Después de una discreta visita de tres meses a Vado de Oden, el invierno regresó hacia el norte, dejando tras de sí infinidad de bulbos florecientes, como una estela de fuegos de artificio.
Ya hacía tanto calor que tres horas de extenuante cabalgada dejaron a Raisa húmeda y colorada y a Switcher sudoroso y resoplando. Raisa cepilló a la yegua, murmurándole ternezas y cantando retazos de « Flor de las Montañas» .
« Normalmente no eres tan atolondrada —se dijo Raisa a sí misma—. ¿Será porque estás enamorada?»
Aquella noche vería a Han Alister. El pulso se le aceleró con sólo pensarlo.
Al conducir a Switcher a su compartimento, Raisa vio que el contiguo lo ocupaba un peludo caballito gris de las montañas con una mancha blanca en la cara.
El macho castrado de Hallie.
Raisa se apuró en terminar la tarea, echando paladas de grano con manos temblorosas y rellenando el abrevadero de Switcher. Hallie podía traer cualquier clase de noticias. Buenas o malas. O ninguna en absoluto.
Raisa cruzó corriendo el patio de los establos, recortando entre los edificios hasta el prado de Grindell Hall. Subió la escalinata como una exhalación. Mick estaba sentado junto a la ventana abierta de la sala común, mirando con mala cara sus ejercicios de matemáticas. Levantó la vista cuando Raisa irrumpió en la estancia.
—Está arriba, en vuestra habitación, guardando sus cosas. —Hizo una pausa muy breve y agregó—: Ha traído pastelillos de miel.
Raisa subió corriendo la escalera, dando vueltas y más vueltas hasta llegar al tercer piso. Hallie estaba de rodillas ante su baúl, doblando ropa. Cuando Raisa entró, se levantó y abrió los brazos.
Abrazar a Hallie era como abrazar a un robusto roble.
—¡Qué contenta estoy de que hayas vuelto! —dijo Raisa—. Te he echado mucho de menos, y ya estaba empezando a preocuparme. ¿Cómo está Asha? —Yo también te he extrañado —dijo Hallie, ruborizándose—. Asha está bien. Está enorme, es más alta que los demás niños de dos años. —Soltó a Raisa y hurgó en el morral que había encima de su cama—. Mira. Lydia, la hermana del cabo Byrne, le hizo otro retrato.
Le pasó un bosquejo a lápiz enmarcado de una niña con un mentón que le daba un aspecto solemne y testarudo, y una cinta en el pelo.
—Es muy guapa —dijo Raisa, devolviéndole el dibujo—. Se parece a ti.
—Bueno, tan guapa no será, si se parece a mí —dijo Hallie, sonriendo—. Pero es la mar de lista. Aprendió a decir « mamá» mientras estuve allí. —Hallie hizo una pausa—. Ya he hablado con el comandante Byrne sobre mi demora en regresar. Me he perdido casi todo el trimestre. No tendría que haber sucedido, pero me costó mucho dejarla cuando llegó el momento de hacerlo. Apuré demasiado mi estancia y encontré muy mal tiempo en el camino de vuelta.
« Confío en que el maestro Askell tomará buena nota de lo que le dije sobre las estudiantes con hijos» , pensó Raisa.
—He traído unos cuantos pastelillos de miel —dijo Hallie, señalando un saquito de tela que había encima de la cama de Raisa. Levantó la vista al techo
—. Vamos a ver, había otra cosa…
—¡Hallie! No me tomes el pelo —dijo Raisa.
—Te he traído una carta. De tu madre. —Hallie buscó a tientas en su talego y sacó una cartera militar. Se la alcanzó a Raisa—. Lord Averill dijo que te la entregara en mano.
Raisa se quedó paralizada, estrechando la cartera contra el pecho.
—Voy abajo a charlar un rato con Mick —dijo Hallie—. Léela y vente cuando hayas terminado.
Raisa se sentó en su cama, todavía acunando la cartera. Con dedos temblorosos desabrochó las hebillas y levantó la solapa.
Dentro había otro sobre, muy grande, en el que ponía « Lightfoot, lord Demonai» . Estaba sellado. Lo abrió.
Y dentro había un sobre más en cuyo anverso habían escrito « lady Rebecca Morley» . Dentro había otro sobre, sellado con el emblema Lobo Gris.
Sirviéndose de su daga, Raisa lo abrió y sacó la carta que contenía. Las páginas lucían la elegante letra de su madre.
Hija:
No es fácil para quienes somos de sangre real decir que lo sentimos. Las estrellas se realinean y el mundo se rehace de modo que nuestros errores parezcan proféticos en retrospectiva.
Nunca tuve intención de ahuyentarte. Mi intención era salvarte la vida, y tal vez lo haya conseguido, por ahora. Hay varios miembros del
Consejo de Magos que no quieren verte en el trono Lobo Gris. Pese a tu
corta edad, te consideran difícil, testaruda y demasiado próxima a los clanes.
El gobierno de los Páramos siempre ha sido una cuestión de equilibrio, y cada paso estratégico ha precipitado consecuencias imprevistas. Mi matrimonio con Averill acalló a los clanes pero instó al Consejo de Magos a forjar una alianza con el ejército. El general Klemath está confabulado con el Consejo. Ha llenado el ejército de mercenarios que sólo a él son leales.
Tu padre te envió al Campamento Demonai para que aprendieras a ser guerrera. Él y los demás Demonai te ven como uno de ellos porque llevas sangre Demonai. Elena Cennestre en particular cree que tu sangre
Demonai prevalece en tu carácter. Una facción de guerreros es partidaria de hacerme abdicar y coronarte porque serías una reina más de su agrado.
Cuando el Consejo de Magos se enteró, urdieron un complot para asesinarte. Iban a llevarlo a cabo a tu regreso del Campamento Demonai.
Tuve miedo de que lo consiguieran. Para impedirlo, propuse un casamiento entre tú y Micah Bayar, a sabiendas de que lord Bayar lo vería como una oportunidad para extender su poder y tal vez, con el tiempo, poner a su hijo en el trono. Los conspiradores desaparecieron.
Esto nos concedió tiempo, al menos hasta el día de tu onomástica. El capitán Byrne ha estado trabajando para ampliar la Guardia y deshacer el daño que Klemath ha hecho al ejército, pero se trata de un proceso lento y difícil de llevar a cabo con discreción. Abrigaba esperanzas de posponer vuestras nupcias hasta que hubiese terminado, pero como tu onomástica se acercaba, lord Bayar me presionaba para que mantuviera nuestro acuerdo.
De modo que decidí dejar que la boda se celebrara. Erróneamente creí que tú aceptarías a Micah porque ya lo estabas viendo a hurtadillas. Me equivoqué. Somos tan diferentes. Siempre me cuesta predecir lo que harás.
Tu ausencia ha aplacado a la oposición por ahora. Los Demonai no tienen una candidata a la que apoyar con unanimidad. Lord Bayar es reacio a dar paso alguno sin saber dónde estás. Mientras sigas viva, yo vivo, porque una Marianna es preferible a una Raisa.
No me vuelvas a escribir; el riesgo de que intercepten nuestra correspondencia es muy grande. Como habrás visto por el contenido de esta carta, aquí corres peligro. Me pondré en contacto contigo cuando sea seguro que regreses. Entretanto, no te fíes de nadie. Recuerda que estamos rodeadas de enemigos.
Con amor, tu madre.
La carta se deslizó de los dedos laxos de Raisa, que se desplomó contra la pared con los ojos arrasados en lágrimas.
« ¿No podrías habérmelo dicho, madre? ¿No podrías haber confiado un poco en mí? Podríamos haber trabajado juntas en lugar de mantener un diálogo de sordos» .
Así estaban las cosas. Quizá fuese por influencia de lord Bayar, pero Marianna no confiaba en su hija. Cabía incluso que hubiese sospechado que Raisa conspiraba con los Demonai para derrocarla. Ni quería imaginar qué ocurriría si supiera que Amon Byrne ya estaba ligado a ella.
Quizás ése fuera el verdadero propósito del matrimonio con Micah. Habría puesto freno a la confabulación Demonai. Una reina Marianna era preferible a una Raisa casada con Micah.
Y los Demonai, ¿realmente habían planeado derrocar a su madre para poner a Raisa en el trono? ¿Creían que ella se avendría a semejante ultraje? ¿Acaso su padre y su abuela estaban implicados?
Un recuerdo acudió a su mente: Reid Demonai insistiéndole en que fuera con él al Campamento Demonai en lugar de huir del país. « Nadie te pondrá un dedo encima en Demonai, había dicho. Nadie te arrebatará tus derechos de nacimiento» .
¿Toda su vida era una sucesión de mentiras? ¿Era eso lo que le deparaba el porvenir, una vida entera manipulando a los demás para cumplir con sus objetivos?
« No es sólo lo real lo que cuenta, sino la percepción que se tiene de lo real, madre —pensó—. Si la gente te ve débil, eres débil, aunque se trate de una estrategia de supervivencia» .
Qué curioso que su madre no hubiese mencionado a Mellony, como tampoco la presión que ejercía el Consejo de Magos para nombrarla princesa heredera. ¿No quería preocuparla? ¿No quería que regresara enseguida por el peligro que correría?
¿O era que Marianna prefería mantener a Raisa en el sur hasta que se llevara a cabo un cambio en la línea sucesoria?
« No te fíes de nadie» . Su madre nunca había pronunciado palabras más acertadas.
Raisa tenía más confianza en su amistad con Talia y Hallie que en cualquier miembro de la corte, aparte de Amon.
¿Acaso Raisa había hecho algo para alentar las intrigas que se arremolinaban en torno a ella? ¿Por qué estaba tan convencido el Consejo de que sería problemática?
¿Y ahora qué? El trimestre casi había terminado. ¿Debía aguardar dócilmente hasta que su madre la reclamara? Si regresaba a casa, ¿derrumbaría el frágil castillo de naipes en que se había convertido su reinado?
¿Cabía estar más sola?
Raisa se tumbó boca arriba, derramando lágrimas que le mojaron el pelo.
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La Princesa Desterrada
AventuraObsesionado con la muerte de su madre y de su hermana, Han Alister viaja hacia el sur para comenzar a recibir educación en Casa Mystwerk, en el Vado de Oden. Pero es imposible huir del peligro: los Bayar, la poderosa familia de magos, lo acechan int...