Capítulo 25

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Para Izuku, los días que pasaron con su madre fueron tan hermosos que se sintió en paz y contento.

Habías contratado con anticipación un camión de mudanza para que todo estuviera listo antes de regresar a la ciudad. Sin embargo, la calma no duró mucho.

—¡En serio las odio, Hanta! Son literalmente... unas brujas... —dejaste escapar un suspiro mientras manejabas de regreso a la ciudad.

Izuku te observaba con preocupación desde el asiento del acompañante. Nunca te había visto tan estresada, y la preocupación empezó a revolverle el estómago. Tal vez eran tus feromonas, que reflejaban tu molestia y le afectaban directamente. Sentía el aire en el auto denso, cargado de un aroma a cedro y fresia que ahora parecía tan pesado y opresivo. Se acurrucó en la esquina del asiento, apretando el cinturón de seguridad. Su respiración se volvió agitada, sintiendo el calor asfixiante del ambiente.

—Y-Yoshimura... no me... siento bien... —dijo en voz baja, apenas un susurro, mientras tú seguías discutiendo al teléfono, sin escucharlo.

No fue hasta que escuchaste un sollozo que frenaste en seco en la autopista solitaria y colgaste la llamada. El aroma de Midoriya, mezclado con la angustia y el temor, te golpeó con fuerza. Le viste enrojecido, con lágrimas corriendo por su rostro, hecho casi una bolita en el asiento. Con el corazón en un puño, liberaste tu cinturón de seguridad para aproximarte.

—¿Qué sucede, cariño? —tu rostro mostraba una profunda inquietud mientras él seguía temeroso, encogiéndose más ante tu anterior enojo.

La preocupación escaló a un nivel aterrador cuando notaste que Izuku había manchado el asiento con sangre. Un terror frío te recorrió el cuerpo. Estabas paralizada por un segundo antes de reaccionar y tomar su mano.

No sabías qué hacer. Tu mente se debatía en caos, y lo único que pudiste pensar fue en llamar a Hanta para que organizara un helicóptero que los llevara al hospital más cercano.

Con manos temblorosas, sacaste tu teléfono y marcaste apresuradamente.

—¡Hanta, necesitamos un helicóptero ahora mismo! ¡Está sangrando! —gritaste al teléfono, con tu voz temblando mientras tratabas de mantener la calma por él.

Izuku sollozaba más fuerte, y tú, con el corazón roto, tratabas de consolarlo.

—Todo estará bien, cariño. Por favor, resiste un poco más. Vamos a salir de esto juntos. —le susurraste, tratando de transmitirle toda la seguridad y el amor que podías, mientras tu propio miedo te consumía.

Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y el aroma de tus feromonas, que una vez le había proporcionado consuelo, ahora parecía una prisión opresiva y tenebrosa para ambos. Te mantuviste a su lado, sosteniendo su mano con fuerza, mientras esperaban que llegara la ayuda, rezando por la seguridad de ambos y el futuro que estaban construyendo juntos.

Te disculpabas por haber tenido un comportamiento desagradable, sumergida en la culpa y el miedo de haberle hecho daño. Izuku se desmayó un minuto antes de que llegara el helicóptero médico que Hanta logró contactar en poco tiempo. Al subir al helicóptero y estar al lado de Izuku, viéndolo tan desprotegido, sostenías su mano con fuerza, deseando transmitirle seguridad y amor. Las hélices del helicóptero zumbaban en tus oídos, y cada sacudida del vuelo aumentaba tu ansiedad, mientras observabas su rostro pálido e inerte, sintiéndote impotente.

Cuando llegaron a la ciudad y fueron trasladados a uno de los mejores hospitales, Izuku se convirtió en la prioridad inmediata. Fuiste apartada, y te quedaste en la sala de espera, donde las enfermeras, aunque encantadas con tu presencia, notaban las lágrimas secas en tu rostro. Estabas totalmente perdida en tus pensamientos, la culpa y el miedo te consumían. No era importante para ti la atención de las enfermeras; todo lo que importaba era Izuku.

Entonces, una mujer salió de la habitación médica. Su energía desvelada contrastaba con la profesionalidad de la bata de doctor que llevaba puesta, manchada de sangre. Su cabello rosado, recogido en dos coletas despeinadas, y sus grandes ojos cargados de cansancio, la hacían inconfundible. Era Hatsume Mei, tu vieja compañera de secundaria.

Corriste hacia ella, sabiendo que ella era la médico de Izuku.

—¡Hatsume... dime cómo está Izuku! —le exigiste, con tu voz quebrándose por la desesperación.

Hatsume dejó escapar un gran suspiro, pesado y agotado.

—Señorita Yoshimura... ¿podemos hablar en mi oficina? —preguntó, visiblemente exhausta, después de haber pasado por un turno de 48 horas tras uno de 24 horas seis horas antes.

Ella caminó sin esperar respuesta hacia su despacho, y la seguiste con el corazón en la mano y la mente en un lío.

Una vez en la oficina, Hatsume se tomó un momento para acomodarse en su silla, consciente de tu estrés palpable.

—Hemos hecho varios estudios —comenzó, con un tono profesional que no ocultaba su cansancio—. Creemos que la hemorragia fue debido a un estrés o una opresión en las feromonas del alfa. Agregando... El nivel de peligro del embarazo para este omega...

Tu mundo parecía desmoronarse a su alrededor. Recordaste la escena en el carro, el enojo, las feromonas descontroladas. Todo cobraba sentido ahora y sentías una culpa aplastante.

—Pero... ¿él va a estar bien? —preguntaste, con la voz rota por el miedo.

Hatsume te miró con seriedad, pero también con una pizca de empatía.

—Vamos a hacer todo lo posible. Izuku está en buenas manos, pero necesitará mucho cuidado y menos estrés. El embarazo es de alto riesgo, especialmente por su condición de omega recesivo.

—Yo... yo no sabía... —murmuraste, con lágrimas nuevamente formándose en tus ojos—. No sabía que era tan grave.

—Nadie te culpa, Yoshimura —respondió Hatsume suavemente—. Ahora lo importante es que estés aquí para él. Vamos a necesitar tu apoyo para que todo salga bien.

Hatsume tomó aire, preparándose para darte más noticias.

—Izuku fue sometido a una prueba beta-hCG cuantitativa —dijo, su voz suave pero profesional—. Y existe la posibilidad de un embarazo múltiple... Es una situación extremadamente delicada.

—¿múltiple? —la palabra salió de tu boca en un susurro, apenas capaz de procesarla—. No sabíamos... pensábamos que era solo uno...

Hatsume asintió, sus ojos serios.

—Es una bendición, pero también un gran desafío. Necesitamos asegurarnos de que Izuku se mantenga en un ambiente libre de estrés. Cualquier alteración podría poner en peligro su vida y la de los bebés.

Hatsume hizo una pausa, su expresión se volvió aún más grave.

—Este sería el primer caso documentado de un omega recesivo con un embarazo múltiple. La situación es muy inestable. Hay un riesgo significativo de aborto espontáneo y, en el peor de los casos, Izuku podría perder la vida. No estamos seguros de si es adecuado seguir adelante con el embarazo...

Tu corazón se hundió al escuchar esas palabras. La idea de perder a Izuku o a los bebés te resultaba insoportable.

—Haremos todo lo que sea necesario —declaraste con firmeza, aunque tu voz temblaba de emoción y preocupación—. Izuku y los bebés son lo más importante.

Hatsume te miró con una expresión de comprensión y determinación.

—Sé que es mucho, pero con el cuidado adecuado, hay buenas posibilidades. Mantengámonos optimistas y trabajemos juntos para asegurar que todo salga bien.

Te quedaste en la oficina, intentando procesar toda la información. El miedo y la culpa se entremezclaban con la esperanza, mientras te preparabas para el camino difícil que tenías por delante junto a Izuku y lo que sea que sucediera.

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora