Capítulo 6

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Midoriya se aferraba a tu camisa con los dedos temblorosos, buscando refugio en el calor que solo tú podías ofrecerle. Su respiración se volvía suave contra tu cuello, entrecortada y dulce, mientras sus feromonas impregnaban el aire a tu alrededor, llenándolo de ese suave aroma a manzanas verdes y miel que comenzaba a hacerte perder el control. Pero no podías dejarte llevar, no cuando él estaba tan vulnerable.

—Señorita Yoshimura... —murmuró con voz quebrada, apenas un susurro entre su aliento agitado—. Quédate... no me sueltes... por favor.

Su súplica te derritió por completo. Acariciaste su cabello lentamente, tratando de calmarlo, mientras él se hundía más en tu abrazo, buscando en ti una paz que su cuerpo en celo no le permitía encontrar.

—Tranquilo, Izuku... —le susurraste cerca del oído, tu voz suave como una promesa—. Estoy aquí, no te voy a dejar solo.

Él inhaló profundamente una vez más, el aroma de tus feromonas llenando sus pulmones y apaciguando poco a poco su ansiedad. Parecía un pequeño barco a la deriva que finalmente había encontrado un puerto seguro. Sus labios rozaron tu cuello sin intención, tan cálidos que casi te hicieron perder el aliento.

—Hueles tan bien... —confesó con un tono que era una mezcla de inocencia y necesidad, cerrando los ojos mientras se dejaba llevar por la sensación—. Es... como volver a casa.

Tu corazón dio un vuelco. Esa simple frase encendió algo en ti, pero no era solo deseo; era una ternura desbordante, un impulso de protegerlo de todo lo que pudiera dañarlo.

Sus piernas seguían temblando, y antes de que cayera, lo alzaste con suavidad, envolviéndolo entre tus brazos como si fuera lo más preciado del mundo. Midoriya se acurrucó contra ti, apoyando su frente en tu clavícula, sus mejillas ardientes por el calor de su ciclo.

—Eres cálida... —dijo casi en un suspiro—. No quiero que esto termine...

Tu corazón se apretó al escuchar esas palabras, y mientras lo llevabas hacia el auto, sentiste cómo su respiración comenzaba a calmarse poco a poco, confiado y seguro en tus brazos.

—Nada malo te va a pasar, Izuku. —Depositaste un beso en su frente, un gesto protector lleno de cariño—. Yo cuidaré de ti. Siempre.

Y en ese momento, mientras él se dejaba llevar por el cansancio y la paz de estar contigo, supiste que harías cualquier cosa por proteger esa fragilidad que te había confiado. Porque Midoriya no era solo un omega en celo; era alguien que querías guardar en lo más profundo de tu corazón, donde siempre estaría a salvo.

Midoriya estaba completamente perdido en sus propios instintos, con las mejillas teñidas de rojo y la respiración descontrolada. Su cuerpo temblaba ligeramente bajo el tuyo, pero no de miedo, sino de un anhelo que apenas podía comprender. Sus ojos verdes, normalmente brillantes y serenos, estaban ahora nublados por el calor de su ciclo, buscándote como única salvación.

—S-señorita Yoshimura... —jadeó suavemente, aferrándose a ti con una mezcla de necesidad y vulnerabilidad, su voz era apenas un murmullo quebrado, temblando en el aire entre ambos.

El roce accidental de tus labios te robó el aliento, y por un segundo te quedaste paralizada, sintiendo el calor de su boca contra la tuya, tan dulce y suave, como si te invitara a perderte por completo. Pero no podías... no debías.

Tus manos se posaron delicadamente en sus mejillas, obligándote a calmar tus propios instintos mientras tus dedos recorrían su piel ardiente con ternura. Apoyaste tu frente contra la suya, cerrando los ojos para mantenerte en control, dejando que su respiración se mezclara con la tuya en un espacio íntimo que parecía solo vuestro.

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora