Capítulo 12

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Amanecer contigo era sumergirse por completo en el paraíso de la comodidad, una experiencia que nunca había experimentado en su vida. Habría preferido despertar envuelto en tus brazos, como en las novelas, y haber tenido la determinación para hacerlo.

Esa mañana, tu sueño nunca fue tan profundo. Te sentías como si estuvieras flotando en el aire, sin ninguna preocupación, mucho mejor que cualquier somnífero.

Midoriya fue despertado de su sueño por el sonido del teléfono que inexplicablemente se encontraba en la cama. Aunque creía que estaba solo, contestó la llamada con voz somnolienta.

—¿Sí? —respondió con sueño.

La persona al otro lado del teléfono quedó desconcertada por la suave voz que le respondía.

—¿Quién es? —preguntó Midoriya de nuevo, al borde del sueño.

—Kirishima… ¿Yoshimura? No estoy bromeando —insistió la voz severa—. Los ejecutivos llevan aquí desde las ocho, ya casi son las nueve.

Midoriya soltó el teléfono al darse cuenta de que no era el suyo.

—Señorita Yoshimura —te sacudió suavemente.

—Un poco más de tiempo —murmuraste, abrazando el edredón.

Kirishima, esposa del chisme, se mantuvo atento al teléfono e invitó a Kaminari.

—le han llamado del trabajo.

Tu mente no retenía las palabras, así que soltaste un:

—Izuku… bésame para que me levante.

El peliverde se ruborizó tanto que no pudo ocultarlo. No sabía si debía hacerlo para levantarte de la cama.

Arqueó las cejas en desaprobación, pero aún así se animó a darte un beso en la mejilla. Los labios de Midoriya en tu piel te animaron tanto que te pusiste colorada. No había nada que te impidiera proceder a lo siguiente; llevaste tu mano a su nuca para obtener algo más que un besito afectuoso del omega.

—E-espera…

No quería ser besado sin antes cepillarse los dientes.

Ese juego le dejaba a la deriva. Tu lengua con la suya no era lo mismo que él había hecho, especialmente esas insistentes cosquillas que le causabas debajo de su lengua. El joven dejaba salir sus feromonas avergonzado, convirtiendo el beso en una batalla salvaje.

—S-señorita… —te llamó en un hilo de voz, enardecido a primera hora de la mañana.

Kirishima y Denki estaban más atentos que nunca, incluso más que durante los seminarios.

Intercambiaste un par de miradas con el chico antes de lamer tus labios para saborear aquel acto, y luego tomaste el teléfono que aún cursaba la llamada.

—Estaré ahí en diez minutos. Solo tengo que pasar por casa. Pídele a Amajiki que envíe un taxi a la ubicación que te enviaré —ordenaste antes de colgar.

Midoriya estaba sentado sobre la cama, agitado, en un estado de vulnerabilidad que no sabía que tenía. Estaba perdido en aquella emoción de hace un rato, con los labios ligeramente abiertos.

—Te veré luego, Izuku.

Midoriya asintió lentamente.

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Lo que menos le gustaba a Midoriya era verte partir. No podía evitarlo, parecía uno de esos cachorros peluditos tristes.

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Cuando llegaste a casa, Nancy te recibió con un sermón del tamaño de la Biblia. Había cocinado para ti y no llegaste, pasó la noche en vela pensando lo peor.

—En otra ocasión, por favor, comuníquese —finalizó el sermón.

—Sí, Nancy, lo siento. Mi auto se descompuso —justificaste.

—Espero que lo mismo haya pasado con su teléfono.

Hacía referencia a que también debías comunicarte.

—Recuerde que hoy dejaré sus medicamentos sobre la mesa de noche.

Nancy supervisaba tus somníferos para evitar cualquier tipo de adicción.

Debido a la falla de tu auto, debía saber con qué otro vehículo te movilizarías al trabajo.

—Voy a usar el Mercedes GLS…

Tomaste una ducha para arreglarte e ir a la reunión.

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Kirishima señaló su reloj de muñeca al verte. Ya habías pasado la hora acordada.

—Lo siento, chicos —te disculpaste.

—Seguro ese tal “Izuku” la pasó muy bien —Denki apareció en la conversación, igual de molesto.

—Daremos inicio —omitiste las palabras de Denki. El rubio se cruzó de brazos, enfadado por ello.

Los ejecutivos notaron una diferencia abismal en ti desde la última vez. Desde el aroma sensacional hasta una sonrisa radiante.

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Midoriya tenía tiempo libre hasta las dos de la tarde, cuando comenzaba su turno. Mientras pasaba el tiempo, disfrutaba de un programa de televisión sobre comida japonesa.

“¿Por qué le interesé tanto?” El chico dudaba de ti. “No soy tan atractivo como los otros omegas, e incluso peor, soy un omega recesivo”.

Tampoco tenía argumentos para validar por qué lo habías salvado. Eras todo un misterio para él, pero uno que quería descubrir.

—Debería agradecerle por todo la próxima vez —pensó en voz alta.

Todavía no olvidaba tu rostro al probar su comida. Le pareciste linda por emocionarte con un simple platillo.

Tu amor por Midoriya no se limitaba a amarlo físicamente, sino también a interesarte por sus pequeños gustos y lo poco que habías visto de él.

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Midoriya llegó a su trabajo junto con las chicas, como de costumbre, siempre se encontraba con ellas en el transporte de ida. Momo los esperaba, ella pasaba todo el día en la cocina, dirigiendo como todo un chef. También tenía un chisme que compartir con ellas.

Aunque pasaba todo el día en la cocina, Momo no dejaba de darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Todo era culpa de Mina.

En los vestidores del personal, Momo no podía contener la noticia. Solo el hecho de saberlo elevó su temperatura corporal.

—Adivinen quién vino aquí a las once de la mañana —inició con la incógnita para captar la atención.

El resto de chicas se giraron hacia ella, mientras Midoriya estaba absorto en sus pensamientos mientras se vestía.

—¡Yoshimura! —soltó sin poder contenerse—. Llegó con su secretario, un chico hermoso, apuesto a que es un omega. Pero dejando eso de lado, ella quería ver al propietario.

Las caras de su audiencia se mostraban boquiabiertas por el asombro. Era como el día en que vieron como solicitaste la atención de Midoriya. Ahora el gerente sabía que Midoriya debía estar en el salón contigo.

—Dinos más. —Uraraka estaba interesada en saberlo.

—El propietario no tardó en aparecer. Al parecer, usaron la habitación privada. La camarera aseguró que la chica adquirió todo el edificio, incluyendo hasta las hormigas del suelo. No hubo forma de que el propietario se negara.

—O sea, ahora Yoshimura es nuestra jefa —inquirió Jiro.

—Sí, ha comprado no solo este restaurante, sino toda la cadena. Esa chica tiene demasiado dinero —se detuvo un momento para observar a Midoriya, quien murmuraba palabras para sí mismo—. ¿Midoriya, estás escuchando?

—Disculpa —respondió, apartando la mirada de la nada—. ¿Podrías repetir lo que acabas de decir? —sonrió despreocupado.

Momo dejó escapar una exhalación profunda ante la distracción de Midoriya y volvió a explicar lo que le habían contado, incluyendo el hecho de que el área administrativa lo respaldaba.

«¿Por qué lo hizo?» La idea de que se trataba de él era difusa y desconcertante.


𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora