara -Aster, hijo saluda-.
-Alessandra...- dió un paso adelante.
-Aster...- me quedé parada en mi lugar.
No iba a dejar que se diera cuenta que me afectaba su no deseada e inesperada llegada.
-¿Tiempo que no nos vemos cierto?
-Si, años- sonrió forzadamente.
Se podía escuchar el silencio en la sala.
-Bueno- mamá interrumpió -Como invité a Lynda y Aster a comer y todavía no está lista la pasta, no se me ocurre mejor idea que lleves a Aster a tu habitación para que se pongan al día- mamá sonrió y nos empujó hacia las escaleras para forzarnos a subir.
Los dos ahora estábamos frente a mi habitación y la incomodidad se podía sentir en el aire.
-Primero las damas- Aster movió su brazo indicándome que entrara a mi habitación.
Entré y detrás de mí él empezó a ver a sus alrededores, podía ver su cara de disgusto observando toda mi habitación.
-Todo es tan.... femenino- hizo una mueca y arrugó la frente con disgusto.
Trataba de escombrar un poco mi cuarto ya que estaba un poco desordenado.
-Pues la verdad no creo que te hayas dado cuenta pero soy una mujer y soy femenina, creo que eso explica lo de mi cuarto siendo femenino- respondí con sarcasmo.
-¿Sigues siendo así?
Le dediqué una mueca de confución.
-¿Así como?- crucé los brazos.
Señaló mis brazos cruzados y respondió a mi pregunta -Así de testaruda y molesta.
-¿Así que te acuerdas de mí?
-Claro que me acuerdo de tí- empezó a dar vueltas por mi habitación y a ver las cosas que estaban en uno de los estantes -Como no voy a recordar a aquella niña tonta que le encantaba columpiarse como una tonta en los juegos del parque.
-Inmaduro- susurré para mi, pero él lo llegó a escuchar.
-Tonta.
Puse los ojos en blanco, odiaba que me dijera así.
¿Y que hizo el? Me sacó la lengua. Pedazo de imbecil.
Traté de no prestarle atención, pero por el rabillo del ojo pude notar como se acercaba a mi ventana y se asomaba por mi cortina. Supongo que quería ver como se veía su habitación desde la mía.
Lo ignoré hasta que escuché un pequeño "click".
-¿Qué crees que estás haciendo?- volteé de inmediato.
-¿Por qué tu ventana tiene seguro?- evadió mi pregunta y abrió la ventana.
-Por nada en específico- mentí acercándome y cerrándola de nuevo.
Aster estaba a punto de decir algo pero los gritos de mi mamá sobre las escaleras lo interrumpieron.
-¡Chicos! ¡Ya está lista la pasta!
-¡Vamos enseguida mamá!- respondí gritando sobre las escaleras.
Los dos salimos de mi habitación y nos dirigímos hacia abajo donde estaban en la cocina Lynda y mi mamá.
-Ale, puedes poner la mesa por favor- mamá alzó la voz desde la cocina para que pudiera llegar a escucharla.
-Si mamá- me quejé con mi tono de voz.
Ahora fue Lynda quién alzaba la voz -Aster ayuda a Ale, no seas maleducado.
-Si mamá- se quejó con el mismo tono de voz.
Mientras yo ponía los cubiertos, manteles y las servilletas sobre la mesa del comedor, Aster ayudaba con los platos y vasos.
Mamá llegó con un gran tazón de pasta y los colocó en medio de toda la mesa.
Todos nos sentamos y nos servímos.
La comida transcurrió en chistes de mamás que yo no lograba entender y por la cara de confusión de Aster supongo que él tampoco.
Igual pude llegar a notar que Aster por momentos muy cortos me llegaba a ver y hacíamos contacto visual.
-Aster- mi mamá lo llamó y Aster dirigió su vista del plato, a mi mamá -¿Ale ya te contó que trabaja en una librería?
Alzó las cejas en forma de asombro y me volteó a ver.
Mierda ¿Por qué ahora era yo el tema de conversación?
Prefería escuchar los chistes de mamás.
-¿Ah si?
Solo me dediqué a asentir con la cabeza tímidamente, con mi vista hacia el plato y jugando con la comida en el tenedor.
-Mi niña es tan responsable, que hasta va sola a trabajar en bicicleta.
Vaya, enserio mamá quería que Aster me molestara por el resto de mi miserable vida.
Aster iba a decir algo más pero un sonido lo interrumpió.
Mi alarma.
¿Ya era la hora?.
Cuando tomé mi celular para apagar la alarma verifiqué la hora y si.
Siete de la tarde en punto.
-Con permiso- me disculpé, me paré, y me dirigí hacia la cocina donde agarré un vaso, lo llené con agua y agarré aquel contenedor con una etiqueta roja.
Lo abrí y extraje de el dos pastillas rojas.
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Diario de un Columpio
RomanceUn Columpio. Un niño inmaduro. Una niña tonta. Un pasado enterrado que volverá a unirlos después de tantos años de no haberse visto a pesar de ser prácticamente vecinos desde los cinco y seis años. ¿Casualidad? ¿Destino? ¿Coincidencia? Aster Glen e...