Capítulo 7

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Izuku tenía una expresión de confusión porqué lo habías dejado de tocar, ya que estaba pasando su celo y te era imposible resistir, ¿por qué parar?



Aún no te librabas de su agarre al recuperarte, igual no tenía pensado dejarte, sólo te escuchaba la respiración profunda.



«¿Por qué no me toca más? » se cuestionó los motivos, «¿Acaso no le gustan mis feromonas? ».



Te libraste de sus piernas, y te quitaste el abrigo para cubrir su pecho, saliste del carro para entrar al asiento del conductor.



El pensar lo que hubieras hecho te hizo sentir fatal, el no haber pensado con tu otra cabeza pudo cambiar todo.



«Eso no me hace diferente a ese hombre, yo también soy como ellos... Me detesto » te dejaste ir sobre el asiento exhausta de aquel intento de abuso tuyo.



Antes de ir rumbo a su casa; bajaste un poco el retrovisor, le miraste por ahí para saber si se encontraba mejor, pero solo se desmayó con tu abrigo en brazos, como si fuera lo más preciado de su vida, incluso en ese estado desprendía feromonas.



Conducías y a la vez te culpabas «¿cómo se te ocurrió hacerle esto a Izuku » te sermoneaba la parte buena de ti «Si no puedes soportarlo será mejor que desaparezcas de su vida ».



Cuando estaban en el lugar rebuscaste las llaves en él; tiritando por el nervio de seguirlo tocando después de "aquello ", las llaves estaban en su bolsillo trasero del pantalón, ya con ellas en las manos lo sacaste del auto, al cargarlo se te complicó abrir la puerta.



«Hace mucho frío, pero no quiero que vean su estado »tus ojos se alegraron al ver a Midoriya dormir plácidamente «¿Cómo puedes estar tan tranquilo? »su calor solo te daba ganas de apretarlo para saber que era real donde lo tenías.



Abriste la puerta y lo que había detrás de ella; era un apartamento pequeño, el único que conociste en tu vida respecto a tamaño, no era ni la primera parte de tu habitación.



Paredes tapizadas en gris, pocos cuadros de flores que le adornaban, piso amaderado oscuro, en la entrada una sala de estar; con un sofá a tu derecha en dirección a una televisión incrustada en la pared.



Luego de eso una mesa con dos sillas, a un lado de ella una diminuta cocina de cómoda sencilla, la isla parecía de juguete sin algún taburete.



A la izquierda se encontraba una puerta que llevaba al dormitorio de Midoriya, su cama al menos era amplia y de cabecera de madera, las ventanas iluminaban poco con la luz de la luna.



Encendiste la lámpara de la mesa de noche para dar más luz, ya en su cama lo arropaste, otra puerta de la recámara te guio al baño, en el botiquín buscaste sus medicinas para el ciclo, la tableta solo tenía dos pastillas, las dejaste sobre la mesa de noche, también le llevaste un vaso de agua, para que al despertar supiera que debía tomarlas.



Saliste de su recámara y te sentaste en el sofá, que estaba más duro que una tabla, pero no te irías sin antes asegurarte que estaba bien, así que tu espalda que sólo conocía los muebles suaves tuvo que aguantar.





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En las primeras horas de la mañana despertó con su celo y un poco de conocimiento, el aroma a omelette le avivó, estabas preparando el desayuno luego de dormir en el sofá menos adecuado para descansar.



Claro dormías con el "miedo" constante de despertar con Midoriya sobre tu miembro, pero también rezabas para que ocurriera.



Te asomaste a la habitación, donde él estaba más extasiado que nunca sentado sobre la cama, te colocaste delante de él para asegurarte de que su estado estaba mejor.



Su primer movimiento al cruzarte en su mirada; fue abalanzarse sobre ti e intentar volver a tus labios como ayer, era la primera vez que ocurría que un omega quería besar en su ciclo, antes de que pudiera continuar tomaste la pastilla con el agua en tu boca, para forzarlo a tomarla.



Se escuchaba como tragaba el agua, hasta eso se escuchaba erótico, también gemía en el proceso, inocente se lo tomó, fue el agua más deliciosa que debió hasta que se comenzó a desvanecer; al separarse jadeó tanto como pudo.



-Más -apretó las mangas de tu camisa implorando con aquel rostro encendido por el libido, sus hermosas pecas y sus labios separados con la humedad del agua, te habían puesto dura.



Se desmayó de nuevo y tu lo agarraste antes de que se lastimara.

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora