Capítulo 16

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"Kevin, me las vas a pagar"

"Desde los seis años esperé este momento"

La frase me dejó atónita mientras Aster y yo nos besabamos tirados en el pasto como si lleváramos toda la vida esperándolo.

Nos separamos unos segundos. Nuestras caras quedaron a centímetros de cada una, su nariz rozaba la mía y podía sentir su cálido aliento sobre mi boca.

Lo miré sorprendida, aferrándome a su camiseta mientras el movía su mano a mi mejilla y volvió a unir sus labios con los míos.

Todo era tan espontáneo, cálido y seguro; era tan él.

Cuando se apartó de mí, vi que la miel de sus ojos se oscureció tanto como la noche rodeandonos.

Lástima que no duró más de lo que desearía que hubiera durado, porqué una luz brillante y el sonido de un motor nos interrumpió.

Aster volteó rápidamente -Mierda- se levantó rápido alejándose de mí y después me ayudo a levantarme ofreciéndome su mano.

-¿Qué ocurre?- pregunté sin tener ni la más mínima idea de porqué Aster estaba alterado.

Aster se sacudió el pasto que se le había pegado en la ropa -Es Walter, se fue a un viaje de negocios, pero se supone que no llegaría hasta mañana.

-¿Y eso es malo porque...?- dejé la pregunta en el aire.

-Porque Mich y mamá están solas- dijo más para sí mismo que para mí.

-¿eh?- solté confundida frunciendo el ceño.

-Nada, olvídalo- miró inquieto como su papá entraba a su casa -De verdad perdón por dejarte así, pero de verdad me tengo que ir.

-Sí claro, no te preocupes- le sonreí -corre- moví mi cabeza señalando que se fuera.

Sonrió, me dio un beso a penas rozando mis labios y empezó a correr hacia su casa.

Me crucé de brazos a causa del frío y lo miré entrar a su casa. Cuando ya no estuvo al alcance de mi vista, caminé hacía los dos vasos tirados y la libreta de Aster que había olvidado junto con el lápiz que le regalé.

No debo mentir, sí me dio curiosidad saber que era lo que dibujaba en aquella libreta, y estuve a nada de abrirla, pero mi mente me impidió hacerlo repitiéndose que no era adecuado ver lo que dibujaba sin que él me lo autorizara.

Caminé por la noche fría y oscura. Mis pensamientos invadieron mi mente recordando lo que había pasado minutos atrás.

Aster, él hermano mayor de mi mejor amiga y él chico que yo siempre pensé que me odiaba cuando éramos niños, en verdad no me odiaba. Yo era quien lo odiaba.

Por una razón totalmente estúpida que terminó en años después provocando nuestro primer beso.

Me quedé bastante tiempo pensando en todo eso; miraba al techo de mi habitación a oscuras, tratándome de distraer para al final caer rendida en un largo sueño.

...

Un día muy largo, como casí la mayoría de todos los miserables días de mi vida.

Me encontraba distraída en mi casillero de la escuela intercambiando libros para la siguente materia que me tocaba la proxima hora.

Tenía como siempre los audífonos puestos tratando de evadir a casí todo el mundo y odiando a cada maldita persona en esta detestable escuela.

Está bien sí, puedo llegar a ser muy pesimista, pero ponganse en mi lugar. A veces era horrible tener que asistir al más prestigioso colegio de mi pequeño pueblo y estar rodeada de personas que solo les importaban tres cosas: Popularidad, aparentar y discutir quien tenía más dinero.

No me malentiendan, estoy muy agradecida de poder tener la oportunidad de una muy buena educación y todo, pero... las personas no ayudaban a disfrutar de mi escuela.

La única razón por la cual tengo el privilegio de asistir a tan prestigioso colegio es porque mantengo una beca intancta gracias a mis altas calificaciones, y ayudaba un poco el salario de mi mamá como neurocirujana.

En mi familia mamá siempre fue quien trabajaba duro para llevar adelante a la familia y nos mantenía, por el otro lado papá se quedaba en casa a cuidar de Daniel y yo.

Pero cuando papá y Daniel se fueron sin previo aviso y sin despedirse, solo quedamos mamá y yo. Ella trabajando más de trece horas al día o incluso la noche y yo aprendiendo a arreglarmelas por mis propios métodos.

Caminaba, distraída en los pasillos de la escuela, tarareando silenciosamente la canción que resonaba en mis audífonos cuando alguien decidió detenerme posándose frente mío.

Un pelinegro me sonrió. Mi nariz se arrugó y fruncí el ceño cuando el empezó a mover los labios y no entendí. Llevé mi mano a mi audífono derecho y lo removí de mi oído para poder escucharlo.

-Kev, repite lo que acabas de decir porqué no te entendí un carajo.

Rodó los ojos y volvió a sonreír.

-Adivina quien tiene una cita después de clases- soltó entusiasmado moviendo sus manos al estilo jazz.

-Espera... ¿Enserio?- alcé las cejas sorprendida y feliz al mismo tiempo- ¡Que bueno Kev!- le di un pequeño golpe amistoso en el hombro- Pero... ¿Quién es el misterioso chico, y por qué todavía no se su nombre?

Sonreí divertida y volvimos a retomar el paso entre los pasillos mientras charlábamos.

-Es Charlie... Charlie McKee, compañero de de Química, dos asientos atrás mio, un bombón y super sexy- dijo y yo solté una risa nerviosa.

-Pues me alegro por ti Kev- le dediqué una sonrisa genuina pero mi cara cambió cuando recordé que hoy Kevin me iba a regresar a mi casa después de clases- Oye, pero entonces si tu cita es después de clases....

Me interrumpió antes de que pudiera terminar mi oración.

-Tranquila, ya lo solucioné- me guiñó el ojo, divertido -Llamé a Aster y le pregunté sí estaba ocupado y me respondió que no, así que el vendrá a recogerte.

¿Qué hiciste, qué?- paré en seco y abrí los ojos tanto que casí se me salen de mi cara.

-¡Oh, vamos! Como si fuera la primera vez que viajas en su auto- ladeó la cabeza y sonrió divirtiéndose con mi reacción.

-Te odió

Kevin empezó a reír mientras se alejaba.

-Yo sé que me amas- hizo una reverencia y me lanzó un beso.

Agarré con mi puño su beso imaginario, empecé a caminar de reversa asegurándome que Kevin me siguiera viendo. Llegué a un contenedor de basura y tiré su beso.

Kevin soltó una cracajada estrepitosa y contagiosa que igual provocó una risa en mi.

Me terminé alejando y dirigiéndome a la siguiente clase que me tocaba.

Todavía tenía cargando conmigo la libreta de dibujos de Aster, por momentos me daba curiosidad ver que era lo que contenía por dentro, pero después mi autocontrol me impedía revisar.

Con que iba a tener que esperar a que Aster me recogiera en el colegio. No sabía si emocionarme o preocuparme. Negué lentamente con la cabeza entrando mi salón de clases.

Diario de un ColumpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora