Capítulo 6

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Esas palabras encendieron un interruptor que no sabías que tenías.

A pocos pasos eran notables las feromonas de Midoriya, no te importó arriesgarte por su celo, no permitirías que alguien tocara su pureza.

«Ese idiota » te acercaste al desconocido por su espalda.

-¿Qué mierda piensas que haces? -colocaste tu mano en su nuca casi enterrándole las uñas en la piel que disfrazaba su asquerosidad de persona.

La intensidad de tus feromonas era como la del calor de un horno, su presencia era aplastante para el aroma de otro alfa, en forma de "Éste es mi territorio maldito alfa".

Al hombre no sólo le afectaba que el oxígeno fuera como si le quemara los pulmones o estuviera asqueado, lo que temía era aquella mirada, como que estuvieras a un hilo de cometer homicidio.

El giró su cabeza sobre su hombro cagado del miedo por el hecho de que podía morir, sus ojos y los tuyos se interceptaron, ahí fue donde comprendió la diferencia abismal entre un alfa común y una dominante.

Tus ojos le parecían perturbadores en aquel momento, el azul cristalino se había transformado en un penetrante azul índigo, tanto que parecía vacío de alguna cordura.

Antes de pronunciar alguna palabra su piel se vio penetrada por tus uñas, tanta fuerza hicieron que se quejara.

-Y-yo s-solo lo quiero ayudar -se excusó temeroso con Midoriya en sus brazos.

-No me digas que tus insignificantes y podridas feromonas que me gritan en los sentidos "quiero violarlo"; son para calmarlo, me encanta tu táctica -frunciste el ceño después del sarcasmo -. Como si no conociera a los de tu tipo.

Su respuesta sólo te sacaba de quicio.

-¡Me iré me iré, ya me iré! -se quiso ir antes de que más que tus uñas perforaran en su piel.

Al liberarlo de tu agarre empujó a Midoriya, el hombre tropezó y vomitó sobre el pavimento, pero lo que necesitaba era correr, aunque embarrara el camino con ello.

Te aproximaste a Midoriya, lo tomaste entre tus brazos aliviada de que llegaste a tiempo. Él no desaprovechó la oportunidad y hundió su rostro en tus pechos.

Al estar en tus brazos su mente se liberó de aquello desagradable, aunque sabía que era deseado con locura por ti, pero parecías ir con calma.

Era diferente y no como hace poco, que su conciencia se encontraba asqueada, que quería frenarse y no podía.

Midoriya estaba complacido con las feromonas de fresia y cedro con un leve toque a lavanda; que le inundaba la nariz y sus pulmones, el aroma con el que jamás soñó lo nublaba, por dentro su corazón era abrazado con una calidez de: "todo estará bien "

«¿De esta forma es el olor de una alfa dominante?... Me gusta el aroma de la señorita Yoshimura » inhaló más.

Olvidaste que Midoriya estaba pasando su ciclo, te habías perdido en sus feromonas.

«Midoriya tienes un buen olor » te tenía envuelta con sus feromonas, temías que en cualquier momento te lo llevaras a la parte trasera de tu auto, para tomarlo y escuchar su voz en tu oreja rogando por más, estar en su interior tan puro podía ser tu perdición «Midoriya me recuerda a los lirios y las manzanas verdes » acariciaste su cabeza.

Recorriste con tu mano su nuca, bajaste la cabeza, para así poder sentir su cabello picar tu nariz, el momento parecía irreal.

Se te aceleraba el corazón y con ello tus instinto se desataban, a Midoriya le flaquearon las piernas, antes de que cayera al suelo lo sostuviste, le cargaste en tus brazos y él hundió su rostro en tu hombro, su cuerpo hervía mientras desbordaba feromonas sin control con aquel agonizante dolor en su interior.

Midoriya es un omega recesivo que tuvo la suerte de que su celo apareciera hasta ese momento, a veces sólo despertaba con su celo, aunque tomaba medicamentos no era muy efectivo, se las lograba apañar apenas.

Le llevaste a los asientos traseros, al acostarlo terminaste arriba de él, a un ápice de perder tu mente, él te encerró la cintura con sus piernas, tu rostro estaba tan cerca del suyo que tus labios se rozaban con los de él, tu aliento le chocaba en su boca, pegaste tu frente a la de él asfixiada del deseo de poseerlo y estar en sus adentros.

-S-señorita Yoshimura -suplicó su voz jadeante.

Sus mejillas estaban tan rojas por la fiebre, su cuerpo le ardía por cualquier lado, sus ojitos verdes vidriosos de lágrimas se perdían en ti, no solo él sufría, también su trasero que le dolía a punzadas, su pequeño miembro estaba luchando contra la tela de sus pantalones.

Seguirlo viendo solo provocaba que te prendieras más, esas ganas de posesionarte de él eran más insistentes, la voz de tu mente te decía "Su interior llora por ser penetrado, escurrirse en él y hacer un desastre va más allá de lo glorioso ".

Midoriya notó como tu pecho subía y bajaba al compás de tu respiración violenta, no tuvo miedo, solo quería ser follado con todas tus fuerzas hasta que su flor llorara de placer, se bebió la última gota de cordura que quedaba en ti cuando abrazó tu cuello, él no había dado su primer beso, pero quería besarte, sus labios apenas tocaron tu labio inferior, su pureza no te molestó; era tan tierno en ese momento que lo guardarías toda la vida en tus memorias.

«¡Ya no más! » te gritó impaciente la voz interna de tu cabeza.

Tras eso tus labios se comenzaron a mover sobre los de él, Midoriya abrió sus ojos tanto como pudo por la sorpresa de que aceptaras su invitación, fue tan bueno que era como si su estómago tuviera unas leves cosquillas que recorrían hasta su trasero.

Sus pantalones estaban tan húmedos por tanto lubricarse, poco a poco fue a aliviado por tu toque de labios y fue aún mejor cuando tu lengua jugueteó con la de él, tantas sensaciones hacían que gimiera.

Tus manos traviesas le abrieron el abrigo hasta llegar a su camisa y rasgar la tela de la misma, dejaste de besarlo para admirar su pecho y su abdomen, al acariciar su piel tersa, cálida, sin manchas ni cicatrices, te llegó un pensamiento:

«¿Cómo puede verse tan bien? ».

Tus dedos se pusieron en contacto con su pecho hasta jugar con sus pezones, se estremeció y apretó la tela de tu abrigo desde la espalda.

-¡Nooo! -te negaste a ir más allá, si lo hacías no eras merecedora de él, así que la regla era resistir ante la tentación de dominarlo.

Llevaste tu mano a una bolsa que tenía el asiento de copiloto, sacaste un sobre con una jeringuilla preparada con supresores; no dudaste en inyectarlo en tu hombro, todavía había algo de conciencia en ti, este supresor era tan eficaz que te llegaría en los primeros diez segundos.

«Gracias Kirishima por dejar esto... »

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora