Capítulo 8

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Midoriya volvió a despertar dos horas después, él se dio cuenta que llevaba una pijama, le habías cambiado aquella camisa que dañaste, se la pagarías.

Se levantó de la cama aturdido, sin conocimiento de cómo llegó a casa, salió de su habitación y te vio desayunar en aquella mesa pequeña; acompañada del silencio.

Te pusiste en pie sin mencionar lo ocurrido, le serviste su desayuno y él se acomodó en el comedor, intentaba encontrar el valor para hablarte, pero su rostro hervía y su corazón estaba por salirse del pecho, se enrojeció más cuando el choque de recuerdos le inundó.

«Debo parecer una fresa madura »tocó sus mejillas calientes.

Escuchó resonar el plato con la mesa, tenía su desayuno delante de él, se distrajo con la comida hasta que se armó de valor y habló.

—¿Por qué me ayudó? —su voz tierna inquirió «¿Por qué un alfa me ayudaría? ».

No contestaste y continuaste comiendo, el joven también lo hizo al escuchar su estómago rugir.

Cayó en un hoyo profundo de vergüenza, hasta más colorado se puso.

Midoriya acabó de comer y esperó algunas palabras, pero al no ser así mejor se fue al baño, de regreso ya no estabas, aunque estabas en tu carro.

Midoriya tenía tu abrigo en la cama y al verlo pensó: «olvidó llevárselo ».

Estaba con la toalla envuelta en su cintura después de ducharse, tomó la prenda entre sus manos y el olor penetrante le llenó los sentidos, esa fresia era intensa, su nariz se complació con ese aroma.

Luego de unos segundos se acostó sobre la cama; con el abrigo contra su nariz, no quería perderse de esas feromonas, abrazó tan fuerte esa tela que se volvía adicto.

Su trasero reaccionó mojándose, al entrar en razón fue como recibir un golpe de realidad, nunca se excitó con las feromonas hasta ese día, como no tenía frenos y al contrario de parar; prefirió con sus dedos presionar su apreciado agujero hasta meterlos.

Cerró los ojos y su imaginación le traicionó.

«Quiero más »movía su trasero «Señorita Yoshimura, quiero más »lloró de placer al masturbarse

Antes de irte un escalofrío recorrió toda tu columna.

—Eso fue raro —te llevaste la mano a la nuca.

Nancy te recibió en casa, estaba preocupada, ayer no llegaste y tampoco le dejaste un mensaje, eso la dejaba intranquila.

—¿Señorita se encuentra bien? Creí que le ocurrió algo grave por su ausencia —te siguió hasta la puerta de tu dormitorio, pero le cerraste la puerta para que no te siguiera más.

—Sólo estoy enferma, me disculpo Nancy — le hiciste saber y ella comprendió que tu ciclo se hizo presente.

Este ciclo era salvaje, más las ganas persistentes de tener a alguien hasta embarazarlo lo hacía peor, especialmente a alguien que tenías en mente ahora.

«Por poco »te postraste sobre la cama.

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Izuku en su habitación quedó agotado y  satisfecho de tocar el cielo por su cuenta.

Revivió aquel recuerdo cuando sus labios recibieron tus caricias, tocó sus labios aún perdido en el pasado, no podía olvidar el sabor, el toque delicado y lo abrazador de las feromonas.

Dio varias vueltas sobre su cama muerto de la vergüenza.

—¡Que embarazoso momento!

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Nancy realizó un par de llamadas por tu futura ausencia, Kirishima no lo tomó mal, porqué se trataba de tu celo.

Izuku no sentía mucha mejoría y notificó de su falta por motivo de salud, el detalle era los efectos secundarios de las medicinas.

En aquellas cuatro paredes sólo te quedaba imaginar lo que hubiera sucedido si no te contenías o si no hubiese un supresor.

Le desnudarías, lo dejarías desprotegido, como una presa que debía ser devorada por su depredador. Él lloraría de placer, quizás te pediría que te detuvieras mientras en su estómago yacía metafóricamente un volcán activo a punto de erupcionar.

Posiblemente tu lengua se deleitaría de su virgen flor, seguro tu larga y gruesa polla se llenaría con sus deliciosos jugos, a lo mejor tu semen se teñiría de sangre por ser su primera vez, por lo salvaje que se podía ser con su pequeño cuerpo, pero sus piernas se curvarían en tu cintura en forma de: “no salgas, sigue haciéndome un desastre ”.

Hasta su pequeño agujero temblaría ante tal liberadora sensación, sus ojos se cruzarían y sus labios se separarían pidiendo con su lengua un juego con la tuya.

—No puedo resistirlo… Quiero hacerlo mío.

Colocaste tu mano alrededor de tu pene, te encantaría que fuera la mano de él o su virgen entrada, te encantaría haber continuado, pero no sería espléndido como querías.

𝐄𝐋 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐀𝐋𝐅𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora