Esta es una historia donde Izuku es un omega y la protagonista, un alfa dominante.
_____ Yoshimura es una alfa dominante, dueña de una gran fortuna y reconocida en el mundo de la moda por su versatilidad como diseñadora. Obsesionada con el trabajo...
Mientras el automóvil avanzaba por las calles, el sonido del motor parecía disiparse en la quietud de la noche, como si todo el mundo hubiera desaparecido, dejándote a ti sola con tus pensamientos. El rostro de Izuku, adormecido en el asiento del copiloto, era un espectáculo tan delicado que sentiste que tu corazón palpitaba un poco más rápido a cada segundo. Su respiración se volvía más suave, como si el cansancio lo hubiese arrastrado a un sueño profundo.
Cuando finalmente llegaste frente a su edificio, la ciudad parecía detenerse, el tiempo suspendido entre tus dedos mientras observabas la forma en que su cuerpo se relajaba, casi frágil, bajo el peso de su fatiga. Con un suspiro, recostaste tu cabeza en el volante, el sonido del motor apagándose en el instante exacto en que tus ojos se fijaron en sus labios.
Eran tan perfectos, tan vulnerables. La tentación era insoportable. Sus labios, rosados y suaves, parecían llamarte con un susurro inaudible. El deseo por tocarlos, por besarlos, te envolvía de una forma que ya no podías controlar. Te acercaste lentamente, con cuidado, como si cada movimiento pudiese quebrar la magia del momento.
—Izuku... —murmuraste, pero él no despertó. Solo seguía allí, sumido en su sueño, inconsciente de lo que estaba por suceder.
Te aproximaste aún más, el aire entre ambos volviéndose denso. Tu corazón latía con fuerza, tus manos temblaban ligeramente. Podías sentir su aliento cálido sobre tu piel, casi como si te invitara a acercarte. El impulso era más fuerte que tu razón, y, con un leve temblor, tus labios se acercaron a los suyos.
"Podría acabar en la cárcel por esto..." tu mente replicó con dureza. Pero el pensamiento se desvaneció en un segundo, eclipsado por la magnitud de lo que deseabas. Y en ese instante, tus labios encontraron los suyos en un suave roce, delicado pero ardiente. El mundo exterior desapareció por completo, dejando solo a los dos, perdidos en la quietud de esa conexión.
El tiempo se estiró, y en ese suspiro compartido, la realidad pareció distorsionarse, ya no importaba nada más que el momento presente.
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Cuando Izuku despertó, la luz suave del auto ya se había desvanecido, y en su lugar la oscuridad de la noche había llenado el vehículo. Miró a su alrededor, confundido, como si no pudiera comprender del todo cómo había pasado el tiempo tan rápido. El reloj en el tablero marcaba ya dos horas desde que llegaron, pero él seguía ahí, en el asiento del copiloto, sumido en un sueño profundo.
—Dios... —exclamó, su voz llena de preocupación mientras sus ojos buscaban a su alrededor. —Lo siento, me quedé dormido...
Te encontró fuera del auto, atendiendo una llamada. A pesar de la incomodidad del momento, no pudo evitar notar la calma que reflejaba tu figura. Cuando colgaste y lo miraste, una sonrisa suave se dibujó en tus labios, como si nada raro hubiera sucedido. Regresaste al vehículo con paso firme y tranquilo.
—Lo siento... Debí haber estado muy cansado, y seguro... —murmuró mientras se tocaba los labios, un poco confundido por la sensación de humedad. Pensó que quizás había estado babeando mientras dormía, y con eso vino la vergüenza, imaginando que tal vez había estado roncando también.