Capítulo 20

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"Mi libro favorito"

Desperté con una sensación de emoción e inquietud. Debía ser muy temprano.

No dormí en casi toda la noche, la emoción y los planes tuvieron mi cabeza ocupada.

Hoy es el cumpleaños de Mich. Aster y yo la pasamos los últimos tres días planeando todo y poniéndonos de acuerdo.

Mis párpados se resistían a abrirse. No era de las personas mañaneras que se podían despertar a tales horas de la mañana.

Parpadeé medio dormida ante la luz del sol que entraba desde afuera de mi ventana abierta y recaía sobre mi cama.

Me senté frotándome los ojos con cansancio.

Espera un momento... ¿Por qué carajos estaba mi ventana abierta?

-Buenos días, solecito.

-¡MIERDA, ASTER!- maldecí asustada.

-Ey, ese francés- apuntó sobre mis maldiciones.

-¿Puedes decirme quien te dio permiso de entrar a mi habitación?

-Yo mismo, la ventana que ahora dejas sin seguro y el árbol que me deja fácilmente pasar como un puente entre nuestros cuartos.

Aster estaba sentado en la silla de mi escritorio. Se me quedó mirando sonriente, como si entrar a mi habitación y observarme fuera lo más normal del mundo.

-Desde hace cuanto tiempo llevas sentado ahí viendome duermiendo, como un maldito psicópata- dije divertida mientras salía de la cama.

-No mucho tiempo- hizo una pausa para sonreír- ¿alguna vez te han mencionado que roncas como un pequeño bebé elefante?

Mis mejillas se enrojecieron de la vergüenza.

-Ya cállate, además tú ya estas listo y todo, yo todavía tengo que arreglarme.

-Te puedo esperar.

Lo fulminé con la mirada pero termine cediendo.

-Bueno, pero vas a tener que quedarte ahí sentado sin hacer nada.

Se encogió de hombros, aceptando.

-Me voy a tomar una ducha.

-Te acompaño- se levantó de la silla a una velocidad inexplicable.

-Quieto- le apunté con el dedo - Sentado- ordené.

-No soy un maldito perro.

-Eres el perro más adorable Aster- bromeé y me adentré en mi cuarto de baño.

Me tomé una ducha rápida ya que no tenía tanto tiempo como para poder disfrutar de un delicioso baño caliente.

Me aseguré de llevarme mis prendas al baño para cambiarme ahí mismo. Solía cambiarme y arreglarme en mi habitación y no en el baño, pero ahora mismo se encontraba un intruso y no me iba a vestir frente a él.

Me puse mi vestido azul, que me llegaba hasta las rodillas. Me sequé el cabello con la secadora, me lo amarré en una media coleta y un moño del mismo color de mi vestido.

Como era una ocasión especial decidí ponerme rimel en las pestañas y un poco de corrector en las ojeras que se marcaban abajo de mis ojos.

Salí del baño ya lista.

-Vaya, creí que te ibas a tardar mucho más tiempo- dijo sorprendido.

-Soy una persona rápida.

Se levantó de la silla y dezlizó su mirada de arriba a abajo sobre mi.

Diario de un ColumpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora