Capítulo 7

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"Columpios terapéuticos"

Hoy salimos temprano de trabajar.

Todavía no era muy noche y se podía ver el sol esconderse.

Me identificaba mucho con el sol. Brillaba mucho para alumbrar el día de las personas, pero cuando llegaba la noche se apagaba.

Al salir de la librería me dirigí hacia el callejón donde había dejado mi bicicleta hace dos días por petición de Aster, cuando llegue mi corazón paró.

No estaba mi bici.

Alguien debió de haberla tomado.

Vamos quién en su sano juicio querría una bicicleta hoy en día.

Mi mente se nublo y se empezaron a formar miles de nudos en mi cabeza.

Volví a sobre pensar todo. Volví a hacer las cosas más grandes de lo que eran.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla hasta caer en alguna parte del suelo.

Siento que llorar es arte.

Se puede presentar en cualquier emoción, tal como la tristeza, felicidad, irá, miedo etc.

Viene desde tus ojos, es decir, dentro de ti y lo que expresas.

Las lágrimas liberan. Llorar libera.

Otra cosa que me gustaba hacer muy frecuentemente.

Soy un poco sentimental cuando se trata de las cosas que me hacen sentir bien.

Me pase la mano por la cara para poder limpiar mi lágrima.

Hoy iré caminando a casa.

Conecté mis audífonos a mi celular y puse una playlist al azar.

Empecé a caminar por la acera del camino hacia mi casa.

Pasaron unos cuantos minutos cuando de reojo vi un carro pararse lentamente junto a mi; Me asuste y busqué el gas pimienta.

Pero me relajé cuando me di cuenta que era nada mas y nada menos que mi vecino, el muy carismático pelirrojo Aster.

-Sube al auto- se estiró desde su asiento para abrir la puerta del otro lado.

-No gracias, voy a caminar.

-Hablo enserio, entra.

Arrugue mi nariz y entré al auto.

El sonrió al gesto que hice con mi nariz y puso a andar el auto.

Pasaron menos de cinco minutos cuando de vi a Aster acercándose a la radio de su auto para poner un poco de música conectada a su celular.

Subió un poco el volumen y así transcurrió el camino; cabizbaja me puse a pensar sobre mi bicicleta.

Aster definitivamente lo notó.

-¿Por qué esa cara?- su voz era burlona y arrugó un poco la cara viéndome mientras manejaba.

Baje la mirada y tardé en contestar. No me gustaba cuando me veían débil o triste por algo.

Sentía como si les diera a las personas un tipo de poder sobre mí, por eso se me dificultaba tanto abrirme a las personas y confiar en ellas.

Pero por una extraña razón, por mas que me desagradara, con él no me sentía así.

No se sí era porque Aster no me veía con lastima, o porque no me trataba como los demás pero me sentía segura cuando hablaba.

-Me robaron la bicicleta- dije todavía cabizbaja y con la voz entrecortada.

Diario de un ColumpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora