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Una semana pasó. Aunque, para aquel chico parecía haber pasado una eternidad. Pero ya no tenía que esperar más. Ya no más insomnio, pesadillas y ansiedad ante la incertidumbre del mañana.

Miraba con cierta tristeza el cuerpo inmóvil de su tío, mientras sus recuerdos de aquella batalla se apoderaban de su mente

«Te quiero». Sonrió al recordar las palabras de Franco.

—No pareces tan gruñón cuando estás así, ¿Sabes? —comentó Eirian en un susurró.

«No te metas al juego, ni a este... ni a ninguno otro». Recordó la promesa que Franco le exigía. Endureció su mirada, se mordía los labios. Franco se había sacrificado para que estuviera a salvo, pero no estaba a gusto y, gracias a Nicolás, había una manera de ayudar en arreglar aquel desastre que él mismo desató.

—Lo siento, tío.

Nicolás, quien escuchaba desde su sitio las palabras del chico, sonrió con ironía. Lo que Franco daría por ver que Eirian estaba cambiando de actitud, aunque ante los ojos de Nico, Eirian era igual que su tío, un cabezota.

—Listo —comentó Nicolás, una vez que dejó de preparar la camilla con una computadora conectada a los In Ear Vir programados.

Eirian se giró hacia dicho sitio, donde estaría a partir de ese momento y en adelante. Tragó saliva.

—¿Aún tienes miedo?

Preguntó un Daniel burlón desde uno de los bancos, quien miraba con los brazos cruzados cada uno de los movimientos del chico y de su padre.

—Guarda silencio, Daniel —exigió Nicolás, pero apenas Daniel le dedicó una mirada maliciosa, este tensó la mandíbula.

Vaya, lo que puede hacer el poder de la verdad. Pues Daniel condicionó a su propio padre que: Él no le diría nada respecto al despido a su madre, si Nicolás lo dejaba estar en su laboratorio.

Eirian miró por última vez a Franco.

—Saldremos de está —aseguró y caminó hacia la camilla.

El cuerpo le temblaba, miraba a su alrededor, atento, miraba sus pies, el suelo, ¿Sería la última vez que sentiría su realidad? Miró hacia la computadora principal, donde se proyectaba a Franco.

El chico se sentó en la camilla, columpiando los pies, pensativo.

—Eirian...

Daniel captó la atención del chico y en ese mismo momento le dio un papel con cierto número.

—¿Qué es esto? —preguntó Eirian, al tener el papel en mano.

—Memorízalo y después hablamos.

Eirian regresó la vista al número de cuatro dígitos: «0406»

—Pero...

Daniel le giñó el ojo y procedió a sentarse de nuevo en su lugar, dándole el paso a su padre.

Daniel le giñó el ojo y procedió a sentarse de nuevo en su lugar, dándole el paso a su padre

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—Acuéstate Eirian. —Nicolás comenzaba a conectarlo a aquellas maquinas extrañas. Lo conectó a un suero y a otros líquidos extraños. Eirian era algo miedoso con las agujas, pero no puso resistencia al ser picado por estas.

»Ya sabes las indicaciones.

Eirian asintió.

Uno: Los In Ear de Lucas ya no eran del equipo rojo, eso era claro, ya para ese entonces pertenecían al equipo azul, para poder lograr esto, Nicolás tuvo que reiniciar todo desde cero, así que, el inventario estaba en ceros, no tenía nada que no fuese diferente a las herramientas básicas, el nombre no era más que un número y el nivel ni se diga. Tenía que empezar a adquirir atributos y armas por su cuenta.

Dos: Nicolás programó los In Ear para poder hablar con Eirian en el juego, él lo guiaría en caso de que surgiera un inconveniente. Bastaba con presionar el botón del pequeño audífono especial, apenas perceptible en la oreja del chico al ingresar al juego.

Tres, y tal vez, hasta la más importante: Podía morir solo tres veces, y de morir en el juego, tendría que sufrir un enorme dolor, corriendo con el riesgo de quedar inválido al llegar a la realidad. Nicolás dijo que era el precio a pagar, así que tenía que ser cuidadoso.

Debía seguir sus reglas al pie de la letra, de no hacerlo, lo sacaría y le impediría entrar al juego, aunque le rogara y le bajara las estrellas.

Eirian se recostó en la camilla lentamente y con cuidado.

—Todo estará bien —comentó, al captar la mirada preocupada de Nicolás, y como es que este dudaba en conectarlo al último aparato. A los In Ear Vir.

La mano le temblaba al rubio. No sentía seguridad al enviar al sobrino de Franco de nuevo a ese lugar. Lugar que Franco le había pedido que evitara ¿Eso lo convertía en una mala influencia? ¿En un traidor o mentiroso?

«Dios, que lio...». Pensó Nicolás.

¿Y dices que soy miedoso? Tú padre está temblando, Daniel —Eirian sonrió con nerviosismo, y Daniel desvió la mirada para otro lado.

El hijo de los Ford estaba sintiéndose incómodo, tal vez hasta algo deprimido. No le había tomado cariño al chico, ¿o sí? No, no podía permitirse que un chico como él le causara dichas sensaciones.

—Muy valiente, muy valiente... —Nicolás hizo una mueca, cosa que hizo que Eirian le mirara divertido.

—Soy un Rojas, al final de cuentas.

Con esas palabras, un recuerdo fugas apareció en la mente de Nico. Pablo sacándole la lengua tal como acababa de hacerlo su hijo. Sonrió al recordar tal cosa, aunque con un nudo en la garganta.

—Sí, lo eres.

Y sin más rodeos conectó a Eirian a los In Ear Vir.

Eirian comenzó su travesía.

Aquella sensación de estar cayendo en el vacío sin fondo surgió; ya estaba entrando a OAXO. Abrió los ojos para percatarse de que, mientras caía en aquel oscuro abismo, el traje que portaba y que contaba con el color rojo, se pintaba de aquel color del cielo. Pero, sin esperarlo, los ojos de Eirian se iluminaron de un color blanquecino que emanaba en su interior, su traje poco a poco se pintó del mismo color, y miles de brillos de los cuatro colores comenzaron a rodearlo, algo estaba pasando, pero si de algo estaba seguro Eirian, era que ya no había marcha atrás.

Y mientras todo esto sucedía, la voz de Nicolás resonaba en su cabeza.

—Eres un Rojas. 

 

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OAXO "¿TE ATREVES A JUGARLO?" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora