Capítulo 12

7.3K 1.1K 1.8K
                                    

"Romper, abrir, fluir, volar."

Lágrimas...

El bello arte de llorar. La primera vez que vi a Aster llorar.

¿Quien lo diría? La primera vez que vi a Aster llorar y le limpié una de sus lágrimas, fue en el mismo lugar donde el me hizo llorar a los cinco años por empujarme de los columpios.

Estaba anocheciendo y seguíamos en los mismos columpios donde habíamos hablado un poco sobre el papá de Aster.

Todavía no lograba entender todo, pero confiaba en que cuando él se sintiera mejor y confiara en mi, me contaría que estaba ocurriendo y yo podría ayudarlo.

Yo era más abierta con él y fácilmente podía hablar de mis sentimientos y mis preocupaciones. Siempre solía ser abierta y que mis emociones me ganaran en todo; eso me hacía más vulnerable.

Esa era una de mis mayores debilidades, abrirme de más con las personas. Toda mi vida me abrí con las personas incorrectas y terminaba herida, lo que provocó que hoy en día me cierre por completo y confunda a todas las personas que sí me quieren y me puedan ayudar.

Pero con Aster era diferente, con él nunca tuve miedo a abrirme.

Ahora en el parque y bajo la noche estrellada nos encontrábamos jugando en aquellos columpios, riendo.

-¿¡Enserio!?- exclamó Aster con sorpresa.

-Enserio- afirmé su pregunta.

-Ale, tienes dieciocho años y ¿Nunca has tenido novio?

Asentí con la cabeza, mirándolo y columpiandome.

-¡Vaya! Eso sí que es un nuevo récord.

Reí -No sé- me encogí de hombros -Creo que es un miedo, uno de mis más grandes miedos, miedo a que sí me aferro, lo suficientemente fuerte, me vayan a lastimar y me cierre más a las personas que sí lo valgan.

-Pero, en el fondo quieres experimentar qué es que te quieran, como tú los quieres- terminó mi idea.

Sonreí dándole la razón en la idea acertada.

-¿Por qué no lo intentas? ¿Por qué, no solamente dejas ese miedo y lo intentas por primera vez?

No me di cuenta cuando fue que dejamos de columpiarnos.

-Tengo miedo.

-El miedo no te deja avanzar; estás estancada, parada. Tienes que fluir, dejar fluir la vida. Algo que siempre digo es que la vida es como el viento.

Arrugué la nariz, el sonrió y prosiguió.

>>El viento, fluye y hay cosas que fluyen con él, como los pajaritos o las hojas de los árboles, vienen y van fluyendo con el viento, dejándose llevar.

>>De vez en cuando necesitas convertirte en esa pequeña golondrina, volar alto al cielo y dejarte llevar con el viento.

Alcé la cabeza de nuevo hacia él y lo miré -Tengo miedo de perder las cosas que me mantienen estable.

-Mantenerte aferrada a cosas que te mantienen estable, te hacen sentir segura, pero no siempre es lo más saludable.

Ladee la cabeza y sonreí -Gracias.

-No hay de qué Tonta, ahora levántate porque se me ocurrió una idea.

-Me levanté del columpio decidida. Tenía que empezar a dejar las cosas fluir.

Corrimos en el parque bajo la noche estrellada de nuevo a su auto, me abrió la puerta y después él entró.

Manejó un rato y volvimos a contar anécdotas riéndonos sobre nuestra infancia. No sabía a dónde nos llevaba pero todo apuntaba que a una carretera abierta.

Cuando terminamos de charlar y ya todo era silenció, decidí encender la radio de su auto y subir el volumen, me encantaba la música.

En la radio se veía el nombre de la canción.

"Ruin My Life" Zara Larsson

Me encantaba esa canción y le subí un poco más el volumen para poder cantar un poco. Tímidamente empecé a cantar, casi no se escuchaba mi voz.

Aster sonrió y me miró por unos segundos mientras manejaba.

Subió su brazo a un botón del auto, subí mi mirada y mire como se abrió lentamente el techo corredizo del auto.

Hacía un poco de frío con el viento pero no le presté tanta atención. Solo sonreí.

La canción en la radio llegó al coro y canté a todo pulmon.

Aster solo sonreía, y alzó la voz sobre la música y la brisa para que pudiera escucharlo.

-¡Grita!

-¿¡Como!?

-¡Qué grites, libérate, suelta tus miedos, déjalos fluir con el viento. Así:

>>¡AHHHHHH!- Gritó.

-¡Estás loco!- reí.

-¡Es tu turno!

Ahí cerré los ojos, respiré profundo, me dejé llevar y sentí la brisa del viento invadir mi cabello. Lo solté todo.

-¡AHHHHHHH!- Grité.

Me sentí liberada como si fuera imparable, una pequeña bebé golondrina aprendiendo a volar.

Dejando mis miedos atrás y tratar de empezar a fluir con el viento.

No quise qué esa roca siga cubriendo y escondiendo el diamante que envolvía.

Romper, abrir, fluir, volar.

Reímos, hace bastante tiempo no me sentía libre, sin miedo a que me paren, esa sensación en el estómago, mi piel, mi corazón...

Al fin y al cabo no tenía miedo a enamorarme, no le tenía miedo al amor, no, tenía miedo a que me dejaran llorando de vuelta.

Preguntándome que hice mal, a que me decilucionaran una vez más, a que me dejaran sola, rota.

Yo no quería eso.

Porqué me imaginaba cosas lindas. Sé como era capaz de amar y que amor tenía que recibir.

No estaba para recibir menos, no.

Creo que esta noche en este momento encontré lo que enserió tenía para recibir, y para dar.

Tenía a Aster, y él me tenía a mí.

Dos pájaros aprendiendo a volar y ayudándose mutuamente para ser las mejores versiones de sí mismos.

Aprendí que la libertad no sólo se siente en la música, el viento, los dibujos, una bicicleta o entre las páginas de un libro.

Sino que igual en una persona.

En él.

Al cabo de unos minutos Aster me regreso de vuelta a casa.

-Bueno, ya regresamos- sonrió, me gustaba mucho cuando sonreía, sus ojos se achinaban, sus hoyuelos en las mejillas aparecían.

-Gracias por todo, enserio, tal vez otro día podríamos repetirlo- sonreí.

-Me gusta esa idea- ladeó la cabeza y sonrió -Te quiero Tonta.

Sonreí -Yo igual me quiero- agarré la manija del auto para intentar salir.

Un intento fallido, gracias a que Aster me agarró de la rodilla para impedirme salir.

-¿Disculpa, qué acabas de decir?

Reí.

-Yo igual te quiero, Inmaduro.

Diario de un ColumpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora