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La imagen de su madre dejando un canasto de ropa al lado de la lavadora, aparecía en su mente.

—Este muchacho. —Samanta sonrió al ver unas cuantas monedas saliendo del pantalón de su hijo.

Tomó dicha prenda y comenzó a contar el dinero que lograba sacar.

—Bueno... —Samanta rio levemente y se metió las monedas en el bolso de su delantal—. Como si lo que gastara, no fuese de mi propio dinero —Se encogió de hombros y siguió acomodando la ropa en la lavadora.

Alguien llamó a la puerta.

La imagen de Samanta se comenzó a distorsionar, mientras ella se giraba en dirección a la puerta que daba la salida del sótano.

—Mamá... —Eirian comenzó a abrir los ojos.

Ya había oscurecido y por más que trataba de conciliar el sueño no podía. Había colapsado en el hospital, pero al despertar le dijeron que solo fue la impresión que había tenido y que regresara a casa a descansar, Franco lo llevó a su casa, pero el hombre regresaría al hospital poco después de asegurarse de que su sobrino estuviese bien.

Y aunque, la explicación que le dieron era lógica, Eirian no estaba del todo de acuerdo que hubiese sido solo por la impresión, pues al tocar a su madre, sintió una corriente eléctrica recorrerle todo el cuerpo, mientras las imágenes de su madre estando en una clase de vitrina rosa aparecían en su mente, al igual que unos pequeños fragmentos de aquel día en el que todo cambio para el chico, pero por más que trataba de pasar de los recuerdos de donde su madre lavaba ropa y tocaban la puerta, no podía forzarse a ver más.

Se mantuvo durmiendo, tratando de que dichas memorias de su madre le llegaran. Había teorizado que tal vez, aunque sonara una locura, su madre había conectado con él y transfirió sus recuerdos.

Y a pesar de que trató de explicarles a Franco y a los médicos su situación, no le creyeron, entonces se tuvo que resignar con estar en casa y descansar.

Pasaron horas y horas... Franco no llegaba.

La punta del lápiz se rompió

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La punta del lápiz se rompió.

—Mierda...

Franco sacó por quinta vez el sacapuntas. Trataba de hacer teorías de como reaccionaria un sistema si realizaba ciertas acciones combinando las cosas que acababa de aprender, pero era difícil.

En primera, no podía deducir a simple vista como es que reaccionarían los sistemas y segunda, la punta del lápiz se rompía cada cinco minutos o menos.

Franco ya no aguantó más, al momento de que la punta de carboncillo se rompió de nuevo.

Aventó el lápiz, ya frustrado, hacia otro lado.

Miró el reloj, ya eran las ocho de la noche. Ya casi era hora de irse.

Miró hacia la computadora de escritorio, mientras el disco duro externo resaltaba al lado de la máquina, dicho disco duro era una manera en que Nicolás podía seguir trabajado en lo de OAXO en su lugar de trabajo, esa vez, le pidió a Franco que se quedara en su consultorio a revisar la actividad dentro del juego en lo que él ejecutaba su última vuelta del día a sus pacientes.

OAXO "¿TE ATREVES A JUGARLO?" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora