Capítulo 6

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"La razón de leer"

Lunes..

El golpe suave en la puerta de mi habitación me despertó con brusquedad, aunque no había dormido casí nada durante la noche.

-Alessandra ya despierta- escuché decir a mi madre asomándose desde la puerta de mi habitación.

Me levanté de mi cama a duras penas porque no quería levantarme y separarme de mi calientita y suave cama.

Pero al final terminé levantándome de mi cama, me puse mis pantuflas de perrito y me dirigí a mi baño.

Me observé en el espejo de mi baño, vi mis ojos hinchados, mis ojeras y mi cara de no haber dormido absolutamente nada.

Toda la noche lloré en mi cama.

Me paré frente a el espejo, pero esa no era yo, era un simple recuerdo de mi misma, eran mis miedos, mis inseguridades y mis noches de desvelo con lágrimas.

Era el reflejo que me recordaba día a día lo egoísta e insuficiente que era.

Yo misma, la chica que estaba rota por dentro y nadie lo notaba.

Era el intento de la mejor versión de mí queriendo ser algo más que un reflejo.

Me sentía sola.

No tenía a quién contárselo.

Creo que esa era una de las muchas razones por las cuales me encantaba leer, escribir, andar en bicicleta, escuchar música y dibujar.

Me escapaba y desconectaba totalmente del mundo y no tenía que sobre penar en cosas que solamente me destruían poco a poco.

Pedazos por pedazos.

Mi mamá decía que era egoísta de mi parte hacer eso, no pensar en que otras personas como ella igual tenían problemas y solo me concentraba en mis problemas, pero a veces solo me sentía sola.

Ya no era esa niña alegre que le encantaba ir a columpiarse al parque de enfrente sin tener que preocuparse ni angustiarse.

Nada de pastillas, nada de discusiones, nada de llanto por las noches, nada de lastimarme...

Era una niña que creía que si comías una semilla de sandía, crecería un árbol en tu estómago y morirías.

Nunca pasó.

Creo que alrededor de mi corta vida me he comido suficiente semillas de sandía y no he muerto, solo que sí siento como si tuviera un árbol en mi estómago.

Un árbol con grandes raíces, grandes hojas, grandes ramas que se estiran por todo mi cuerpo hasta llegar a mi garganta y ahogarme en llanto y llegar a callarme.

Abrí la llave del lavamanos de mi baño y con mis manos lleve agua a mi cara para despertar del todo bien.

Terminé de arreglarme, puse la banda de tela que ya había visto varías veces antes, en mi muñeca y ordené mi habitación.

Fui a la escuela como cualquier estudiante común y el día transcurrió algo aburrido.

No me gustaba la escuela. No era mala en ella, simplemente no me gustaba.

Hoy venía agotada de la escuela porque tuve clase de Gimnasia y ¡Dios! Si que esa clase era agotadora.

Me extrañaba el hecho de que no me desmayara en plena clase por correr tanto.

Creo que las únicas dos clases que en verdad si disfrutaba eran Química y Literatura.

En Matemáticas apestaba y en Historia igual.

Diario de un ColumpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora