Capítulo 23

3.4K 370 17
                                    

Sonreíste con ternura al verlo tan escurridizo, como un niño juguetón que busca refugio en el juego de "escondidillas". Observaste cómo llevaba consigo una almohada y se sentaba en el futón para abrazarte, su calidez transmitiendo un confort reconfortante. Al colocar tu mano en su frente, te sorprendió sentir su temperatura tibia, y él respondió a tu abrazo con aún más fuerza.

—¿No te sientes enfermo? —preguntaste con preocupación mientras evaluabas su temperatura. 

Negó con la cabeza y respondió con una dulce sonrisa.

—Me siento mejor al oler tu aroma.

Una idea cruzó tu mente: tal vez Midoriya había desarrollado una especie de dependencia de las feromonas debido a su embarazo, explicando su necesidad de estar cerca de ti.

—Si te sientes mal, dímelo. Podemos hacer que traigan un helicóptero y llevarte al médico —ofreciste, preocupado por su bienestar.

Nuevamente negó con la cabeza con determinación.

—Estoy bien, en serio —su mirada esmeralda te derretía, aunque también revelaba una mezcla de gratitud y amor.

—Eres tan hermoso... debería ser un pecado tu belleza —expresaste con sinceridad, provocando que él riera tímidamente.

La noche se deslizaba en un silencio cómodo, envolviéndolos en una atmósfera íntima y tranquila, hasta que...

—Quisiera pedirte un favor, ¿puedo? —inquirió Izuku, con una voz suave y delicada que resonaba en el espacio entre ellos.

—Lo que desees —respondiste, dejando entrever una disposición abierta a complacer sus deseos.

—¿Puedo decírtelo al oído? —su tono era íntimo, como si compartiera un secreto que solo ustedes dos debían conocer.

—Sí, supongo que sí —asentiste, intrigada por lo que estaba por venir.

Entonces, se acercó a tu oreja con la misma cautela con la que se aborda un tesoro preciado y susurró, su aliento tibio acariciando tu piel.

—Y-yo quisiera... hacerlo.

Una risa nerviosa escapó de tus labios ante la sorpresa y la picardía implícita en su petición.

—¿Hacer qué? ¿Un beso? —preguntaste, pensando ingenuamente que esa sería su solicitud.

Negó con la cabeza, y sus ojos esmeralda brillaron con una intensidad que te dejó sin aliento.

—Esto —dijo, mientras su mano se deslizaba sobre tu entrepierna, delineando su contorno sobre la tela de tu pijama.

Un sobresalto te sacudió ante la inesperada audacia de su propuesta, y te apartaste rápidamente, con los ojos abiertos de par en par ante la audacia de su solicitud.

—¡Dios mío! —exclamaste, una mezcla de sorpresa y vergüenza coloreando tus mejillas mientras cubrías tu entrepierna con ambas manos, sintiéndote expuesta y vulnerable bajo su mirada inquisitiva—. Izuku, estamos en la casa de tu madre.

Una oleada de calor recorrió tu cuerpo, y se pregunto por qué te comportaba así, especialmente después de haber compartido momentos íntimos tantas veces antes.

Tu reacción provocó una ola de tristeza en él, como si hubiera sido herido por un rechazo inesperado. Sus ojos vidriosos reflejaban una vulnerabilidad que te desarmaba, y aunque no derramaba lágrimas, la angustia se reflejaba en cada fibra de su ser. La idea de que tal vez te habías aburrido de él, de que ya no le deseabas como antes, lo atormentaba profundamente, y ahora sí, parecía al borde de romper en llanto.

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora