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La vista de Eirian comenzaba a percibir los escenarios frente a él. Los sonidos de impacto metálico, de gritos de dolor, de enojo o frustración resonaban en sus oídos. Sentía el suelo moverse, era como estar en un campo minado en acción.

Las siluetas de sus defensores al fin eran visibles. Los tres poseían un casco mientras mantenían la lucha con los jugadores lila.

Eirian estaba atónito, pues era como si estuviera frente a frente de unos personajes de una película de acción.

Las armas generaban tenues brillos al hacer sus ataques. Eirian ni siquiera se levantó, le dolían las piernas, debido al agarre del látigo anterior; sin embargo, ese dolor no se comparaba con la impresión que estaba sintiendo en ese momento.

El jugador rojo, portador de las garras, saltó en los aires para así impedir el ataque de Ariel, quien sacó a relucir rosales espinosos en el suelo que se estiraban hacia el jugador rojo para atraparlo. Pero dicho rosal se consumió en llamas con un ataque del jugador de la espada.

El jugador de las garras cayó detrás de Eirian.

—¿Estás bien, Lu...? —El jugador estaba por preguntar, pero al momento que tomó del hombro de Rojas para que este le mirara de reojo, se quedó con las palabras en la boca.

—¡Estoy bien, gracias! —agradeció Eirian, con una abierta sonrisa y con notable tono de alivio en su voz.

El jugador rojo se quedó estático, como si lo hubieran encantado, pero dejó de estar en esas condiciones cuando la niña de los lilas usó una de sus bombas para mandar a volar a los otros dos rojos, dichos jugadores rodaron en el suelo, pero se levantaron con tanta agilidad para volver al combate.

—¡Marcos, a la mocosa! —ordenó el jugador de la espada.

La voz de aquel jugador le parecía muy familiar a Eirian, pero no quería sacar conclusiones tan rápido. Además, de solo pensar en el nombre de quien podría ser dueño de dicha voz, sentía que el estómago se le revolvía.

—¡¿Mocosa?! —cuestionó la niña—. ¡Cuida tus palabras! ¡Tengo diecisiete, imbécil!

Ok. Eso había tomado por sorpresa a todos los rojos que, por un momento, hicieron un silencio mientras se veían entre ellos; parecían completamente sorprendidos.

—Bueno, «señorita». —Corrigió el jugador de la espada, con tono burlón.

La chica le miró con una furia casi palpable y se dejó lanzar sobre él.

—¡Yuri, no! —exclamó la chica del arco, mientras alzaba la mano, como si con tal movimiento hubiera podido evitar el acercamiento de su compañera a aquel jugador.

El rojo empuñó su espada, mientras miraba sonriente como es que Yuri no hizo caso a la petición de su compañera.

Antes de que tan siquiera pudiera llegar a rosar su mano con aquel jugador, un rayo se apoderó del cuerpo de la supuesta infanta, provocándole una descarga por todo el cuerpo.

Marcos, el jugador que había recibido la orden del portador de la espada, atravesó desde la espalda el pecho de Yuri con su arma, y todavía tuvo el atrevimiento de encajar todavía a más profundidad la punta de la hoja, y fue así como Yuri terminó con la punta sobresaliendo de su pecho.

No había sangre, pero Eirian supo que el dolor que estaba atravesando Yuri en ese momento era indudablemente horrible.

—Tu lucha era conmigo, «mocosa» —Marcos susurró, y sacó la hoja de su arma con rapidez.

Mientras que Yuri comenzaba a desaparecer entre brillos lilas.

—¡Yuri! —exclamó Ariel.

—Oh, no. Tu barra —dijo el rojo de las garras, mientras miraba con detenimiento el círculo de Eirian.

OAXO "¿TE ATREVES A JUGARLO?" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora