Capitulo 14.

182 18 0
                                    

La fiesta había terminado todo iba bien regresamos a casa por maletas Carlos junto con María iban manejando ellos nos dejarían en nuestro destino, iba muy integrado nadie decía nada.

—¿A dónde vamos cielo?—pregunte nervioso.

Debo decir que estaba oscuro y con algo de niebla.

—Es sorpresa Aidan—respondió María.

—¿Solo para mí?.

Mi esposa río y beso mi mejilla tomando mi mano hizo que me calmara.

—Calma cielo todo va a estar bien, ya verás que te gustará—medió una sonrisa que hizo que me calmara.

El sol estaban apunto de salir, llegamos a una estación de tren al bajar yo mire raro el lugar antes de hablar ya habían bajado las maletas.

—¿Qué ya no había estas cosas?—señale el lugar.

—Ya no cielo pero este transporte sin sigue en pie solo aquí eso creó—tomo mi mano—Ya vamos será divertido.

—¿Para ir a lugar debemos ir aquí?—hice una mueca.

—Ya Aidan no seas así te va a gustar.

Entramos a la estación y nos acomodamos en el vagón C-12, no me siento seguro viajar en este tipo de transporte a la vez muy romántico pero esta ocasión no lo era al avanzar el tren un bebé empezó a llorar.

—Pobre bebé—lamento mi esposa.

No malinterprete las cosas quiero hijos pero creo que ya no lloran mucho y su madre no hace nada, creo que nunca dejaría llorar a mi bebé pero... Ya saben lo que dicen llorar no le hace daño, pero este bebé se pasa.

—¿Por qué no viajamos en carro?—dije ya frustrado.

—Porque es demasiado romántico viaje en tren, me hace sentir una esposa de antes viajando con su esposo en busca de una aventura.

—¿Esto te parece romántico?—alce mis manos.

—Para mi si lo es Aidan, pero creo que a ti no gusta estas cosas—se alejo un poco de mi.

—No es eso es que llevábamos media hora parados aquí—intente tocar su mano pero la alejó—Cariño perdón.

—Esta bien cielo pero ahora que lo mencionas tienes razón no hemos avanzado.

Mi esposa salió del vagón dónde estábamos salí tras de ella al acercarnos a los demás vagones pude escuchar como se quejaban y ahí estaba ese bebé durmiendo plácidamente en el pecho de su madre.

—¿Qué sucede?—pregunto mi esposa.

—Hubo una falla y no saben cuánto tardará ésto—dijo una señor.

—¿Falla?—susurre para mí.

—¿No sabe cuánto durará?—mordió su uña.

El señor negó e hizo una seña para que esperamos ahí, se fue y mi mujer me abrazó frustrado ya no quería algo peor hasta que el bebé empezó a llorar creo que ya tiene arto a todos de aquí recargue mi mentón en su hombro.

—Yo prometo que educaré  bien a nuestro futuro hijo—se sonrojo—Para que no pase esto.

—Hay Aidan el bebé ya se gentó, por eso llora mucho ya debe de estar cansando.

—Pues es muy llorón—bese su mejilla.

—Hay cielo.

Aquel hombre regreso corriendo, agarró como un cono y empezó a reunir toda la gente, algo en mi decía que no traía buenas noticias.

—Buenos días estamos pasajero lamento informales que tendremos un retardo de una hora a lo mucho tres estaremos saliendo al medio día.

Todo de empezaron a quejar y la razón un cable estaba fallando si hubiera sido en el punto de partida ya me hubiera bajado desde que el bebé empezó a llorar, pero estábamos en medio de la nada.

—Tengo hambre—dije.

Mi esposa río.

—Tranquilo traigo dos emparedados pero come la mitad, no creas que tardaremos poco tiempo tal vez nos lleve más de lo que dijieron.

Ya no dije nada para ella se le hacía romántico pero para mí es como que tener que aguantar las ganas de ir al baño porque hay una gran cola, suspiré frustrado nuevamente mi esposa leía. Aquel bebé lloraba dormí un rato para poder desaparecer pero ni así.

—Oh cielo mira—movió mi brazo.

—¿Llegamos?—ella negó—¿Entonces?.

—Son vendedores ambulantes lo necesario para comer.

Ella se asomo por la ventana y mis nervios subían de que se fueran a caer, compro brochetas de fruta natural y frita, papás, refresco y más emparedados.

—Ahora si come.

Empezamos a devorar todo lo que compró mi esposa, la noche cayó tan demasiado rápido y aún no avanza vamos los vendedores ambulantes hacían fogatas y las personas bajan.

—Vamos cielo quiero bajar—insistió.

—No hace frío señora Gallagher—fruncí mi ceño.

—Uhhh señora Gallagher—trono la boca—¿Así me dirás cuando algo no te parezca?.

Yo negué.

—Si no bajas conmigo lo haré sola.

No pude pronunciar nada porque se echó a correr yo la seguí al bajar del tren ahí estaba esperándome con una sonrisa paso su brazo debajo del mío.

—Que buen esposó—dijo.

—Que esposa tan más chiquita—ella me miró mal y empezamos a caminar.

El aire se hacía presente demasiado para poder pensar, nos hicieron una fogata y pedimos cobijas ambos nos tapamos mientras veía la luz de la fogata.

—¿No te parece romántico cielo?—dijo sonriendo.

—Si que lo es mi bella esposa—bese sus labios.

Aquellos labios bajo la luna eran tan delicados y amorosos.

𝗧𝗲 𝗘𝗻𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗲. [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora